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La utopía sube a escena

larazon

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Desde antiguo, el teatro es una de las formas de realizar la utopía de la máscara y del extrañamiento. Bajo el signo de Dioniso, dios placentero y sufriente a la par, extraño y cercano, la máscara nos permite ser otros y realizarnos en la piel de hombres, dioses y animales. El dios del teatro también nos acerca una utopía de subversión que, desde su origen griego, permite a los comediantes hablar con entera libertad y convierte a los esclavos en amos y a los débiles en poderosos. De ahí su fuerza en sociedades totalitarias, que se ve en la reutilización del viejo arte de la tragedia: mientras en 1939 entraban las tropas de Franco en Barcelona, Espriu escribía su Antígona, la de Anouilh se estrenaba en París en plena ocupación alemana y la de Brecht recogía toda la desazón del inmediato postnazismo. Luego, en pleno Verano del Amor, el grupo de teatro experimental por excelencia, el Living Theatre, representaba esta Antígona, entre otros lugares en Barcelona. El grupo fundado por Beck y Malina nació como alternativa utópica no sólo frente al teatro institucionalizado de Broadway sino también como vía para realizar la revolución a través de su modo de vida alternativo a la sociedad, comunitario y libre.
Y nadie mejor para hablar del teatro experimental como revolución y utopía que Carlos Granés, autor versado en la confluencia entre artes, antropología, psicología y política en Europa y las Américas, que publica un sugerente ensayo sobre el «Living Theatre» como revulsivo artístico y social que presenta un estudio de esta experiencia y, por extensión, de su relevancia sociopolítica en los 60 y 70. El libro está estructurado en dos partes que, siguiendo un esquema popperiano, estudian la actividad del grupo en dos obras y momentos clave de su historia: su espectáculo «Paradise, now» en EE UU, una sociedad abierta (en 1968, durante el mayo francés, habían ocupado el teatro Odeón de París con esa obra) y las consecuencias de su obra «El legado de Caín» en Brasil durante la época de la dictadura. Tanto la expulsión del grupo por la junta militar como las denuncias o las escisiones en EEUU, como dice el autor, que «lejos de liberarnos del conflicto, la cultura nos hace propensos a él», en una rica dinámica de tensión entre lo viejo y lo nuevo que ha permitido avanzar a la sociedad a lo largo de la historia. El arte de Dioniso sigue provocándonos para el mejor conocimiento humano a través de la escenificación del conflicto, y lo antiguo deviene un desafío que sigue siendo actual: cuando The Performance Group presentó en Broadway su «Dionysus in 69», dirigido por R. Schechner el despedazamiento de la sociedad preconizado por Eurípides inauguraba una nueva utopía teatral, de la que hoy –como del Living Theatre– aun vivimos.