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Lisbeth vuelve a la vida

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La mayor virtud de Stieg Larsson en su trilogía «Millenium» fue transformar el melodramático personaje de Lisbeth Salander, la huérfana de los folletines decimonónicos, en una contestataria punk que domina el mundo del «pirateo» informático. Ella es la cara oscura del protagonista Mikael Blomkvist. Una recomposición de la típica pareja policíaca, representada por los clásicos detectives suecos Per Wahloo y Maj Sjowall: un personaje analítico y el otro de acción. Blomkvist trabaja a la luz del día denunciando los tejemanejes de los poderosos y las confabulaciones de las grandes corporaciones económicas; Salander descubriendo en la «red oscura» de internet las asechanzas de los malvados, utilizando sus mismas armas para vengarse. En fin, el idealista que busca la verdad y lucha contra la injusticia, la intolerancia y la corrupción, y la heroína que brega con el trabajo sucio.
No fueron los novedosos argumentos de Larsson y su convencional asesino en serie a lo Hannibal Lecter los que le dieron fama mundial, sino la concepción de la pareja protagonista, complementaria, con su doble personalidad y la contraposición del héroe luminoso con el antihéroe sombrío. Así, cuando los herederos de los derechos de autor de Larsson decidieron continuar la saga con una secuela, el autor contratado debía enfocar el nuevo relato partiendo de la dicotomía esencial de estos dos personajes que, en su simplicidad, no requerían más que un empujón para volver a la acción.
Esta ha sido la virtud de David Lagercrantz, crear una intriga centrada en el mundo de internet, donde los «hackers» trafican con información sensible, espían y manipulan las redes interconectadas de las mafias y las agencias estatales corruptas, enmarañadas en la tela de araña de internet que es donde se libra la batalla crucial. La metáfora del periodismo de papel, que representa Blomkvist, en fase terminal, y las nuevas tecnologías y su «Darknet», repleta de friquis espiando y manipulando la red al servicio de intereses espurios estatales y corporativos, es la cara oscura que encarna Salander. Rebelde como Pippi Calzaslargas, vengativa como Swap de «Los Vengadores» y con el corazón de Eduardo Manostijeras.
Una trama tras otra
La gran virtud de Lagercrantz ha sido elaborar una intrincada trama repleta de subtramas que se van entretejiendo hasta convertirse en una tupida red de misterios que Blomkvist tratará de sacar a la luz con sus investigaciones periodísticas, y la ayuda de Salander, «hacker» y heroína de acción. Lo mejor, el personaje del profesor Balder y su hijo autista, un «savant» que como testigo mudo centrará este emocionante thriller de acción. La inteligencia artificial, el submundo sin ley de internet y las pugnas digitales hacen de la novela el acontecimiento popular del año.
Que la novela funcione se debe al dominio literario de Lagercrantz y al binomio Blomkvist-Salander. Ambos poseen personalidades asentadas, especialmente Salander, que figura ya como un icono posmoderno.