La exposición de Dalí en el Reina Sofía bate récords de visitantes
Cuando sale el sol, calienta, que para eso estamos en mayo. De vez en cuando se nubla, y otra vez vuelta a empezar. Un sábado en pleno puente de mayo en Madrid y Dalí hace su propia «performance» justo una semana después de que las once salas del Museo Reina Sofía se abrieran a las masas para que disfruten del genio de bigotes eternos, tan finos como su humor. La plaza de Sánchez Bustillo está literalmente tomada por quienes buscan una obra, un lienzo, ver de cerca al genio. Unos aguantan la espera leyendo, otros con un bocata en lamano. Incluso se traban amistades, que tiempo hay para todo. «Dalí sin aditivos», dice Manuel Borja-Villel, director del centro, asombrado ante las previsiones. «Estamos en periodo de pruebas. La idea es, después de estos primeros días, tomar alguna medida si fuera necesario para evitar las aglomeraciones y dotar del mayor dinamismo posible los flujos de gente», comenta. Es consciente de que Don Salvador tiene una característica que a otros artistas inmensos les falta: «Aúna la vanguardia histórica con el hecho de ser uno de los pioneros en trabajar con los medios de comunicación de masas. Sin embargo, creo que este encantamiento se debe a una tercera razón: sabe tocar el nervio, la fibra sensible de aquello que son nuestros miedos más profundos, los deseos ocultos. Su obra los capta y los representa y hace de ella un propio objeto de deseo. Al público le fascina tanto el personaje como la obra. Sabíamos que se convertiría en una exposición popular, muy popular, ¿pero tanto?», se pregunta.
Teniendo en cuenta que se inauguró el pasado sábado 27 de abril, y que ha estado dos días cerrada–el día 30, porque el centro no abre, y el 1 de mayo–, impresiona que más de 60.000 personas hayan desfilado ya por las salas. ¿Más de 60.000? Hagan ustedes la media diaria: entre 9.000 y 10.000 personas aguantan estoicamente entre una y dos horas de cola. Llegan de todas parte de Europa: Italia y Francia se llevan la palma y les siguen Reino Unido e Irlanda. De España, el desembarco mayor tiene acento del sur. Esperan en las escaleras y aguardan casi con verdadera veneración (como quien espera la apertura de puertas para ver un concierto de los Rolling o de Springsteen o el aficionado a un derbi de fútbol) el momento de traspasar la entrada y acceder a las salas.
Una hora y media
Los ojos de Vicente Azpilicueta desbordaban de emoción. Al lado de su novia, de origen andaluz, y ambos provenientes de Teruel, decidieron esperar una hora y media en las afueras del centro y así poder entra a ver la exposición: «Decidimos venirnos a Madrid a pasar este puente festivo por Dalí y su exposición, de lo contrario nos hubiéramos ido a la playa», dice entre risas él, uno de los miles de turistas que por estos días aprovechan el buen clima y la fiesta que se vive en las afueras del Reina Sofía. Esa misma emoción la vive Giuseppe Serati, italiano y Patricia Sartré, francesa que se desplazó desde Niza con el único objetivo de ver las obras inéditas del pintor de Figueras. «Dalí es un mago, no me importa esperar y pagar lo que es por ver sus obras», manifestó Sartré. «Ya me he tomado dos cañas esperando, pero me da lo mismo porque a mi esposa le encantan sus bigotes y a mí su extravagancia. Así que en paz», puntualizó Serati. De igual manera, los propietarios de los establecimientos cercanos al museo han visto cómo sus ventas han mejoradodesde hace seis días. Fabrizio García, dueño de un bar de tapas y una cervecería, resume como un total éxito la inauguración de la exposición. «Es lo mejor que ha pasado por el Reina Sofía en mucho tiempo. Mis ventas han mejorado y hasta he podido contratar a dos personas», declaró el dueño de un bar Las ventas han aumentado en el sector hostelero de la zona entre un 20 y 30 por ciento, aseguraban en varios establecimientos.