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Charlie Parker es un fantasma

larazon

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El cambio del narrador en primera persona de los doce títulos anteriores de Charlie Parker a un narrador omnisciente en tercera persona ahora se debe a la convalecencia del detective, que ha sido acribillado a balazos, tras dos muertes y una resurrección. En gran parte de la narración, Parker es como un fantasma doliente que apenas tiene protagonismo en los escarceos iniciales de la trama, llevada a cabo por diversos policías, y no es hasta bien estrado en el meollo cuando puede tomar cartas en un asunto iniciado con un singular suicidio y seguido de varias muertes. La multiplicidad de personajes que investigan le permiten a John Connolly multiplicar los puntos de vista narrativos y endosarles la parte más densa de la historia del campo de concentración experimental de Lubsko y la trama de complicidades de los responsables de las matanzas de judíos y su fuga planificada para ocultarse como personas respetables en Maine. En primera persona habría tenido que hacer verdaderos jeribeques para contarlo de forma verosímil.
Otra de las razones del cambio del narrador es la necesidad de convertir a Charlie Parker en un renacido y emparentarlo con un oscuro ángel de venganza, refractario a la muerte.
El lado oscuro del bien
Al inicio, la policía Cory Bloom lo describe ensimismado en la playa: «Se preguntó si siempre habría tenido una mirada tan atormentada y hechizante. Eran los ojos de alguien que había presenciado hechos que escapaban a la comprensión de los demás. (...) No eran los ojos de un hombre que fuera menos de lo que había sido. No, se trataba de los ojos de alguien que ahora era mucho más que antes». Siguiendo la lógica del autor con rostros cuya maldad se refleja en su cuerpo lacerado con pústulas ha de adentrarse en el lado oscuro del bien para combatirlos. No faltan en esta densa y bien trabada narración la contrapartida del mundo mistérico de Parker. El espectro de la hija muerta que lo visita y los poderes sobrenaturales de la nueva son típicos de su vertiente goticista. La pasión reverencial de Angel y Louis, dos matones gay impropios, ajenos a la detestable ideología de género, linda con la santidad católica: «Éste tiene el aliento de Dios de su parte –dice el corrupto Cambion el Leproso a unos fantasmas. A éste le sangran las palmas de las manos...»
Los nazis exhiben en esta compleja obra su verdadera faz criminal a través de sus sicarios, seres sufrientes y malvados capaces de las mayores atrocidades, similares a las que ellos cometieron en Lubsko. Hay escenas de pornografía sádica rechazables y momentos en los que la narración fluye y fascina por su elegancia y complejidad, como hay otros en los que su intensidad se pierde por un exceso de farragosidad. Pese a sus fallos, que los tiene, «La canción de las sombras» es, sin duda, una de las novelas del año.