Lecturas
Los libros de la semana: de la inspiración del Drácula de Bram Stoker a todas las víctimas en el seno del matrimonio según Maud Ventura
Mientras que Petros Márkaris convierte su nueva entrega de la saga «Kostas Jaritos» en un espejo de las patologías sociales, David McCloskey se demora en los aspectos técnicos de una novela curiosa sobre espías
Crítica de «Historia de los vampiros» ★★★★: Este es el libro que realmente inspiró el «Drácula de» Bram Stoker
Qué libro tan increíblemente curioso, inédito en español hasta ahora, que revisa el mito del vampiro hasta el siglo XIX
Por Toni Montesinos
En 1890, Charles Darwin ofreció el primer estudio sobre los murciélagos, y se dice que Bram Stoker conoció ese trabajo; entonces, las lecturas del autor irlandés se orientaron hacia asuntos ocultistas en torno a la actual Rumanía. En ese año, durante unas vacaciones en Yorkshire, enfermo de gota, empezó a pensar en un personaje que en principio iba a llamar conde Wampyr, en una novela («Drácula», 1897) que tuvo como primer título «El no muerto». Algunos biógrafos aseguran que Stoker tuvo una revelación por medio de una pesadilla que tuvo tras cenar muy tarde cangrejos aliñados; soñó que un vampiro rey salía de su tumba.
Comoquiera, el celebérrimo personaje, que sólo puede salir a la noche y teme a los crucifijos y las hostias consagradas, un conde transilvano fétido y culto, tuvo grandes antecedentes. Fue el caso de algunos escritores que se basaron en el folclore para pergeñar hombres sedientos de sangre humana, como «El vampiro» (1816), de John Polidori, secretario de Lord Byron; pero semejante criatura databa de mucho más atrás, como se comprueba con esta asombrosa novedad en español, «Historia de los vampiros» (traducción de Jesús García Rodríguez), de Jacques-Albin-Simon Collin, en el cual se inspiró para su «Carmilla» Sheridan Le Fanu, la otra posible fuente clave para el Drácula de Stoker.
Collin nació en Plancy en 1793, pero apenas se sabe nada de él; publicó obras de tema sobrenatural como un «Diccionario infernal» (1818) y esta historia vampírica, que vio la luz en 1820, y que empieza explicando «qué entendemos por vampiro». De este modo, el autor presenta una investigación de tinte serio por más que aborde elementos fantasiosos, y el resultado es genial. Conoceremos que los vampiros no surgieron en la Antigüedad sino en el siglo XVIII, en el tiempo civilizado en que impusieron su voz pensadores como Diderot y Voltaire; eran hombres muertos que «regresaban a la vida en cuerpo y alma, hablaban, caminaban, invadían las aldeas, maltrataban a las personas y a los los animales, succionaban la sangre de las personas cercanas hasta consumirlos y finalmente les provocaban la muerte».
▲Lo mejor
La erudición que con la referencia de multitud de fuentes etnológicas
▼Lo peor
Tal vez hubiera estado bien que el libro tuviera algún tipo de ilustraciones
Crítica de «Mi marido» ★★★★★: Ha nacido una gran escritora
En forma de diario, Maud Ventura se adentra en el día a día de una pareja que parece feliz, pero se halla abocado a la rutina y la monotonía
Por Diego Gándara
No es placentera la lectura de esta novela en el sentido de que lo que aquí se narra, tras la aparente normalidad de lo que felizmente se contando, se esconde una locura silenciosa, terrible y perturbadora que, curiosamente, hace que lo placentero se transforme en dolor, a veces, y en deseos también de saber más, de saber qué es lo que se oculta bajo el velo inefable de las palabras. Y lo que se oculta, lo que se esconde, es, nada y nada menos, que el vacío que todo lo llena y el anhelo de sostener algo que no existe, que sólo es, en realidad, un ideal que puede desvanecerse.
Primera novela de la escritora francesa Maud Ventura (París, 1992) y premiada como la primera mejor novela en Francia, «Mi marido» se adentra en la vida cotidiana de un matrimonio a través de las entradas, en forma de diario, de la narradora, una mujer que tiene una carrera exitosa, que es guapa, que tiene una casa preciosa y unos hijos encantadores y, por sobre todas las cosas, un marido, el suyo, el hombre que a, todas luces, al menos para ella, es el hombre ideal.
Eso sí: la narradora jamás está segura de su amor. Del amor que le da a él y del amor que él, su marido, le da a ella. Para ello, se entretiene con pequeños juegos que más que juegos semejan trampas para que la víctima de su amor le muestre y le demuestre todo el amor que siente por ella. Pero ella, obsesionada por los actos nimios de su marido, un día comete un error, un desliz, y el castillo de su matrimonio amenaza con desvanecerse y entonces nada puede ser como era o, mejor: todo se muestre como es.
A través de una escritura íntima, reflexiva, Ventura ofrece el retrato dislocado de un matrimonio que parece feliz pero, sin embargo, se halla abocado a la rutina y a la monotonía de la vida conyugal, lo cual pone en duda la persistencia del deseo y del amor. En ese sentido, la novela también es una crítica, por momentos demasiado velada, de las normas sociales que dictan cómo han de ser las relaciones. Una novela, en todo caso, sobre la autenticidad y la necesidad de ser fiel, sinceramente fiel, a uno mismo. Especialmente cuando se lee el último capítulo, que resulta, más que una coda, una vuelta de tuerca, sin trucos sencillos, sobre lo que allí se ha contado.
