Josema Yuste: «Soy la persona que peor cuenta un chiste del planeta»
El humorista y actor atiende a LA RAZÓN en uno de sus templos gastronómicos favoritos: el Asador Donostiarra.
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El humorista y actor atiende a LA RAZÓN en uno de sus templos gastronómicos favoritos: el Asador Donostiarra.
Después de pasar unos días en Menorca y antes de volver a los escenarios del Teatro Amaya el 30 de octubre con «Sé infiel y no mires con quién», Josema Yuste nos atiende en uno de sus templos gastronómicos favoritos, el Asador Donostiarra.
Sabe cocinar empanadillas –«solo hay que tener cuidado de no quemarlas»– y al verle los treintañeros nos teletransportamos a aquellas nocheviejas caseras en familia y con amigos, a momentos felices en los que él nos acompañó de alguna manera. No puede estar más orgulloso. Y es que para Yuste «el público siempre, siempre, tiene la razón».
La obra «Sé infiel y no mires con quién» es un éxito de los 70. ¿Ha cambiado el sentido del humor de los españoles?
Sí. Es menos encorsetado y muchísimo menos machista que antes. Es más abierto, loco, absurdo... La gente se ríe ahora con cosas con las que hace 40 años no se reía. Aun así, hay elementos o trucos que nunca fallan.
¿El chocolate, por ejemplo, es una de sus infidelidades confesables?
No. En temas de comida soy muy constante con mis costumbres. A mí el gazpacho me encanta y le soy fiel a diario. También soy muy fiel al chocolate negro y al pan. No podría concebir la vida sin pan.
¿Es más fácil hacer reír o llorar?
Llorar. Porque al final, desgraciadamente, la mayoría tenemos más momentos de tristeza que de alegría. Rascas un poco y enseguida salta la lágrima. En cambio, sacar una sonrisa o una carcajada resulta más difícil.
¿Es capaz de detectar una risa falsa?
El público se ríe en global, es muy difícil detectarlo. Son 500 personas a la vez. Pero en el tú a tú, tomando un café con una sola persona, sí.
¿Que no haría usted un Martes y 13?
Haría cualquier cosa. Cogería un avión, un barco, un patinete... No soy nada supersticioso, no vivo encorsetado por la superstición. Han pasado muchos Martes y Trece sin darme cuenta.
¿Cuántas veces le han pedido que vuelva el grupo?
Mi familia y mi amigos, nunca. Es más algún que otro periodista o gente que no conozco. Y claramente cada vez menos. Porque Millán y yo hemos sido muy claros y sinceros diciendo que no volveremos nunca. Es una página del pasado estupenda, magnífica, en la cual no solamente no me arrepiento sino que estoy orgullosísima de ella. Pero aquello ya quedó para la historia. Hay que evolucionar, seguir «pa' alante», reinventarse y no mirar nunca hacia atrás.
En este sentido, ¿alguna vez le han puesto un cheque en blanco?
Que yo recuerde, dos veces. Y dijimos que no. Más claro, agua.
¿Alguna actuación que recuerde con especial cariño?
En los «sketches» de Martes y Trece me lo pasé muy bien. Disfrutamos muchísimo. E igual los disfruto ahora que hace veinte o treinta años. Aunque para mí, las mejores actuaciones se producen ante el público. De lo que más orgulloso me siento es del público que nos seguía antes y ahora también viene a ver mis obras, mis comedias. Estoy profundamente agradecido.
¿Cómo fue la transición de estudiar en la Resad a la fama?
Es muy curioso, porque sucedió de un día para otro. Literal, una tarde no me conocía nadie y a la mañana siguiente... Toda España. Nuestro primer plató fue en la primera cadena, en el año 78. La audiencia de entonces era de 20-25 millones de personas. No podría explicarlo con palabras. Afortunadamente, gracias a la estupenda educación de mis padres y los valores, supe asimilar y gestionar esa fama. La he sabido llevar, y la llevo, con normalidad. Dicho lo cual, se pasa mal al principio. Los primeros años... ¡no entiendes nada! La falta de privacidad es muy incómoda, pero poco a poco comprendí que forma parte de mi trabajo.
¿El humorista nace o se hace?
Nunca me he considerado humorista. Siempre, desde pequeño, quise ser actor y por eso estudié Arte Dramático. Digamos que fui humorista, junto con Millán y Fernando, por accidente. Pero bienvenido sea. De hecho, creo que tuvimos tanto éxito porque éramos actores y sabíamos encarnar muy bien a los personajes. Porque soy la persona que peor cuenta un chiste del planeta.