Crítica de libros

Entre cuerdas y teclas

Entre cuerdas y teclas
Entre cuerdas y teclaslarazon

Señalaba E.M. Forster en su celebrado ensayo «Aspectos de la novela» que ésta debía observar rigurosamente los conceptos de «pattern and rhythm»; es decir, contener una forma ambiental, una atmósfera plástica de intensa densidad emotiva, combinada con un ritmo interno, con una conseguida musicalidad espiritual. Ésa es la esencia del argumento narrativo, más allá de lo que sucede concretamente en una historia. La trama se convierte así en la vestimenta de una ficción intimista, simbólica y sentimental. Lo sabe muy bien Toni Montesinos (Barcelona, 1972), quien en «Hildur» explora la relación amorosa entre el pianista Hans y la violinista que da título a la novela, ambientada en la Islandia contemporánea y construida como la crónica sensible y pormenorizada de un enamoramiento de largo recorrido, que deriva en una meditación existencial, en un fabulación neorromántica y en una lograda teorización estética. La dedicación musical de ambos protagonistas va pautando un tempo narrativo marcado por la soledad de Hildur ante la muerte de Hans. Los objetos de una vida en común, los recuerdos compartidos, la intensa sexualidad evocada son los referentes que flotan junto a las partituras de Bach, Schumann o Vivaldi. En un universo conformado por pequeñas aunque relevantes anécdotas cotidianas, el misterioso ambiente del nórdico sol de medianoche o las peripecias de las diversas actuaciones profesionales, estos personajes se funden en una obsesiva relación en la que vida y muerte, realidad y ensoñación adquieren una clara dimensión metafísica.

Entre la consoladora literatura de Séneca u Ovidio, y oscuros arcanos aritméticos transcurre un inextinguible desamparo: «Para Hildur, aprisionada en la terrible sensación de que el número siete es la repetición de toda la negrura pasada, la fotografía es sólo una gran mancha amarilla en la pared, un inhóspito desierto de soledad, el infierno por donde se pasea Hans buscando la salida de su muerte» (pág. 105). Es ésta una novela para recuperar el placer de la calmada lectura, paladeando sus innumerables matices, gozando de su inteligente sensibilidad y lograda excelencia.