El escritor que nadie entiende
«Ulises» es la descripción de un solo día, el jueves 16 de junio de 1904; un día de las vidas mezcladas y separadas de numerosas personas que deambulan, viajan, se sientan, charlan, sueñan, beben y ejecutan diversos actos fisiológicos y filosóficos, importantes e intrascendentes, durante ese único día y las primeras horas de la madrugada siguiente en Dublín» Es la síntesis de Vladimir Nabokov de una obra que causó furor y controversia, que fue amada y despreciada, de la que se han escrito infinitas páginas pero sobre la que surgen aún libros interesantes. Como este, fenomenal, que aglutina textos de 1965 y este siglo (traducción de Regina López Muñoz) e imágenes en torno a cómo publicó James Joyce «Ulises» cuando vivía en París, donde se había instalado en 1920. Exiliado muy pronto junto a su mujer Nora en Trieste y Zúrich, lo cual no impidió que su intención fuera ante todo ser un artista irlandés, como señaló su biógrafo Richard Ellmann, Joyce llegaría a la capital francesa con el «Ulises» casi listo. El destino le tendría reservada la entrega y adoración de la editora Sylvia Beach, que lanzaría al mundo una novela que sería tildada de pornográfica (por ejemplo, en Estados Unidos, no podría ver la luz hasta 1934) y cuyas circunstancias se detallan en un escrito de V. B. Carleton, quien habla de un Joyce casi ciego y apenado por la esquizofrenia de su hija Lucia.
Fotografiando al genio
Asimismo, Simone de Beauvoir recuerda en el prólogo el día de 1939 que la fotógrafa Gisèle Freund la invitó a ver, en la librería de Adrienne Monnier, La Maison des Amis des Livres, su serie de retratos de escritores, en un época en la que «pese a los nubarrones que se cernían sobre Europa y el mundo, la literatura seguía siendo la refulgente estrella que guiaba nuestras vidas». Entre aquellos retratos, estaban los seis que se reproducen en este libro y que le costaron hacer lo suyo, pues Joyce se hizo de rogar al comienzo; lo explica en «Fotografiar a Joyce», y la pequeña crónica resulta apasionante sobre las maneras exquisitas y supersticiosas del autor del «Retrato del artista adolescente». El libro se completa con un ensayo de 2003 de Catherine Turner, «Cómo disfrutar la gran novela de James Joyce, "Ulises"», una serie de claves para leer lo que Virginia Woolf calificó de «gloriosa derrota» y Borges, de «largo poema en prosa».