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Calasso, la nobleza de una solapa

larazon

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Existe un tipo de editor de talante culto, refinado y humanista para quien su profesión constituye el vehículo expresivo de una honda inquietud intelectual. Roberto Calasso (Florencia, 1941) es un buen ejemplo de este sugestivo perfil que combina la agitación cultural con el antiguo clasicismo del impresor renacentista. A creativas biografías de Kafka o Baudelaire y penetrantes ensayos como «Las bodas de Cadmio y Harmonía» o «La literatura y los dioses» se suma ahora «La marca del editor», una obra que tipifica y recorre lo mejor de este noble oficio.
Alma de la editorial italiana Adelphi, Calasso repasa, con perspicaz inteligencia, variados aspectos del mundo del libro: la importancia de las portadas, destacando su potencial comunicativo; el protagonismo de los diseñadores gráficos, quienes deben «atrapar» al lector en la librería; las consecuencias de esa inmensa biblioteca digital donde lo más trascendente es la interconexión, el link; la recuperación del corrector de estilo o el valor narrativo de los textos de las contracubiertas –las «solapas»–, un tema que ya había abordado en un ensayo de expresivo título: «Cien cartas a un desconocido». Nos adentramos igualmente en particulares circunstancias de Adelphi, como la arriesgada reedición moderna de autores de la Mitteleuropa, sobre todo Joseph
Roth, a quien se dedican antológicas referencias críticas; o las adhesiones y rechazos que suscita por parte del público lector la edición sistemática de la novelística de George Simenon no encuadrada en una colección genérica, es decir, «no Maigret». Se teoriza también, bajo la ascendencia de Borges, sobre el puro azar de unos libros que, arbitrariamente, llevan a otros, en una rueda sin fin de mágicas interrelaciones culturales («En la biblioteca universal ningún libro será una isla», se cita parafraseando a John Donne), buscando siempre Calasso lo que califica como «libro único», es decir, aquel cuya lectura modifica conciencias, constituyéndose en un modelo ético y estético, porque se ha escrito bajo una especial inspiración autorial; la obra de Kafka ofrecería múltiples ejemplos de esta tipología. Muy destacable resulta la emotiva semblanza del mítico editor Giulio Einaudi o la rememoración de Aldo Manuzio, el histórico impresor veneciano con el que, en la cuna del Renacimiento, se da forma definitiva a la edición libresca como un acto creativo de difusión colectiva, marcado por un incuestionable prestigio social. La edición, comprobamos aquí, es también un género literario, conformado con selectos catálogos, exquisitos criterios cualitativos y el rigor crítico de editores como Calasso.