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El místico ya no tiene secretos

El místico ya no tiene secretos
El místico ya no tiene secretoslarazon

Se cumple el presente año el séptimo aniversario de la muerte de Ramon Llull (Palma, 1232-Túnez, 1316); filósofo, teólogo, escritor, místico e infatigable aventurero, su mítica personalidad ha oscilado entre el reconocimiento a su poligráfica labor intelectual y una imagen de atrabiliario, mixtificador y extravagante pensador, de errática creatividad y excéntrico proceder. ¿Quién fue realmente ese Raimundus Lullius de la tradición cultural latina, o el Raimundo Lulio de la denominación castellana? La respuesta está en una definitiva biografía: «Ramon Llull. El mejor libro del mundo», de Fernando Domínguez Reboiras (Santiago de Compostela, 1943), profesor de la Universidad de Friburgo, de formación filosófico-teológica, y uno de los máximos especialistas en la ingente obra luliana. Con una metodología que combina el biografismo anglosajón con el riguroso documentalismo germánico, este decisivo estudio aborda en paralelo el recorrido vital del genial escritor con el desarrollo de su obra teórica y literaria. El subtítulo se refiere a la ambición de Llull por lograr una visión generalista, global, íntegra y totalizadora de la vida humana, expresada en «el mejor libro del mundo» que, en definitiva, acabaría siendo la expresión de una escritura compulsiva e incesante, el resultado de un extenso discurso racionalista y espiritual a la vez. Nacido en el seno de una acomodada familia mallorquina, Llull experimenta, ya con treinta años, casado y con hijos, una singular conversión religiosa a través de varias conmovedoras visiones de Cristo crucificado, que le llevarán a un retiro meditativo al insular monte de Randa, donde culmina su «iluminación», un coherente cuerpo doctrinal y teórico con el que se prueba la exclusiva autenticidad del cristianismo y el predominio de lo divino sobre lo humano.

Mesiánica revelación

Este sistema de pensamiento, su plasmación literaria y hasta gráfica, mediante conceptuales círculos concéntricos, el conocido como «Arte» luliano, tendrá en su autor una clara voluntad difusora y proselitista, propagando esta mesiánica revelación entre el judaísmo y el islamismo, durante décadas en todo el Mediterráneo occidental de la segunda mitad del siglo XIII y principios del XIV. Contamos actualmente con adecuadas ediciones de esta oceánica producción literaria; especialmente asequible y recomendable es la Obra escogida de Penguin Books, con estudio introductorio de Miquel Batllori y en traducción al castellano de Pere Gimferrer, quien ha señalado que «Llull es por sí solo toda una literatura». De formación autodidacta, aunque con sólidos conocimientos sistemáticamente adquiridos de Filosofía, Teología y Retórica, nuestro escritor huye de la académica e impenetrable especialización científica: «El Ars luliana pretende ser una nueva ciencia universal, un nuevo método para todos, fácil de aprender y, por ende, fácil de comunicar. Esta clara reivindicación luliana frente a una especialización demasiado estrecha y elitista explica la esencia de su ideario».

Esto conduce a una modélica imbricación entre rigurosa cultura y popular divulgación de la misma, sorprendente en quien fuera contemporáneo del elevado y exquisito Dante Alighieri. Con una amena agilidad expositiva, se van aquí glosando y comentando los orígenes y recepción de las más destacadas obras del biografiado: desde la «Vida coetània», relato autobiográfico dictado por Llull a «un anónimo discípulo, a Fèlix o Llibre de meravelles», historia itinerante de un viajero que intenta comprender la relación entre lo divino y lo humano; pasando por los aforismos místicos del «Llibre d’amic e amat»; «el Llibre de l’orde de cavalleria», donde se postula una cierta violencia evangelizadora; una novela, «Blanquerna», de un curioso realismo simbólico; o el «Llibre de contemplació en Déu», donde se conjugan conceptos bíblicos con la filosofía griega y la escolástica tradicional. Y todo ello encarado a los numerosos viajes y entrevistas de Llull con diversos reyes y papas, participando en concilios, cruzadas y expediciones misioneras, bajo la eterna pretensión divulgadora de ese original e inigualable «Arte» filosófico, que acabaría siendo para su autor un peculiar «ars vivendi», un arte de vivir.

El placer de entender

En esta minuciosa biografía se desgranan jugosas –que no banales– anécdotas y peripecias, como el momento en que Llull es apuñalado por un esclavo y a la vez maestro suyo por una disputa religiosa, o el permiso que solicita y obtiene del rey Jaime de Aragón para predicar en mezquitas y sinagogas de sus dominios; destacando además los aspectos cruciales de la ideología luliana: su idiosincrático misticismo, centrado en «el placer espiritual de entender», en posible detrimento de la fe misma; su constante alerta ante el peligro de fragmentación de la Cristiandad; la convicción de que la prédica evangelizadora debía ser contundente pero amena, como lo prueba la graciosa ingenuidad narrativa de su literatura, conformando una prosa fluida, moderna en su tiempo, perfectamente vigente en el nuestro; la detallada relación de su testamento, cuando buena parte de sus bienes se habían empleado ya en su empeño cristianizador de tantos años; su impecable e implacable metodología teórica sustentada en el estudio y la meditación; la confianza, mucho antes de la aparición de la imprenta, en los libros como potentes difusores universales de integradoras y esenciales ideas; o la variopinta cultura de quien escribía indistintamente en catalán, occitano, árabe o latín. Una definitiva visión, en fin, de quien supo vivir apasionadamente, con el logrado deseo de morir, textualmente, «en un mar de amor».