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Carver, sin pérdida de tiempo

larazon

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Todos celebramos sus cuentos, pero Carver antes que nada fue poeta. Por fin, gracias a Anagrama –tenía que ser la editorial de los libros amarillos quien lo hiciera en edición bilingüe–, podemos contar con la poesía completa de este sugestivo autor, con más de trescientos poemas y que incorpora un emotivo prólogo de su viuda, la escritora Tess Gallagher. Sus versos están arraigados a la vida y demuestran que Carver no fue solo un narrador superdotado, sino también un poeta profundo y sensible que sabía explorar los instantes de felicidad y desolación, las flaquezas y la dignidad de los seres humanos, las escurridizas epifanías que asoman en las vidas anodinas. Cuatro son los poemarios que escribiera: «Incendios», «Donde el agua se une a otras aguas», «Ultramar» y «Un sendero nuevo a la cascada». Hasta ahora solo existían en España dos antologías, publicadas por Visor a finales de los 80, por lo que esta edición, con prólogo de Jaime Priede, es una muestra necesaria del recorrido vital y artístico del autor.
Borracheras y maltratos
La mayoría de sus poemas parten de una anécdota. Acostumbra a arrancar con un canto, a causa de sus reiteraciones –fundamentalmente temáticas–, que trasciende la experiencia del yo y alcanza la «mutualidad» –término de Gallagher–. Su pulso poético es inequívocamente carveriano hasta la médula, y habla de una hija borracha y maltratada por su pareja, de un hijo déspota, de un padre fallecido, de una madre claustrofóbica, de la vivencia del final manifestada en las formas del alcoholismo que intuía, de la necesidad de ruptura con los seres queridos, de la escritura frustrada por el peso de la cotidianidad, de la bancarrota moral, física y económica... aquello en lo que cualquier ser humano puede sentirse reflejado. El interlocutor somos todos, aquellos que se reconocen en las vulgaridades y rarezas, en sus sentimientos puros –la gratitud, el amor, la necesidad de compartir– y en los mezquinos. La muerte sobrevuela su obra, y no solo porque la bebida alterara su existencia, sino, sobre todo, porque los últimos años de su vida pasaron por la prueba de un cáncer que le terminó venciendo. Cincuenta años después, Carver ha alcanzado su anillo de la NBA literario. Es uno de los mejores narradores norteamericanos y como poeta ha creado escuela abriendo licencias no transitadas. Uno de esos espacios lo genera el pensamiento concebido como conversación del sujeto consigo mismo, pero no para sí mismo. La fuente de la creatividad brotaba dentro de él, sin remedio. Así hay que leerle... Sin dilación, sin capotes y sin pérdida de tiempo.