Kubrick, el Londres más sucio
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Cuenta Fernanda Solórzano en «Misterios de la sala oscura» (Taurus) que tras el éxito de «La naranja mecánica» (1971), que levantó un considerable revuelo en la Prensa, empezaron a surgir chicos vestidos al modos de los «drugos» del filme paseándose y pavoneándose por Leicester Square. La mayoría eran inofensivos, pero incluso el propio Kubrick se inquietó ante el poder de intervención sobre la realidad de aquel Londres nihilista, de colores saturados y ultraviolencia que había creado. Tanto tomó Kubrick de Londres como la ciudad de sus películas. Prácticamente la mitad de su carrera, desde 1961, la pasó con residencia fija en la capital británica. Los Ángeles le echaba para atrás e incluso su Nueva York natal lo perturbaba. Hasta tal punto que para rodar «Eyes Wide Shut» (1999), que transcurría en la ciudad de los rascacielos, recreó cada edificio, cada calle en un estudio londinense. El director de arte Leslie Tomkins recuerda que una fotógrafa se pateó el Village neoyorquino captando todos los detalles posibles: «Teníamos a nuestra disposición un montón de documentación, como Stanley trabaja habitualmente. A continuación, construimos los edificios que le gustaban, cambiamos un poco la disposición para obtener una buena composición, y eso fue la base de las calles». Sin salir de casa. Kubrick, un neurótico de marca mayor, exigente y minucioso, recreó Vietnam desde los alrededores de Londres sin dejar un cabo suelto en «La chaqueta metálica» y manejó la nave espacial de «2001» bien aferrado a la tierra londinense. Ahora, 20 años después de su muerte, el Design Museum de la capital británica dedica una exposición a explorar la especial conexión de Kubrick con Londres y, por supuesto, con el diseño. Una gozada teniendo en cuenta que cada objeto incluido por el director en sus películas había sido pensado y creado ex pofeso. No hay nada baladí en su cine, ya sea en la iluminación de «Eyes Wide Shut» (precisamente Kubrick quiso rodar en decorados para manejarla) como en los detalles: el traje ya icónico de los «drugos», el casco de «La chaqueta metálica» o la alfombra del Hotel Overlook de «El resplandor». Todos estos objetos figuran, de hecho, en la muestra. Christiane Kubrick, su viuda, y su hija Katharina, la inauguraron ayer con piezas, muchas de ellas, prestados por ambas. «Esta exposición es una perfecta muestra de las investigaciones que hacía para cada película, de cómo trabajaba duro para mostrar a su ''bebé'' en la gran pantalla», explica la hija. Tanto se desvivía por sus criaturas que, concluye Katharina, «no nos íbamos de vacaciones, para qué nos íbamos a ir a la playa si ya estaba haciendo lo que más le gustaba».