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¿Larga y tecnológica vida a la ópera?

Agoreros hay en todo lugar y no faltan en el mundo de la ópera, pero a quien ve el vaso medio lleno le invitamos a que eche un vistazo al currículo de Aviel Cahn, ex director de la Ópera de Flandes, que acaba de ser distinguida como la mejor del mundo.
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Agoreros hay en todo lugar y no faltan en el mundo de la ópera, pero a quien ve el vaso medio lleno le invitamos a que eche un vistazo al currículo de Aviel Cahn, ex director de la Ópera de Flandes, que acaba de ser distinguida como la mejor del mundo.
¿Quién dijo que estaba tocada y a pique de hundirse? Agoreros los hay en todo lugar y no faltan en el mundo de la ópera, pero a quien ve el vaso medio lleno le invitamos a que eche un vistazo al currículo de Aviel Cahn, ex director de la Ópera de Flandes, que acaba de ser distinguida como la mejor del mundo.
Él, después de diez años al frente, se marcha con los deberes hechos para poner su pica flamenca en la Ópera de Ginebra, aburrida, dice los entendidos, de la década de grisura de su antecesor, Tobias Richter, quién sabe si para someterla a un electroshock similar al de la belga. En el haber de su cuenta deja, por de pronto, una rebaja de veinte años es la edad media del público que cuando llegó rondaba los 65.
Sabedor de que o te adaptas o mueres, ha diversificado propuestas, abierto las puertas a todo tipo de públicos (frase que llevamos escuchando aquí, en la piel de toro, décadas) y clavado los ojos en las nuevas tecnologías para sacar de ellas el mayor provecho y utilizarlas como reclamo. No duda para ello en remontarse a uno de los grandes compositores de todos los tiempos: «Richard Wagner fantaseó con la manera en que usar las nuevas tecnologías en su tiempo». Ópera y mundo digital están condenadas, entiéndase que no escrito de manera peyorativa, a comprenderse y beneficiarse mutuamente.
«Mi objetivo es trabajar con artistas de luces, vídeo, con directores de películas», ha soltado, y para eso, al presentar la temporada 2019-2002 de la ópera ginebrina ha optado por abrir con «Einstein on the beach», una de las cimas de Philip Glass en un clarísimo guiño al público más joven. No tiene pelos en la lengua al comentar que títulos como «Aida» (que va a representar a cielo abierto con regia de Phelim McDermott) o «Parsifal» pueden convertirse en óperas muy modernas. Y creemos que no lo dice únicamente por trasladar la acción a hoy sino por actualizar con los mimbres que tenemos «temas que pueden ser totalmente actuales». ¿Que quiere el público? ¿Qué se le puede ofrecer de novedoso y que sea, además, acorde con sus gustos? Complicado lo tienen los directores e intendentes de teatros de ópera.
No vendría mal, de vez en vez, sentarse junto al respetable en el patio de butacas y respirar acompasadamente con él, tomarle el pulso y conocer qué es lo que realmente le seduce. A quien ocupa el asiento. Otro cantar es el tema pecuniario, el del bolsillo. Siempre habrá una queja instalada sobre lo carísima que es la ópera. Barata, no es, no. Cahn se ha propuesto revolucionar también la taquilla y sacar cien asientos por función a precio de una entrada de cine.
Llega dispuesto a todo y curiosamente utiliza el mismo término que el ya desaparecido Gerad Mortier: no quiere hablar de revolución sino de innovación, exactamente igual que le sucedía al belga, de quien recibió magisterio en sus inicios. ¿Viva la revolución? Ahí lo dejamos.

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