Qué bestia eres, Mirko Zilahy
Vuelve el comisario Manzini, el único policía italiano que ha estudiado a los asesinos en serie en Quantico y que desde que ha vuelto a Roma parece que lo persiguen. «La forma de la oscuridad» es la continuación de «Así se mata en la oscuridad», un «giallo» con tendencia al «slasher» de Dario Argento. Famoso desde «Profondo rosso» (1975) por películas archiviolentas, hipersanguinolentas y megatruculentas, es pionero del cine de terror «splatter», donde las cuchilladas y la sangre buscan perturbar al espectador.
El «giallo slasher» es un género juvenil amado por sus excesos. Cada cuchillada se clava en el lector de forma descarnada y el sobresalto y el dolor imaginario que procura es un intenso placer sádico. Carente de culpabilidad porque solo es la representación de una fantasía descarnada.
La literatura de Mirko Zilahy hay que analizarla desde dos perspectivas: la recuperación nostálgica del «giallo slasher» y la estetización del asesino en serie. Motivos que la retrotraen al folletín decimonónico: una trama gótica con estructura de cuento de hadas, persecuciones en los alcantarillados bajo las termas de Diocleciano en Roma, malvados y romance ingenuo.
De entrada, exige al lector la completa supresión de la incredulidad ante las numerosas coincidencias. Pero, ¿quién busca verosimilitud cuando la truculencia se desborda y el crimen más abyecto le procura un goce perverso? De nuevo, el centro del relato lo ocupa el asesino en serie. Un monstruo tan fantaseado literariamente que se ha convertido en un icono del malvado posmoderno. Es decir, un «artista del terror», pues no solo mata de forma violenta, sino que, a partir de su estilización literaria y peliculera, ha hecho de la «instalación» posmoderna una obra del «post-arte»: la pose como hecho artístico y el mapa como representación cartográfica que ayuda al investigador a descubrir al asesino en el laberinto del subsuelo de Roma, donde se refugia. Si la Sombra escribía sus textos crípticos con el cuerpo y la sangre de los muertos, el Escultor de «La forma de la oscuridad» es un depredador que mata para instalar los cuerpos de sus víctimas siguiendo el arte clásico: Laocoonte y sus hijos, la Gorgona, el Minotauro, Medusa. Sus puestas en escena macabras lo convierten en artista del desasosiego.
Teorema geométrico
Literariamente, el «serial killer» es una representación de ficción, ajeno al vulgar asesino metódico real. Aquí un monstruo que lucha contra las quimeras mentales que lo asedian y que recrea esculturas –«obras de carne»– clásicas, con las que «reordena un universo simbólico organizado como un teorema geométrico» (sic). Zilahy es un narrador torrencial sin otro plan que el sensacionalismo: a cada golpe de efecto debe seguirle un drama, el romance más trivial y persecuciones de tebeo. Todo ha de resultar de una violencia desquiciada, como sus dos protagonista: Manzini y el Escultor. Y así, su afán de excitar la imaginación padece los mismo excesos de su imaginería literaria: «Un escalofrío como una dentellada de hielo»; «la cicatriz de la memoria».