Escritores

Las infancias salvajes de Andrés Barba

El escritor madrileño se alza con el premio de novela de Anagrama con «República luminosa», una obra de ecos conradianos

Andrés Barba ya fue finalista del Herralde en 2001
Andrés Barba ya fue finalista del Herralde en 2001larazon

El escritor madrileño se alza con el premio de novela de Anagrama con «República luminosa», una obra de ecos conradianos.

El escritor madrileño Andrés Barba se alzó ayer con el XXXV Premio Herralde de novela con «República luminosa», una obra de ecos conradianos y que, según la editora Silvia Sesé, puede definirse como «luminosa y oscura a la vez». El finalista del galardón, al que concurrieron en esta edición 626 obras, fue Diego Vecchio con «La extinción de las especies», que para Sesé es «una sorpresa y una delicia». Las dos obras llegarán a las librerías de la mano de Anagrama el 29 de noviembre.

«República luminosa» es la crónica de la aparición de 32 niños violentos y de desconocida procedencia en San Cristóbal, una pequeña ciudad tropical entre la selva y un gran río. Dos décadas después de aquel suceso, uno de sus protagonistas decide relatar los hechos. Barba explicó que su libro nació después de trabajar con su mujer en la traducción de los relatos de Joseph Conrad, «un autor difícil, pero envolvente». No ha sido la única influencia: también citó el documental polaco ganador de un Oscar «Los niños de la estación Leningradsky», que se centra en la historia de unos chicos rusos que viven en la estación de metro que da nombre a la producción. «Me pregunté cómo es una república infantil, cómo es un lugar inhóspito en el que los niños son una idea de la negación de la infancia», apuntó Barba.

El ganador del Herralde no ocultó que el de la infancia es un tema que le ha preocupado siempre, especialmente el caso de prepúberes de entre 9 y 12 años, a los que definió como «niños que están en tierra de nadie porque son los momentos de más confusión, más ambigüedad», algo que podemos encontrar en novelas anteriores suyas como «Las manos pequeñas» o «Agosto octubre».

Perspectiva global

Una de sus intenciones ha sido escribir «una novela realista, pero, como pasa con Conrad, con la sensación de que no lo es». Para ello ha sido importante el narrarlo todo como una crónica, «el género perfecto para hacer esto, porque este libro es una fábula moral y sentimental, pero subjetiva, a través de la mirada del lector. Hacía falta un narrador implicado para poder ofrecer una perspectiva global».

Andrés Barba es uno de esos raros casos de fidelidad de un escritor a una casa editorial. Su carrera literaria está profundamente ligada con el sello creado por Jorge Herralde. En 2001 ya se quedó a las puertas de ganar este galardón con la obra «La hermana de Katia», que fue además adaptada posteriormente al cine por Mijke de Jong. En 2007 su trabajo «La ceremonia del porno», escrito junto a Javier Montes, se alzó con el Premio Anagrama de ensayo. «Lograr el Herralde es un sueño cumplido», dijo emocionado el novelista. El jurado de esta edición estuvo formado por Gonzalo Pontón Gijón, Marta Sanz, Jesús Trueba, Juan Pablo Villalobos y Silvia Sesé, quienes tuvieron que escoger la obra que se llevaría 18.000 euros.

A este respecto, Gonzalo Pontón, en nombre del jurado, explicó que «República luminosa» se inicia con una cita de Paul Gauguin que puede ser orientadora para saber por dónde van las intenciones de esta crónica: «Soy dos cosas que no son ridículas, un salvaje y un niño». «El lector tiene que completar parte de la tragedia que se cuenta en el libro, una novela que, en el fondo, es una refelxión sobre la inocencia salvaje, de la atrocidad clara que se puede distinguir en ocasiones a veces en los niños», dijo.

La novela finalista, «La extinción de las especies», es una historia natural de los museos pero en clave de farsa y donde el autor cuestiona a lo largo del libro cierto tipo de relatos. Según aclaró Diego Vecchio, su intención ha sido la de presentar «una historia alternativa y estrafalaria sobre la fe en el progreso, el ansia de descubrimiento, la pulsión taxonómica, la manía de coleccionar y restaurar». A este respecto, el jurado subrayó en su veredicto el «caudal de ironía y humor sorprendente» que destila la novela de Vecchio, quien construye «juego de apócrifos» y un texto «en la línea de una cierta narrativa distante y emocionada del siglo XIX».