30 años de la caída del Muro

La “táctica del salami” del maldito comunismo

Fueron alcanzando el poder medianteella, país a país, que quedaron supeditados a los intereses de Moscú

La Primavera de Praga, en 1968, sacó los tanques soviéticos a la calle
La Primavera de Praga, en 1968, sacó los tanques soviéticos a la callelarazon

Mátyás Rákosi, secretario general del Partido Comunista Húngaro, explicaba en los años cuarenta del pasado siglo la «szalámitaktika» («la táctica del salami») el procedimiento comunista para hacerse con el poder: avanzar poco a poco, rodaja a rodaja, hasta engullirlo todo. Al terminar la Segunda Guerra Mundial, las tropas soviéticas ocupaban Polonia, el Este de Alemania, incluida Berlín, Checoslovaquia, Hungría, Rumanía y Bulgaria. Los partidos comunistas de esos países eran poco numerosos, porque habían vivido clandestinamente o en el exilio bajo regímenes autoritarios o el nazismo, pero eran muy aguerridos a causa de su lucha por la supervivencia, estaban eufóricos por la victoria y contaban con el respaldo del Ejército Rojo. En consecuencia carecían de número y de cuadros para hacerse con el poder (en Hungría solo consiguieron el 17% de las primeras lecciones de posguerra), pero contaban con ánimos y respaldo para alcanzarlo mediante «la táctica del salami».

Lo primero, socavar el prestigio de los líderes democráticos, acusándoles de fascismo, colaboracionismo, espionaje o corrupción a favor de los nazis o de los países capitalistas. Luego, con el apoyo de Moscú, entraron en las coaliciones de gobierno y lograron ministerios como Justicia e Interior, desde los que controlaron la judicatura y a la policía, con lo cual pronto tuvieron en un puño a las personalidades políticas más relevantes y, de inmediato, los acusaron, juzgaron, encarcelaron o eliminaron.

Por medio de la «szalámitaktika» los comunistas alcanzaron el poder en Polonia (Lublin, 1944, Varsovia, 1946, Checoslovaquia (1946/1948), Bulgaria (1946), Rumanía (1947), Hungría (1945/48), Alemania del Este tuvo un gobierno soviético de ocupación hasta que, en 1949, se creó la República Democrática de Alemania (RDA), Yugoslavia no necesitó la política del salami, pues los comunistas de Tito, vencedores en la guerra, ocuparon al poder en 1945 y lo mismo ocurrió con Albania, donde al retirarse los alemanes el poder quedó en manos de Enver Hoxha.

Fue el ex-primer ministro británico Winston Churchill quien denunció en 1946 lo que estaba ocurriendo en Europa del Este, acuñando la frase «Telón de acero», tratando de que Estados Unidos reconsiderara su retirada de Europa, pero el problema era que sostener el coste de un ejército de 12 millones de hombres costaba 80.000 millones de dólares, algo insostenible a largo plazo. Por tanto, Washington redujo un 80% su ejército, pero, tras la denuncia de Churchill y con la Guerra Fría en marcha, aumentó algo sus efectivos, multiplicó su presencia (las bases) y su fortaleza con la OTAN.

Fuera del Plan Marshall

Bajo el comunismo los países quedaron supeditados a los intereses y directrices de Moscú (doctrina de la «soberanía limitada»), que bajo una insoportable presión policial coartó las libertades políticas, de opinión, información, movilidad, mercado, religión... Bajo su tiranía aislacionista y autárquica se quedaron fuera del Plan Marshall, su reconstrucción de las destrucciones de la Guerra fue lentísima y pobre, su economía no competitiva se sumió en la inoperancia: su producción industrial quedó de inmediato desfasada, la agrícola fue frecuentemente disparatada (cuando sobraba trigo faltaban patatas, cuando había verduras no se encontraba leche...); sus artículos de consumo eran escasos y de poca calidad... La situación creada por todo ello desbordó frecuentemente los diques represivos, como ocurrió con la revolución húngara de 1956. Y, más visiblemente, con la riada de migraciones hacia el Oeste en Alemania, que el 13 de agosto de 1961, provocaron la construcción del Muro, para que no se desertizara la RDA y fueron evidentes las maravillas del «paraíso socialista», del que, entre 1949 y 1961 se largaron 2.689.000 personas y el flujo era de mil emigrantes diarios en los primeros siete meses de 1961.

Pero ni eso fue suficiente: en 1968 floreció la «Primavera de Praga», que trató de reformar el sistema desde dentro y tuvo que ser frenada por 600.000 soldados y mil tanques del Pacto de Varsovia. Con todo, el ocaso del Telón de Acero fue lento. Se necesitaron sucesivas crisis internas de la URSS, como su invasión de Afganistán, las huelgas obreras en los astilleros polacos de Gdansk y la fundación del sindicato Solidaridad (1980), la catástrofe de la central nuclear de Chernobil (1986) y sus penurias económicas incapaces ya de sostener el clientelismo exterior... Aparte de la confrontación exterior (La Guerra de las Galaxias del presidente estadounidense Reagan) los diques internos se resquebrajaban: en 1969 elecciones libres en Polonia, apertura de la frontera húngara con Austria y, en verano, paso casi franco hacia el oeste de alemanes, checoslovacos y rumanos... y, al final, en noviembre, manifestaciones de hasta medio millón de berlineses que exigían, con la policía mirando para otro lado, democracia, elecciones y el final del partido único. El Muro se desplomó en diciembre y en un año desaparecieron casi todos los gobiernos comunistas europeos y en dos, también la URSS.