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Los exilios de una familia del siglo XX

Los exilios de una familia del siglo XX
Los exilios de una familia del siglo XXlarazon

Francine du Plessix Gray necesitó varias décadas tras la muerte de su «extravagante madre rusa» y de su querido padrastro en 2001 para decidirse a escribir esta «Memoria de mis padres», subtítulo de «Ellos» que aparece en el interior del libro. Ellos son su madre, Tatiana du Plessix Liberman, procedente de una familia de intelectuales y artistas que se convirtió en un icono de moda de su generación y fue durante varios años la musa amadísima de Vladímir Maiakovski, el poeta de la revolución bolchevique; su padre, el vizconde y diplomático Bertrand du Plessix, que murió luchando con las tropas francesas durante la segunda Guerra Mundial, y su padrastro, Alexander Liberman, mago de la industria editorial americana e hijo de Simon Liberman, autor de «Construyendo la Rusia de Lenin». Y también Alexandre Yacovlef, multifacético artista y explorador, autor de un conocido retrato al óleo de Anna Pávlova, el tío que acogió a su madre en París y el que «creó» al personaje en que se convirtió hasta el fin de sus días.

La historia de esta peculiar familia va aflorando a veces de manera cronológica, a veces emocionalmente: la vida y la obra de Maiakovski y el desarrollo de la Revolución Rusa, el padre de Liberman y su relación con Lenin, el estallido de la Segunda Guerra Mundial y su repercusión entre los civiles franceses, la vida de los exiliados rusos en Estados Unidos. Y un sinfín de historias personales ligadas a las calamidades de un siglo en el que los exilios y las huidas, el hambre y la precariedad, obligaban a coger trenes abarrotados y barcos a la meca de la libertad americana.

Cómo no hablar de tan variopintas personas cuando además se ha investigado a fondo y se han recabado cartas, telegramas, noticias, libros. Su documentación es exhaustiva y durante buena parte del libro su propia historia parece olvidarse entre tanta celebridad y talento familiar, solo esporádicamente aparece la niña de cuatro años que espera a su padre que está en el frente, o la de siete que está al cuidado de amigos o familiares lejanos añorando a sus progenitores. Una constante en la vida de la autora: la facilidad con que se la dejaba al cuidado de otros y el casi continuo sentimiento de abandono familiar que acompañó su existencia.

Desarrollar el duelo

Solo en la última parte va adquiriendo relieve su propia vida. Es durante su adolescencia y juventud en Nueva York, cuando ella va ocupando un lugar en la de esos especiales padres, siempre con deudas pero sin dejar de practicar una intensa vida social. Francine cita varias veces a Freud y sus ideas sobre el desarrollo del duelo. Este libro apasionante, tan lleno de historia y de historias que a veces resulta apabullante, es el llanto debido, el reconocimiento a lo que fueron, la aceptación de las mentiras y pequeñas miserias y una búsqueda de la identidad. Ella fija sus nombres y sus vidas como si lo hiciera en una lápida para recordarlas teniéndolas presentes, y en algún momento describe su obra como «una historia familiar sobre los diferentes modos de exilio».