La fría venganza del cómic: ya es alta cultura
Mary y Bryant Talbot, padre de la novela gráfica británica, y Matt Kindt recuerdan en Barcelona cómo ha pasado de apestado a género adorado por las élites
Creada:
Última actualización:
Mary y Bryant Talbot, padre de la novela gráfica británica, y Matt Kindt recuerdan en Barcelona cómo ha pasado de apestado a género adorado por las élites
Cuando Matt Kindt, autor de la emblemática «Superspy», iba al colegio sabía muy bien una cosa, que lo mejor era no decir nada de su afición a los cómics o podía pasarlo mal. «Todos los profesores los odiaban y te los quitaban con desprecio cuando te veían con ellos». La situación no mejoró en la universidad, «incluso en Bellas Artes, cuando me pedían un proyecto, sólo podía poner viñetas pequeñas en los bordes de los cuadros para quitarme el gusanillo. No hubiesen entendido que me centrara en ello». Qué tiempos aquellos, porque ahora, en el mercado anglosajón, el cómic y la novela gráfica son desde hace ocho años el género que más crece en el sector editorial y el prestigio del cómic está por las nubes.
Lo mismo le ocurre al matrimonio formado por Mary y Bryant Talbot. Él está considerado el padre de la novela gráfica británica y ella es académica especialista en educación, además de guionista y poeta. «Ahora nos invitan mucho más a festivales literarios que a específicos del cómic. El interés y la repercusión del género gráfico ha crecido de forma radical. Es un formato tan directo y emocional de contar historias que no puede ser de otra manera», comentan los Talbot.
- Contra los prejuicios
En 1995, con la publicación de «Historia de la rata mala», una historia sobre abusos a menores, Talbot consiguió un hito en el género, que un cómic fuera instrumento de concienciación social y hoy día incluso se utiliza en escuelas y centros de ayuda a víctimas. «Quería escribir una historia sobre Beatrix Potter, pero su vida era terriblemente aburrida. Un día me encontré en el metro a una chica, sentada en el suelo, que se resistía de un hombre barbudo de asuntos sociales que quería llevársela. Imaginé entonces la historia de una niña que se escapa de casa y viaja a Londres. Pensé entonces por qué se había escapado de casa y surgió el abuso a menores. Y cuando esto apareció, era demasiado importante para convertirlo en anécdota y se convirtió en el tema del libro», señala Talbot.
Estamos hablando de hace más de 20 años, cuando prácticamente no se hablaba del tema. El libro ayudó a dar visibilidad al problema. «Es la historia de la que más orgulloso me siento. Todavía hoy recibo cartas de lectores dándome las gracias y sigue en imprenta en todas partes del mundo», recuerda Talbot.
En esa época, en el otro lado del charco, Kindt salía de la universidad con ganas de reivindicar el cómic como la mejor vía de expresión para contar historias. «Me había cansado de los superhéroes y buscaba referentes más adultos que explorar. Ahí encontré a gente como Daniel Clowes o Chris Ware y vi que había nuevas vías que investigar. A partir de allí hasta recuperé mi afición por el género de super héroes, al que ahora contribuyo», señala.
Algo similar le pasó a Talbot. «En los 70, los cómics eran muy blancos, a penas había sangre, no se insultaba y las historias eran aburridas. En el cine había películas como “El Padrino” o “Apocalypse Now” y quería trasladar esa sensación de urgencia y vida al arte secuencial», asegura. De ahí nació «·Las aventuras de Luther Ashwright», de la que Norma acaba de publicar su integral y que se considera la primera novela gráfica británica.
Ahora ocurre lo contrario, el cine va detrás del cómic. Sólo hay que mirar las carteleras. «Tengo ofertas de adaptación, pero yo sólo quiero dibujar cómics, no quiero caer en la tentación de Hollywood», afirma Kindt, de la que Ridley Scott ha adquirido los derechos de adaptación de «Mind MGMT».
Grandes mujeres de la historia
El Salón Internacional del Cómic de Barcelona abrió ayer su 35 edición y lo hizo con los Talbot como estrellas. Presentaban «La virgen roja» (en la imagen), biografía gráfica de Louise Michel, profesora, poeta, pero, sobre todo, luchadora por los desfavorecidos en la época de la comuna de París. La novela sigue a otro clásico de la pareja, «Sally Heathcote: sufragista», sobre la lucha de los derechos de las mujeres.