¿Qué hace Sánchez Arévalo en Massachussets?
El director de cine, finalista del Planeta, desvela en «La isla de Alice» un misterio apasionante
El personaje de la novela de Sánchez Arévalo parece seguir al pie de la letra el consejo de la Alice de Carroll: «Siempre se llega a alguna parte si se camina lo bastante». Sánchez Arévalo, guionista y director de cine, resultó finalista del Premio Planeta 2015 con su novela «La isla de Alice», en la que este caminar es a la vez interior y exterior, con una bien construida narración en primera persona de su personaje, que sigue todas las reglas del thriller anglosajón respetando la cronología y la voz del narrador, y con un núcleo dialéctico de misterio. Aunque, en realidad, la novela sea una obra de iniciación y de exploración íntima.
Alice, con una niña de tendencias obsesivas, Olivia, y embarazada, recibe la noticia de que su marido, Chris, ha muerto en un accidente de coche. Pero el automóvil se encontró en una zona muy diferente de donde tenía que haber estado. La pregunta que se hace Alice es qué hacía Chris en aquella carretera, de dónde venía, y si esa inconsecuencia no era sino una luz que iluminaba otras zonas oscuras de la vida de su marido que ella nunca imaginó que existirían. De alguna manera, como explora Sánchez Arévalo en sus películas, Alice quiere encontrar su verdadero lugar en el mundo, descubrir su camino verdadero, aunque para ello tenga que caminar «lo bastante».
Alice quiere ser capaz de encontrar el camino de su país de las maravillas o de sus infiernos, pero ¿por dónde empezar? Y ahí Sánchez Arévalo encuentra su propio conejo guía del laberinto: los vídeos que graban tiendas, gasolineras, etc. Pidiendo o comprándolos va descubriendo la ruta que hacía el coche de Chris cuando estaba en su camino desconocido. Y así llega a Robin Island, que Sánchez Arévalo sitúa en Cape Cod, la costa de Massachussets plagada de idílicas islas y lugares de veraneo. Ella sabe que en aquella isla apenas poblada y donde las mujeres ocupan todos los puestos de responsabilidad está su secreto, el secreto de la otra vida de Chris.
En aquel lugar, donde Alice tendrá a su hija Ruby, emprenderá una investigación sobre todos sus vecinos usando micros y cámaras ocultas. Un mecanismo narrativo que permite a Sánchez Arévalo recobrar la figura del narrador omnisciente que tan habitual fue en el siglo XIX. Al fin, el misterio se descubrirá a los lectores, eso sí, tras una iniciación a otra forma de vivir y sentir que hará Alicia, y donde su «caminar lo bastante» la llevará a descubrir su interior isla del tesoro, su Moby Dick espiritual, pues Sánchez Arévalo cita varias veces en esta novela tanto a Stevenson como a Melville. Alice, al final, ha hecho su propio viaje por el país de las maravillas hasta ser capaz de llegar a su corazón.