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Juan Mayorga tiene truco

El dramaturgo regresa al Valle-Inclán para dirigir otro texto suyo, «El Mago», una pieza que surge de cuando no le dejaron participar como voluntario en un espectáculo de ilusionismo.

Clara Sanchis y José Luis García Pérez repiten bajo las órdenes de Juan Mayorga y encabezan un elenco en el que también sobresale María Galiana
Clara Sanchis y José Luis García Pérez repiten bajo las órdenes de Juan Mayorga y encabezan un elenco en el que también sobresale María Galianalarazon

El dramaturgo regresa al Valle-Inclán para dirigir otro texto suyo, «El Mago», una pieza que surge de cuando no le dejaron participar como voluntario en un espectáculo de ilusionismo.

Más allá de su arte, Juan Mayorga (Madrid, 1965) también es especial. Hay pocos autores, directores, actores, escritores, políticos, deportistas, científicos, etc. –por no decir ninguno–, que, antes de empezar una rueda de Prensa, se acerquen a la grada –en este caso– para saludar a los asistentes. «Muchas gracias por venir», repite uno por uno a la vez que estrecha la mano. Mientras, el reparto (Clara Sanchis, José Luis García Pérez, María Galiana, Ivana Heredia, Julia Piera y Tomás Pozzi) se sienta en sus sillas y espera frente a los periodistas a que el jefe termine la ronda. Ayer tocaba presentar «El Mago» y Mayorga –que también ejerce de director: «Ya es la quinta»– se acordó de todos, «de Ernesto [Caballero, director del CDN] a los maquinistas». Él es así, un tipo que te cruzas en la calle, tu vecino, un padre de familia. Será, quizá, porque es precisamente esto lo que da de comer a sus textos, vivir el día a día. Por eso no da un paso sin su inseparable bloc de notas con el que captar cada instante, ocurrencia o «buena historia» –dice– que le presente la cotidianidad. Un arma que, sin pudor, desenfunda en un par de ocasiones delante de todos, allí mismo, en un Teatro Valle-Inclán que ocupará con su obra de mañana al 30 de diciembre.

Del mismo modo, en un porque sí, surgió «El Mago», un texto con «cosas de Jardiel, Pinter y Cortázar», define Sanchis. Fue Mayorga al Circo Price para ver el Congreso Mundial de Magia, junto a su familia, cuando pidieron voluntarios para un número de hipnosis. Como un niño más, el dramaturgo se presentó voluntario, pero se llevó la decepción por respuesta, no pasó las pruebas. «Me parecieron muy fáciles y pensé que las estaba haciendo bien, pero el hipnotizador me devolvió a la grada como un inepto. No era apto para el “show”». Lo que no sabía Jorge Astyaro –nombre del encantador– es que con su rechazo acababa de destapar el tarro de las esencias de Mayorga, que lo cuenta así: «Desde mi asiento se me vinieron a la mente dos cosas. Primero, qué pasa si es ahora cuando estoy hipnotizado, ¿cómo sé que no lo estoy?, y, segundo, ¿qué ocurre si alguna de estas personas, a las que las están invitando a conducir fórmulas 1, subir a montañas rusas o volar, aparece en casa diciendo que han llegado por el aire y que no es más que su «alter ego», que el original sigue en la sala?». Preguntas que «generaron deseo de teatro en mí», explica.

¿Es o no es Nadia?

Fue la segunda hipótesis la que terminó florenciendo en Nadia (Sanchis), protagonista de la pieza que con su llegada obliga a preguntarse a los demás «si es ella o no, si miente o de verdad está cautivada» para desatar los acontecimientos y alterar a cuantos le rodean, «en el escenario y en el patio de butacas», puntualiza. Aprovecha Mayorga la anécdota para trasladar la trama de la obra al conflicto entre realidad y deseo «que puede desencadenarse en cualquier momento, pero más en la pareja o en la familia. Es la lucha de lo que somos para los demás y lo que queremos ser realmente, lo que seríamos si nos dejasen ser nosotros. ¿Quién soy? ¿Qué es la realidad?», acota el autor.

Un terreno difuso entre lo fantástico y la realidad de la rutina en el que Nadia continúa con El Mago, como lo llama –«con e y eme mayúsculas, otro nombre no pone», lee Dulce (Galiana) en el programa–, metido en la cabeza: «Oigo su voz como un velo entre mí y el mundo. Son vuestras voces las que oigo al fondo. Os oigo y os veo al fondo, tal como sois realmente», cuenta la protagonista en escena. «A veces todos parecemos conducidos por voces que nos dicen qué hacer, pensar o sentir –defiende el dramaturgo del texto–. Como en el Black Friday que llega y que me resulta muy tentador como ejemplo, un extraño fenómeno de hipnosis colectiva en el que si no compras pareces imbécil por no aprovechar la oportunidad de adquirir cosas que ni se te había ocurrido que necesitaras».

Pero «El Mago» también encuentra un paralelismo con el propio teatro «porque nuestro trabajo se parece al de los hipnotistas, creamos ilusiones para alterar conciencias», explica un Mayorga metido en la piel del director: «Tan importante como la palabra es cómo se dice esta, al oído o a 3 metros, mirándote a los ojos o a otro lado , con silencios o sonidos de la respiración».