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Luis Alberto de Cuenca: «Los poetas no tenemos abuela»

Luis Alberto de Cuenca / Escritor. Y humanista, como a él le gusta que le definan. En sus manos y en las de Alicia Mariño ha descansado la versión de «Numancia» con la que el Español homenajea a Cervantes
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Escritor y humanista, como a él le gusta que le definan. En sus manos y en las de Alicia Mariño ha descansado la versión de «Numancia» con la que el Español homenajea a Cervantes
Como no podía ser de otra manera, el Teatro Español tenía que sumarse a los actos del IV Centenario de la muerte de uno de sus más ilustres vecinos y lo está haciendo por la puerta grande con «Numancia», una versión de la tragedia «El cerco de Numancia», realizada por el poeta Luis Alberto de Cuenca y la filóloga Alicia Mariño, a instancias de Juan Carlos Pérez de la Fuente, que la dirige. Esta tragedia, basada en hechos históricos, profundiza en valores arraigados en nuestra historia y presenta al Cervantes dramaturgo, menos conocido que el novelista.
–¿En qué ha consistido la adaptación de Numancia?
–Alicia Mariño y yo hemos intentado llegar al fondo del mensaje contenido en esa botella arrojada al mar que es la Numancia cervantina y trasladarlo al siglo XXI.
–¿Qué dificultades han tenido?
–Numancia es una obra plúmbea que había que limpiar de hojarasca retórica y conducirla a un plano de claridad donde resplandeciesen más y mejor sus muchas virtudes dramáticas.
–¿Qué han mantenido, qué han eliminado o añadido?
–Hemos eliminado todo aquello que pudiera alejar al lector actual de la acción desarrollada en la pieza. Y hemos añadido todo aquello que había que añadir para que el mensaje cervantino llegue íntegro e impoluto al espectador actual.
–¿Qué es Numancia respecto a España?
–Un símbolo de lo hispánico. La resistencia, la obstinación, el empecinamiento que caracteriza nuestro linaje. No estoy seguro de que esa inmolación colectiva sea opuesta al individualismo, que es marca de la casa. El protagonista de la pieza no es el pueblo numantino como tal, sino todos y cada uno de los numantinos.
–¿Qué valores (morales, políticos, personales) representa?
–Libertad y dignidad son los motores que activan la acción del drama.
–¿Pueden encontrarse estos en la España de hoy?
–Los valores morales son permanentes. Suele pensarse que la época que le ha tocado a uno vivir es especialmente desalmada, vacía de contenidos éticos. Y es una falacia pensar así.
–¿Hay un especial protagonismo de las mujeres?
–Las mujeres en Cervantes son siempre importantísimas. Es el primer autor que se resiste en serio a aceptar los roles tradicionales del hombre y la mujer. Se rebela contra eso. Las mujeres de Cervantes son herederas directas de la Gran Diosa que regía la espiritualidad del hombre primitivo, modelos privilegiados del Eterno Femenino goetheano.
–¿Qué le parece Cervantes como dramaturgo? No ha sido muy valorado.
–Cervantes quiso triunfar en el teatro y se encontró con que sus fórmulas dramáticas estaban, al contrario que las de Lope, ancladas en el pasado. Pero, por otra parte, tenía un concepto del teatro muy moderno, muy épico, muy brechtiano, que no podía, lógicamente, ser comprendido en la época que le tocó vivir.
–¿Y como poeta? ¿Cómo son los versos de Numancia?
–Hay de todo en Numancia: versos muy hermosos y versos muy torpes y carentes de gracia. Cuando, en «El viaje del Parnaso», arremete contra sí mismo diciendo que el cielo no le había concedido la gracia que debe acompañar al poeta, lo dice de manera irónica. Los escritores somos unos mentirosos redomados.
–La obra es anterior a «El Quijote». ¿Ya se adivina algo de él?
–Mucho. También a «El Quijote» es un canto a la libertad y a la dignidad humanas. Alicia y yo hemos procurado en nuestra versión subrayar en los dos personajes nucleares, el Hombre y la Mujer, esa dicotomía cervantina que se haría ejemplar en la historia del ingenioso hidalgo.
–En la presentación de la obra hablan de «un escritor de una modernidad estética y moral incontestable».
–Es que lo es. Cervantes es nuestro contemporáneo, y su estética y su moral son ucrónicas y, por tanto, también de ahora mismo.
–¿Era este un homenaje necesario en el teatro del barrio donde vivió y murió?
–Necesario e imprescindible. Cada noche don Miguel se nos aparece en el patio de butacas corrigiendo tal o cual cosa. Y nos dice que vamos por el buen sendero. Que no le disgusta nuestra lectura rompedora de su Numancia.
–¿Se está celebrando bien el aniversario de su muerte, o es insuficiente?
–Siempre es insuficiente lo que pueda hacerse por honrar la memoria de alguien como Cervantes.
–¿Detrás de un escritor hay siempre un lector voraz?
–Sin duda. Leer es una operación intelectual infinitamente más atractiva, para mí, que la escritura. Que otros se enorgullezcan de los libros que han escrito –decía Borges–, que yo prefiero vanagloriarme de los que he leído.
–Aleixandre solía decir: «Los poetas somos el alma de los pueblos». ¿Es así?
–Y Hölderlin afirmó aquello de que was bleibt, stiften die Dichter («lo que permanece lo fundan los poetas»). Los poetas no tienen abuela.
–¿Tiene alguna utilidad la poesía para la gente? ¿Tiene la literatura un efecto transformador?
–La literatura ha de ser útil o no ser. Es el bálsamo de Fierabrás que cura las heridas espirituales.
–¿Cómo definiría su poesía? ¿Qué tipo de poeta se considera usted?
–La definiría como los costarricenses definen a su país: pura vida. Me considero un poeta útil, divertido, que escribe versos como portavoz de las alegrías y sufrimientos de los hombres.
–¿Escribir canciones es más rentable que la poesía?
–Si esas canciones se venden bien, sí.
–¿Qué tal su experiencia con la Orquesta Mondragón y Loquillo?
–Inmejorable. Lo he pasado muy bien con ellos. Loquillo, por ejemplo, es una especie de Doppelgänger mío: me siento enormemente cerca de su visión del mundo.
–¿Usted que ha diversificado tanto su actividad qué término prefiere: ¿humanista o intelectual?
–Humanista, sin asomo de duda.

El lector

Luis Alberto de Cuenca se considera «mal lector de prensa, tanto en papel como en soporte informático», ya que, dice, «no suelo comprar periódicos», aunque asegura que «de LA RAZÓN valoro el gran esfuerzo que hace en abordar temas históricos en sus páginas».