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Pintura

Las seis mujeres de Leonardo

Mañana se celebran los 500 años de la muerte del pintor. Estas son las principales mujeres que influyeron en su trayectoria vital y artística

Exposición sobre Leonardo Da Vinci de 2012
Exposición sobre Leonardo Da Vinci de 2012larazon

Mañana se celebran los 500 años de la muerte del pintor. Estas son las principales mujeres que influyeron en su trayectoria vital y artística

Caterina

Era joven, procedía de una familia humilde (aunque hay fuentes que comentan que era de «buena sangre») y se asegura que pudo ser «sirvienta» o campesina. Así es como se describe a la madre de Leonardo da Vinci. Su nombre era Caterina y a los 25 años se quedó embarazada de Ser Piero da Vinci. De su relación nació el pintor, aunque su pasión o su amor jamás se formalizó a través de las arras de un matrimonio convencional. Él ya estaba comprometido con otra mujer más joven. Un enlace que posiblemente respondiera a la política de alianzas familiares que aseguraban prosperidad económica y proporcionaban ascenso social. Caterina se sobrepuso tomando como marido a un hombre de la región, un tal Accattabriga, una figura decisiva en su infancia, con el que trasladaría a Campo Zeppi, cerca de Vinci, que es uno de los paisajes naturales donde crecería el artista. Allí, Leonardo entraría en contacto con la naturaleza y desarrollaría una especial sensibilidad hacia la naturaleza. Caterina tendría en total seis hijos, pero solo tendría uno extramatrimonial, Leonardo, pero siempre atendería a su primer hijo. Hay quien asegura, como se puede leer en la biografía de Charles Nicholl, «El vuelo de la mente» (Taurus), una de las mejores que se han publicado hasta ahora sobre el artista, que «La Virgen, el Niño y Santa Ana», de Leonardo, es en realidad una trinidad que alude a Caterina, su madre, Albiera, la madrastra, y Lucia, su abuela.

Ginevra de Benci

Quedó inmortalizada por Leonardo en un óleo datado entre 1474-78. Según las crónicas era muy joven, gozaba de talento, humor y disfrutaba de una posición económica holgada gracias a los tratos que su familia había trabado con los Medici. Casó en la adolescencia con el diplomático veneciano Bernardo Bembo, vinculado a Ficino y su filosofía. Según se dice, para abordar este retrato, Leonardo siguió la imagen venusiana que Boticcelli dio de Simonetta Vespucci. Con esta obra, Da Vinci muestra su cercanía con el círculo de pensadores de Ficino al retratarla con esa melancolía que empaña su expresión. La vida posterior de ella fue en consonancia con la tristeza que asoma en su rostro, porque moriría sola.

Cecilia Gallerani

El primer encargo que Leonardo recibió de Ludovico Sforza fue el retrato de su amante: Cecilia Gallerani (el artista la pintaría con el símbolo del Sforza: el armiño). Una mujer que gozaba ya del membrete de guapa en la época y que compartiría estancias con el artista en el castillo de Milán. Entre Leonardo y Cecilia surgiría una enorme amistad. Era seductora, era simpática y había crecido en una familia rica, por lo que había sido educada de una manera pulcra: era culta, le gustaba la música, hablaba lenguas y disfrutada de los mejores modales de la época. Su destino lo sellaría la mujer de Ludovico que, envidiosa del trato que recibía ella, obligó a que su esposo la rechazara y la echara de su regazo. Leonardo la retrataría con sensibilidad y firmeza. El cuadro se lo quedaría ella y todavía hoy son famosas las frases que escribió cuando tiempo después la preguntaron por la obra del maestro: «El retrato se pintó cuando mi edad era imperfecta y mi rostro ha cambiado completamente desde entonces, de forma que si nos pusierais juntos al retrato y a mí, nadie pensaría que era yo la representada».

Isabella d'Este

Fue una de las mujeres más influyentes, poderosas y dominantes del Renacimiento. Pero aparte de poseer una gran fortuna para la época, también tenía una amplia cultura, lo que la convirtió en una sagaz observadora del arte y en una coleccionista implacable. Leonardo la dibujó en 1500. Ella insistió en tener una pintura del maestro y éste, como lo demuestra el dibujo esbozado del Louvre, parece que se comprometió, pero nunca entregó esa obra. Para algunos se ha extraviado y, según algunos indicios, debía poseer muchas de las características que el pintor volcaría más adelante en la Mona Lisa. Como afirma Nicholl: «Basta mirar el dorso del dibujo del Louve, donde la figura de Isabella aparece al revés. El resultado es sorprendente: una imagen espectral de la “Mona Lisa” parece flotar sobre el papel». La relación entre las obras resulta curiosa. Isabella no cesó de reclamar ese óleo al artista y Leonardo en dar esquina a las peticiones de ella, como corresponde, por supuesto, a un pintor ya famoso.

La Belle Ferronnière

La segunda amante de Ludovico Sforza compartía con Cecilia Gallerani la belleza y el erotismo implícito, algo que puede apreciarse en el retrato de Leonardo. Ella se ha identificado como Lucrezia Crivelli y su destino estuvo asociado directamente a su embarazo, que parece que no sentó bien a la esposa de Ludovico.

Lisa Gioconda

La Mona Lisa. La más famosa de las obras de Leonardo. Más que una mujer es una pintura. Hay más teorías acerca de ella que sobre el Santo Grial, que ya es decir. Su nombre real era Lisa Gherardini. Nació en 1479 y murió en 1542. Fue una noble de Florencia y casó con un rico comerciante. Su vida acomodada quedó inmortalizada por Da Vinci en un lienzo de reducido tamaño pero cuyas interpretaciones no conocen límites. El artista volcó en este retrato lo mejor de su técnica, mencionándose siempre el famoso sfumato que envuelve las facciones de ella. Fue la única obra de la que el pintor jamás se deshizo en vida. Nunca entregó el lienzo a Lisa y, de hecho, se lo llevó consigo a Amboise, Francia, cuando Francisco I se ofreció a acoger al artista que, al final de sus días, se había encontrado sin mecenas que le arropara. Dicen que continuó trabajando en él y que formó del grupo exquisito de pinturas que estaban cerca de él cuando falleció. Hoy este rostro es un icono pop y el cuadro el reclamo esencial del Louvre. Una de esas piezas artísticas cuya trascendencia popular a eclipsado su importancia pictórica. No se sabe si para bien o para mal.