Hamster acorralado
No sé por qué la lectura de este doble poemario de Andrés Neuman me evoca a un hámster acorralado en su espacio doméstico, sin otra perspectiva que la pura contingencia de chupar rueda. De entrada, nos avisa: «No sé por qué venero la pornografía (...) mi parte fugitiva se complace / espiando al que no soy / fornicando sin mí / veo reflejos / perversiones caseras / feliz de estar aquí con nadie».
La ironía no parece ser un recurso literario, sino la esencia de un mundo cercado, que ni siquiera es egocéntrico, dada la descomposición interna, y donde no sólo no se hace pie, sino que, además, es «como si cada pie / tuviera un plan opuesto». Pese al aparente minimalismo y bien dosificado realismo-sucio («puto cuadro», «caga con lentitud»...), hay una muy urdida polifonía de registros, destinada a una poética de la seducción –etimológicamente: «hacerse signo»–.
En el primer libro se constata que todo es una banal homeóstasis: «Confundimos el cuerpo con su radiografía», «ay posmodernidad estómago de sí», «las experiencias entran / y salen por ventanas enfrentadas», etc. El segundo, un sugerente relato en verso, homologa a la sociedad actual con un incorregible patio de locos. Al cuerdo sólo le resta hacer como el perro que sestea en la puerta, «ahí sin más ahí / no suplicando nada / ladrando como un póstumo».