Aquellas letras que crearon Europa
En los últimos años se ha ido afianzando la idea de que Europa no es solo una entidad política, sino que en su identidad anida un fuerte componente intelectual que acaso diversas crisis económicas y variados intereses nacionales han ido difuminando o soslayando. En la actualidad se tiende a considerar con un especial interés aquella «idea de Europa» que George Steiner ha sabido cifrar en los principios del siglo XX, exponente de un espíritu liberal y tolerante, heredero de la Ilustración. En el centro del continente, a la sombra de la aristocracia austrohúngara había crecido una mentalidad de alta cultura, conocimiento elitista, refinados saberes y confiadas elegancias artísticas. Las utopías totalitarias y sus bélicas consecuencias acabarán con unas exquisitas formas de vida, no exactamente democráticas, pero sí decididamente estables, progresistas y creativas. En «El mundo de ayer», las lúcidas memorias de Stefan Zweig, podemos leer: «Todo lo radical y violento parecía imposible en aquella era de la Razón. (...) Tuvimos que dar la razón a Freud cuando afirmaba ver en nuestra cultura y en nuestra civilización tan solo una capa muy fina que en cualquier momento podía ser perforada por las fuerzas destructoras del infierno». En este proceso de recuperación y reconocimiento de una etapa europea que, en su vertiente literaria, y entre orígenes y esplendores, transita por los siglos XVIII, XIX y XX, el ensayista, poeta, novelista y crítico literario Toni Montesinos (Barcelona, 1972) publica «Escribir. Leer. Vivir», con el preciso subtítulo de «Goethe, Tolstói, Mann, Zweig y Kafka».
Es este un ensayo de interrelación intelectual y personal entre estos y otros autores, recreándose así un denso tejido cultural que remite a una preclara existencia ilustrada. No es casual que el libro esté dedicado al admirado –y admirable– Mauricio Wiesenthal, quien hace ya algunos años empleara una metodología similar en su original «Libro de Réquiems». Y, a la vez, estamos aquí ante un conjunto de acertadas semblanzas donde se combina la deriva íntima de los escritores abordados con su proyección social, el valor de su escritura con sus acentuadas obsesiones, y sus peripecias biográficas con la vigencia de su arte.
De este modo, contemplamos a un Goethe egocéntrico y genial, contrastado a la luz de su máximo admirador, Jean Paul Eckermann, y amistosamente enfrentado al impetuoso Schiller. La repercusión ética y estética de «Werther» y el escandaloso tema prerromántico del suicidio, el sentido de la vida como creación artística, la mantenida fijación por el mito fáustico, la deslumbrante experiencia de su viaje a Italia en 1786, su admiración por Lord Byron o contrariados enamoramientos de senectud retratan con precisión el carácter y la literatura del autor de «Hermann y Dorothea». A partir de los textos autobiográficos de Tolstói penetramos en su más señera identidad: su atormentada conciencia moral; la adversa crítica sobre la obra de Shakespeare, debido a una frustrante admiración, y que haría afirmar a Thomas Mann: «Tolstói se odiaba a sí mismo en Shakespeare»; su visión panteísta de la naturaleza; la equidistante grandeza complementaria con Dostoievski; la influencia de Pushkin y Gógol; y la que el autor de «Guerra y paz» ejercería sobre Chéjov y Gorki; el sumiso papel sentimental de la menospreciada esposa; o la renovada vigencia de una obra inmortal conforman la urdimbre de una conseguida semblanza.
Radiografía de un tótem
La atormentada personalidad de Thomas Mann se refleja aquí abordando los impresionantes diarios secretos donde anida una soterrada homosexualidad, el carácter autobiográfico de buena parte de su obra, su obsesión por las pequeñas incidencias cotidianas, un lógico engreimiento intelectual, la avasalladora influencia sobre sus hijos Erika y Klaus, su amistad con Hermann Hesse y su legendario carácter esquivo y receloso; radiografía, en fin, del emblemático tótem cultural de su época.
La figura de Stefan Zweig ha sido justamente recuperada, situando al autor de «Momentos estelares de la Humanidad» como la conciencia europea que enjuicia críticamente los desastres del terrible siglo XX, al tiempo que representa ese «mundo de ayer» tolerante, refinado, plácido y creativo. En estas páginas se recoge el fin de esa Europa feliz, sin obviar el antisemitismo campante; su amistad con el autodestructivo Joseph Roth, las coincidencias intelectuales con Sándor Márai, el tono decadente de su mejor literatura o su sobrecogedor final suicida completan un perfil lúcido e inquietante a la vez. Y el emblemático Franz Kafka es observado a la luz de sus personales neurosis, su paralelismo con Rilke en la estricta educación que ambos recibieron, la aparatosa relación con las mujeres o el impacto de la Gran Guerra en su acusada sensibilidad. Montesinos ha logrado iluminar toda una amplia época en la que se forja la actual identidad europea relacionando entre sí episodios históricos y variados ambientes culturales. Con un pormenorizado rigor expositivo y una ágil pulsión narrativa, ha escrito un ensayo de ineludible referencia para entender aquel «mundo de ayer», que tan bien explica la realidad de nuestro hoy.