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Cuando los críticos detestaban a Beethoven

Curiosa recopilación de Nicolas Slonimsky de los desencuentros más sonados que los críticos dedicaron en su día a los músicos que marcaron la Historia
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«Repertorio de vituperios musicales» es una insolente recopilación de feroces dardos proferidos por los más respetados críticos musicales contra los compositores que han marcado la historia de la música. De Beethoven a Schonberg pasando por Wagner y Verdi. No se salva ninguno
«Un recorrido venenoso por la música clásica» es el subtítulo que lleva este libro de Slonimsky (1894-1995) que se publica ahora y que, junto a «Theasaurus of Scales and Melodic Patterns», es el más conocido de su autor. Personaje polifacético, compositor de partituras para piano y música de cámara, director de orquesta y crítico musical, tiene en su haber «Music since 1900» y otras publicaciones que analizan los acontecimientos musicales más importantes de la época que le tocó vivir e incluso se atrevió con su propia autobiografía, «Perfect Pitch». El astuto sentido del humor que impregnaba su trabajo le llevó a ser un personaje popular gracias también a sus apariciones en el programa de televisión «The Tonight Show» con Johnny Carson. El compositor John Adams le dedicó «Slonimsky Earbox» (1996) para recompensar un amor por la música contemporánea que le había llevado a dirigir obras de su amigo Frank Zappa e incluso estrenos mundiales como «Ionisation» de Edgard Varese, «Three Places in New England» de Charles Ives. A los 98 años volvió a San Petersburgo para colaborar en un festival musical y se grabó un documental sobre su vida, «Un toque de genialidad», que retransmitió American Film al cumplir cien años. Fallecería un año más tarde. Voz, por tanto, autorizada.
En este «Repertorio de vituperios musicales» realiza un cáustico recorrido por lo que se escribió en su día sobre obras estrenadas a lo largo de unos ciento cincuenta años, desde los tiempos de Beethoven hasta los de Bartók, Schoenberg, Stravinski y Shostakovich o Webern, dejando a las claras que todo es del color con el que se mira o el oído con el que se escucha, pero también de las ansias del crítico por hacerse un lugar en su hábitat, aunque ocupar ese lugar le suponga pasar a la posteridad como un indocumentado, carca o arbitrario.

- «Adornos» injuriosos

Estiércol, estruendo, náusea, aullido, maullidos, pretenciosidad, tedio, cacofonía o tortura son sustantivos que adornaron comentarios de voces tan importantes como George Bernard Shaw, Virgil Thomson, Hans von Bülow, Friedrich Nietzsche, Eduard Hanslick, Deems Taylor, Paul Rosenfeld, Olin Downes y Oscar Wilde. Wagner, con más de 25 páginas centradas en él, además de otras muchas referencias, es el compositor más insultado, pero no quedan lejos Schoenberg, Strauss o Stravinski y no se libran de ellos otros mucho más «asequibles» como Bizet o Puccini. Parte de los vituperios, y esto es especialmente curioso, provienen de compositores respecto a sus propios colegas. La envidia nunca fue sana, tampoco en música. Berlioz escribió «Wagner es evidentemente un loco». Claro que de él se opinó después: «No hace falta tener el don de la profecía para predecir que, dentro de cien años, Berlioz será un completo desconocido para todo el mundo salvo para los enciclopedistas y los anticuarios». Otro tanto se afirmó de «Rigoletto»: «Carece de melodía. La ópera más pobre de Verdi. Tiene escasas posibilidades de pasar al repertorio». Y hay críticos, como Philip Hale, que, tras calificar la primera sinfonía de Brahms como «la apoteosis de la arrogancia», se lanzan, en la suya propia, a redactar un programa simbólico de la partitura que no tiene desperdicio.
Hay ausencias notables, como las de muchos autores ingleses (Vaughan Williams, Holst o Britten) e incluso de algún americano como Charles Ives, pero aquí el motivo podría ser obvio: ambos eran amigos, hasta le estrenó alguna obra y Slonimsky le quiso hacer el regalo de no incluir los insultos que le fueron dedicados.
Un exabrupto típico: «La segunda sinfonía de Beethoven es un monstruo insensible, un dragón herido de muerte que se retuerce horriblemente, que se niega a expirar y, aunque sangrando en su final, sigue latiendo con su cola erecta». No es extraño que, ante una opinión tal, Beethoven escribiese en la propia revista donde aparecía: «¡Tú, miserable bellaco! ¡Lo que yo cago es mejor que cualquiera de tus ideas!», o que Max Reger ahondase en lo mismo al responder a una crítica: «Estoy sentado en el cuarto más pequeño de mi casa. Tengo su crítica delante de mí. Dentro de un momento estará detrás». Evidentemente, no hay que buscar bellezas estilísticas en esta colección de anécdotas, chistes, insultos y hasta algún irónico rompecabezas, sino admirar el concienzudo trabajo de búsqueda y recopilación. Al final, se incluye una relación de los vituperios empleados con sus dedicatarios para cada uno de ellos.
Aparte de esta sucesión de anecdotario de despropósitos críticos, el libro permite adicionalmente una inmersión en la incomprensión y el antagonismo entre las vanguardias europeas y americanas, ésas que continúan aún hoy y que llevaron a Pierre Boulez a afirmar que apenas le interesaba la creación americana contemporánea, lo que de hecho influyó en la discutible aceptación que tuvo su etapa al frente de la Filarmónica de Nueva York al no programarla.
Es perfecto para ir leyendo a ratos y para quedar bien como regalo a buenos aficionados. Más aún como presente a los compañeros críticos para enseñarnos a tener cuidado y evitar los ridículos en los que pueden caer nuestros escritos al cabo de los años. ¿Acaso uno de nuestros más célebres colegas no escribió que Mahler era farragoso, reiterativo y eterno? Verdaderamente uno llega a sentir vergüenza ajena al leer la mayoría de lo en él recogido.
Sobre el autor
Nació en San Petersburgo pero emigró a los Estados Unidos como otros muchos judíos. Supervisó el «Baker’s Dictionary of Music & Musicians». Llegó a estrenar obras de compositores célebres y a dirigir conciertos en el Hollywood Bowl.
Ideal para...
recrearse en lo estúpido que puede resultar el ser humano al opinar sobre la creación de otros. Para regalar a un buen aficionado o, con doble intención, también a un crítico.
Un defecto
No empezar cinco décadas antes y algunas ausencias notables en los ciento cincuenta años contemplados, así como no abarcar a intérpretes.
Una virtud
Logra que, leyendo una docena de páginas en la cama, uno pueda dormirse con la sonrisa en la boca.
Puntuación: 8

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