La isla de los ensayos literarios
«Escribir» disecciona el proceso creativo de Stevenson
Sólo vivió 44 años y, además, sufriendo constantes problemas de salud desde niño, pero nada de eso le impediría viajar por todo el mundo y entregarse a la literatura con una intensidad inigualable. Hablamos de R. L. Stevenson, el creador de «La isla del tesoro» y «El doctor Jekyll y míster Hyde». Pero también de otras novelas, cuentos y poemas, e, incluso, de ensayos como los que ahora publica Páginas de Espuma, titulados llanamente «Escribir». Esta faceta, junto a la poética, va obteniendo cada vez más eco, como atestigua esta selección de Amelia Pérez de Villar, que ha reunido los «ensayos sobre literatura» que Stevenson ofreció a periódicos y revistas de 1879 a 1887. Divididos en tres secciones –«La escritura», «Los libros», «Los escritores»–, el volumen proporciona reflexiones sobre el arte narrativo, divagaciones sobre los libros que le influyeron –«Hamlet», el D'Artagnan de «El vizconde de Bragelonne», los «Ensayos» de Montaigne, los Evangelios...–, apuntes de cómo concibió sus historias y apreciaciones de autores como Dumas, Verne, Poe, Whitman o Hugo.
Ya en su día Stevenson pareció lamentar haber obtenido fama por una obra fundamentalmente, de ahí que en el texto «Mi primer libro: "La isla del tesoro"», dijera que «yo no sólo soy novelista, pero soy bien consciente de que mi pagador, el Gran Público, contempla el resto de mis escritos con indiferencia, si no con aversión». Esta percepción hoy en día está muy lejos de ser cierta. En su biografía del escritor escocés, G. K. Chesterton ya dijo que la crítica de su época había subestimando sus ideas al fijarse tan sólo en su vida pintoresca; y, ciertamente, lo fue, pues Stevenson huyó de su familia y su futuro como constructor de faros en Edimburgo, evitó permanecer en un mismo lugar padeciendo sus problemas de salud –«Fue a donde fue en parte porque era un aventurero y en parte porque era un inválido», dice el biógrafo inglés– y encontró la muerte en una isla de la Polinesia.
Origen de una obra
El aliciente de «Escribir» es que hay una mayoría de páginas desconocidas para el lector español, como las que dedica al carácter y a las opiniones de Henry David Thoreau, a François Villon, «estudiante, poeta y ladrón» o al diarista Samuel Peppys. A las que se añadirían otras de interés por su obra –«Cómo se gestó "El señor de Ballantrae"»– y otras en relación con su irresistible personalidad, tituladas «Cómo aprendió Stevenson a escribir, de modo autodidacta», que empiezan aludiendo a la fama que se labró en la infancia y la juventud: «Yo era conocido –y destacaba por ello– por ser un haragán. No obstante, estaba constantemente ocupado en lo que era mi personal propósito, que era aprender a escribir». Y a fe que lo hizo.
De viaje con una burra
Stevenson viajó mucho y dejó prueba de ello en varios libros. En «El emigrante por gusto» relataba su experiencia a bordo de un barco rumbo a los Estados Unidos. «En Praderas y bosques» también recogía las impresiones sobre ese país. Con anterioridad ya había escrito «Virginibus puerisque y otros ensayos» y un par de crónicas de sus visitas europeas, como «Viajes con una burra» (1879). Pero el más famoso de estos libros es el fundamental «En los mares del sur».