▲Lo mejor
El tono pausado de una novela que se vuelve perturbadora
▼Lo peor
Nada. Muestra una madurez narrativa que llama la atención
Crítica de «La ira de los humillados» ★★★★: No es un «noir», sino una tragedia griega
Petros Márkaris convierte esta nueva entrega de la saga «Kostas Jaritos» en un espejo de las patologías sociales
Por Ángeles López
En esta nueva entrega de la saga de «Kostas Jaritos», Petros Márkaris afila su pluma y la hunde con precisión en la carne abierta de la Grecia contemporánea. Bajo la vestimenta del «noir», se convierte en un espejo de nuestras patologías sociales, económicas y espirituales. Sin redención fácil ni consuelo simplón: hay llagas que no se cierran y preguntas que no es necesario formular de modo evidente.
Márkaris lanza a su comisario –ahora director de Seguridad del Ática– al ojo del huracán de una revuelta estudiantil, en un país donde la violencia ha dejado de ser noticia para convertirse en atmósfera. El asesinato de un profesor universitario es el detonante de una trama en la que lo policial apenas disimula lo profundamente humano y político del conflicto, como ya es marca de la casa. La educación como campo de batalla; la juventud como carne de cañón. Los crímenes se encadenan, pero lo que se despliega ante nosotros es una cartografía de la frustración, de la competencia disfrazada de progreso y del declive, no ya solo de el «hecho humano», sino de la idea misma de comunidad.
Jaritos camina entre ruinas morales, mientras la ciudad –esa Atenas que es casi un personaje más– se tambalea entre el recuerdo del civismo y el presente de la supervivencia. El autor conserva su humor áspero, su mirada compasiva y un oído afinado para los diálogos: cada frase resuena como rotunda verdad, parece tejida con los hilos de la experiencia más real. Pero lo más inquietante del libro no es la brutalidad del crimen, sino su justificación. Márkaris, como un Dostoievski mediterráneo, nos enfrenta a la ambigüedad: los asesinos, jóvenes desencantados, son también víctimas…
¿Dónde termina la justicia y empieza la venganza? ¿Puede la humillación incubar una ética alternativa, aunque sea encorvada? «La ira de los humillados» no se limita a contar una historia, sino que sus palabras son una advertencia. El griego escribe desde la grieta, y en ella arde la pregunta esencial de nuestro tiempo: ¿qué sucede cuando una generación entera descubre que ya no hay futuro, y que incluso la esperanza ha sido privatizada? Entonces ya no hay novela negra: hay tragedia griega. Y de las hondas.
▲Lo mejor
Una radiografía lúcida del colapso social, sin moralismos ni concesiones
▼Lo peor
A ratos, la trama criminal se diluye frente al peso del mensaje sociopolítico
Crítica de «Moscú X» ★★★: Un previsible juego de espías con un Putin dueño hasta de los caballos
David McCloskey se demora en los aspectos técnicos de una novela curiosa a veces, pero con mucha paja
Por Lluís Fernández
El autor norteamericano de «Estación Damasco» David McCloskey fue saludado por la crítica internacional como el nuevo fenómeno de la novela de espías. No era para tanto. Se excede siempre en el número de páginas y detalla en excesos las tácticas de reclutamiento de activos, detección y vigilancia. Su segunda novela, «Moscú X» sigue el mismo esquema de la anterior: el autor se demora en los aspectos técnicos de la formación de los agentes externos de la CIA. David McCloskey trabajó como analista de la Agencia y en estaciones de campo en Oriente Medio. Era lógico que sus conocimientos sobre el mundo árabe y el conflicto sirio los volcara en su primera novela.
Reincide en «Moscú X» en la formación de los agentes, esta vez en operaciones de espionaje a políticos, oligarcas y banqueros rusos ligados directamente al joziáin (dueño) Putin. Centra la trama en dos parejas de espías en espejo: la formada por Max, propietario de una cuadra privada en Méjico, y Sia, una abogada inglesa que blanquea dinero negro de Rusia; la otra, un matrimonio ruso, ella ligada al SVR (Servicio de Inteligencia Exterior), la antigua KGB, y su marido, banquero y director de RusFarm, una cuadra de cientos de pura sangre que pertenece en realidad a Putin, como el resto de Rusia. La trama fluye sin demasiados impedimentos. Los escenarios varían entre la hacienda mejicana, un Londres neblinoso y el complejo gélido de «el Bosque», a las afueras de San Petersburgo, donde se ubicaba el KGB.
Las dos parejas juegan al ratón y al gato. La originalidad de esta trama de espías es el protagonismo de tres mujeres dominantes: duras, frías y despiadadas, como corresponde al enfoque feminista actual. Ellas marcan el terreno como hembras alfa y dirigen las operaciones de inteligencia como lo hacían antaño los hombres de acción, reducidos al estereotipo del hombre blandengue: el mejicano, un galán caballeroso; el ruso, depredador sexual y maltratador. ¡Ah!, y los oligarcas son más malos que el comunismo. Todo es previsible, curioso a veces y con mucha paja y poca urdimbre. Una lástima porque escasean las novelas de espías y McCloskey fue espía y escribe con solvencia.
▲Lo mejor
Cómo las nuevas tecnologías han cambiado las condiciones del espionaje actual
▼Lo peor
Una segunda novela a la que le vuelve a faltar ritmo y le escasea la acción