Literatura
La otra mujer
El incesto ha sido una presencia constante en la literatura de forma velada, sublimada, reprobada o utilizado también como doloroso material autobiográfico. Para muestra sirvan dos ejemplos recientes, de gran altura, como el de Donna Tartt en «El secreto» (Lumen) o el de Christine Angot en «Un amor imposible» (Anagrama). Una vez más, el presente libro se sirve de una presumible experiencia real narrado por una novelista norteamericana de la que no han trascendido más datos que los que su editor, Lorin Stein, ha tenido a bien contar: que no duda de su veracidad porque se entrevistó con amigos que le confirmaron los abusos a los que fue sometida y que se trata de una escritora con un gran bagaje literario.
Se puede esperar que haya un homicida en un libro de asesinatos y asumimos conocer genocidios a través de las historias bélicas, pero leer a una autora que fue violada por su padre desde los 3 años hasta los 20, de forma continuada, con la connivencia de su madre y demás familiares, hasta llegar a desarrollar una suerte de síndrome de Estocolmo, no deja de remover el hígado.
Con una prosa clara y urgente, en este libro que no tildaremos de «alta narrativa» pero sí de edificante por el hecho que evidencia –sea cierto o inventado, qué más da, si es literatura–, podemos leer frases como: «Para mi madre yo era la otra mujer. Alguna vez me dijo que preferiría que no hubiera nacido». En otro pasaje, narra cuando, a la edad de 8 años, al mudarse de casa, «Asumí que la habitación grande era para mi padre y para mí y que mi madre dormiría en otra habitación». Asistimos a la arista más pantanosa del libro cuando la autora reconoce que llegó incluso a disfrutar del sexo incestuoso y parece convencida de haber tenido tanto poder sobre él como el que su progenitor ejerció sobre ella: «Mi padre es mi secreto. Que me violó es mi secreto», escribe. «Pero el secreto bajo el secreto es que a veces me gustaba», se puede leer en estas páginas. No obstante, llega a incomodar claramente que trate de convertir al lector para su propia «causa». Si tienen ustedes estómago suficiente para leer estas páginas, adelante, aunque quedan avisados. Después querrán apartarse de las imágenes que emergen de ellas, insisto, sean ciertas o por el contario resulten completamente inventadas.
✕
Accede a tu cuenta para comentar