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Chesterton y el pavo que daba pavor

larazon

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Siguiendo la frase de Borges sobre el autor que nos ocupa –«La obra de Chesterton es vastísima y no encierra una sola página que no ofrezca una felicidad»–, diremos que Renacimiento insiste en darnos una dicha tras otra. Se suceden los libros de esta editorial de una escritura que siempre divierte e ilumina desde lo paradójico y una erudición fabulosa disfrazada de simpleza. En esta ocasión el lector conocerá «El espíritu de la Navidad» (traducción de Aurora Rice), recopilación inédita en español de diversos textos del autor de «El hombre que fue Jueves» relacionados con el pudin, el pavo, Papá Noel, los regalos: por todo aquello que forma el periodo navideño en lo que constituye todo un guateque literario de inteligencia que nos hace anhelar lo mucho que hoy se necesitaría una mente tan preclaracomo la de Chesterton.
Como no podía ser de otra manera, y tratándose de un especialista en la vida y obra de Dickens, veremos por doquier referencias al creador de «Cuento de Navidad», aquel que fue el mejor intérprete de una época y un lugar y cuyos relatos evocan fuegos de chimenea, fraternidad y unión familiar más allá de estratos sociales: el «comfort», como sintetizó el mismo Chesterton. Incluso Dickens aparece como personaje en un cuento titulado «La tienda de fantasmas», al que se une una gran cantidad de artículos que en su día aparecieron en la prensa e incluso poemas sobre la Natividad o los Reyes Magos, e incluso un divertido sainete llamado «El pavo y el pavor». Se trata, en definitiva, de todo aquello que el escritor publicó sobre las Navidades desde 1894 hasta 1936 y que cuenta con un prólogo de José Julio Cabanillas, quien ha acertado plenamente en el enfoque adoptado, del todo cuentístico, pues para presentar a Chesterton también hay que dejarse llevar por el asombro y la fábula.
«A ojos de Chesterton hasta la calle más ruidosa de Londres está en el mapa del país de las hadas», dice Cabanillas, aludiendo a esa mirada maravillada que nos legó el escritor londinense, hasta pensar que «las cosas del entero mundo son chestertonianas».
Siempre tiene razón
Y es que este hombre bienhumorado que basó su verbo en darle la vuelta a los prejuicios hasta dejarnos tan desconcertados como sonrientes somete a la Navidad, a su domesticidad, entorno cultural y críticas adversas a unas reflexiones siempre tan originales y sorprendentes que, diga lo que diga, siempre tiene razón. «La Navidad y la salud suelen ser antagónicas, y yo desde luego me pongo de parte de la Navidad», dice a partir de una afirmación hallada en un periódico que le aviva la imaginación para regalarnos un pensamiento acorde con lo que fue su filosofía de vida: llevar la contraria a todos para que nos toleremos jugando con las palabras y sintiéndonos niños. Éstos serían los garantes de la Navidad, de la que se decía ya en tiempos de Chesterton que estaba en declive. Él niega tal barbaridad aduciendo que la tradición gana a lo demás y que, en realidad, los padres no decimos a los hijos que Papá Noel no existe porque... nosotros mismos no lo sabemos.