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Menuda panda de investigadores

Sophie Hénaff recupera a Anna Capestan y sus policías friquis en «Aviso de muerte»

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Sophie Hénaff recupera a Anna Capestan y sus policías friquis en «Aviso de muerte».

El debut de Sophie Hénaff con «La brigada de Anne Capestan» supuso una bocanada de aire fresco en la estancada atmósfera de la novela negra internacional. Aportaba frescura narrativa, un tono humorístico olvidado desde los tiempos del polar francés de los años cincuenta y la creación de una pandilla de friquis y colgados, convertidos por el tono ligero de su prosa en una loca academia de la policía francesa. Otras escritoras, como la norteamericana Cara Black y su detective parisina Aimée Leduc, y la australiana Kerry Green-wood, autora de la saga de la detective feminista Phryne Fisher, una flapper de los años 20, la precedieron dotando a la novela policiaca de humor y sofisticación femenina. Con «Aviso de muerte», Hénaff centra la acción en el asesinato del suegro policía de Anne Capestan. Todo un reto, cuya intención postrera es utilizar a la pandilla de Capestan como ariete del maquiavélico jefazo Buron: el gran maquinador. Si a esta banda formada por un ludópata, un gafe, una escritora de teleseries, un viudo gay, un alcohólico y otros policías raros y desobedientes se le une una rata policía y un loco que se cree D’Artagnan parece ya completo el equipo surrealista de Capestan. El recurso a la pandilla de «proscritos» está, en origen, en la literatura juvenil británica, tanto de Richmal Crompton, creadora de Guillermo, como del humor inglés de la productora Ealing, entre el absurdo cotidiano y la ingenuidad de la película «El quinteto de la muerte» (1955).

Sin distancia crítica

Sophie Hénaff se mueve en un registro más ligero, buscando el efecto inmediato del chiste excéntrico, pero sin perder coherencia en el relato policiaco. Y mantiene la lógica contraponiendo a la disparatada panda el personaje serio de la policía Anne Capestan. En esta entrega, Hénaff se plantea profundizar en el personaje oscuro de la capitana y redondear el único personaje de la saga que carece de sentido del humor y distancia crítica, cosa que si bien mantiene el equilibrio realista del relato –el payaso tonto frente al listo–, lo hace tan convencional como el de los detectives problemáticos que critica con desparpajo. Debido a esta decisión, mientras los personajes de la pandilla se van caricaturizando y los policías de élite estereotipando, la protagonista se abisma en su yo desconcertado y airea su faceta amorosa con su hermoso ex marido. Cosas del género, un idilio coartado en sus fines románticos, aunque le vendría mejor un meneo divertido al personaje. Que sea serio no significa que se lo tenga que tomar tan en serio. En cuanto a sus calidades morales, las dudas de Capestan son cada vez más desconcertantes. Se debate entre la verdad y el apaño circunstancial. Acaba resplandeciendo la verdad, pero cierto relativismo moral se abre paso y muestra resquebrajaduras inquietantes en la integridad de la protagonista. Este proceso es inverso a la pandi de friquis. Sus excentricidades no les impide comportarse como convencionales investigadores exceptuando algunas algarabías.

El conjunto de «Aviso de muerte» es placentero y la trama muy interesante, aunque le sobren explicaciones y flecos discursivos y le falte un final menos encajado a machamartillo.