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De Ovidio a Johnny Cash

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  • La Razón es un diario español de información general y de tirada nacional fundado en 1998

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En 1970 José María Castellet publicaba una antología lírica, «Nueve novísimos poetas españoles», donde un joven grupo de poetas reivindicaba, sin complejo alguno y rechazando la poesía social de la generación de 1950 la sibarita expresión de la belleza ideal, la fascinación hacia el modernismo neorromántico, el imaginario referencial del mundo grecolatino y un culturalismo exquisito. Junto a Vázquez Montalbán, Martínez Sarrión, José María Álvarez, Félix de Azúa, Gimferrer, Molina Foix, Ana María Moix y Leopoldo María Panero figuraba Guillermo Carnero (Valencia, 1947), quien había publicado un poemario, «Dibujo de la muerte», donde mostraba ya una voz personal, elaborada y «novísima». A ese primer libro le seguirían «El azar objetivo» (1975), «Música para fuegos de artificio» (1989), «Verano inglés» (1999), «Espejo de gran niebla» (2002) o «Cuatro noches romanas» (2009), que iban consolidando una trayectoria vinculada al rigor estilístico, el selecto cosmopolitismo y la temática idealista. Esta poesía deshumanizada, de característica frialdad vanguardista, responde a una modernidad que huye del apasionado sentimentalismo convencional, para emocionarse con la belleza nostálgica, la contemplación artística y la estetizante erudición. Quizá sea el poeta de su generación que se ha mantenido más fiel a estos postulados, ahondando en los perfiles de esta depurada lírica.
Atractivo de lo sintético
«Regiones devastadas» es así un poemario que recoge, con renovado ímpetu, obsesivos temas autoriales: el sentido identitario de la memoria, la arrebatadora fuerza del amor y la madurez inherente al paso del tiempo. Destacan poemas como «Villa de un magistrado en Macedonia», detenida contemplación de la belleza que anida en las ruinas del pasado; «Libro Primero de los Reyes», recreada escena bíblica del anciano rey David ante una atractiva joven; «Vejez de Juan Bautista Tiépolo», donde el clásico pintor rememora su vida, «Busto truncado de un desconocido», en estatuaria alusión a la figura de un patricio romano, cuestionada su existencia por siglos de olvido; «Remedia amoris», con Ovidio al fondo, y el amor físico arrasado por el transcurrir de los años; «Atardecer en Roma», bucólico paisaje de intencionado tono crepuscular; «Luis de Góngora, 1612» , emotivo retrato del genial barroco; o «Como un niño», entrañable evocación de los colores y destellos de la infancia.
En palabras introductorias al volumen, el propio poeta señala el carácter selecto de estos versos: «Para mí estos poemas han tenido y tienen el atractivo de lo elemental, lo sintético y lo pequeño, y el alivio de la fatiga de intensidad sostenida que producen, afortunadamente y en su terreno, los más extensos y unidireccionales». No extraña así el elogio de la escritura literaria que aparece en «Scripta manent»; el incisivo juego de identidades opuestas que aparece en «Dióscuros» ; el majestuoso poder de Poseidón en su «Promontorio de Sunion»; o el claro simbolismo de lo agónico en «Árbol de otoño». Todo este imaginario, que habita las devastadas regiones de un pasado mítico, de ruinas sobrevivientes y textos clásicos, recala en los seductores versos de «Para una tumba en Génova». Con un total dominio de la cadencia rítmica y la renovada expresión de una iconografía culturalista, este poemario de Carnero representa una fiesta de la inteligencia, el conocimiento y la sensibilidad.