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Un asesino muy intelectual

Un asesino muy intelectual
Un asesino muy intelectuallarazon

Es un tópico archirrepetido por artistas problemáticos y genios del arte alardear de que, de no haber sido por la literatura o la pintura, habían sido asesinos. De ser verdad, habría en los asesinos en serie novelísticos una parte de artistas frustrados que literaturizan su malestar para justificar sus crímenes so capa de una estética sublime. Unos lo expresan claramente; otros, no, pero todos son retratados en la ficción como seres superiores, con una inteligencia privilegiada y una capacidad de manipulación de la realidad que entronca con la fabulación del neurótico que es todo escritor. Así ocurre en «El estudiante», del prolífico y reconocido autor de novelas policiacas con fondo psiquiátrico y toques de intriga legal John Katzenbach. Soberbio urdidor de tramas policiacas con sencillos personajes cotidianos, a excepción del psicópata, dotado de una prodigiosa personalidad en algunas de sus novelas.

Cinismo humano

Las muertes que el meticuloso psicópata «estudiante 5» prepara para perpetuar su venganza criminal las considera más próximas a la obra de arte que al crimen. En esto sigue los patrones cínicos de ese elogio humorístico de Tomas de Quincey que es «Del asesinato como una de las Bellas Artes». A su lado, los personajes apenas logran sobresalir del retrato convencional que se requiere como oponentes dignos del maquiavélico asesino. Un ser tan retorcido que cada asesinato está tratado como una sofisticación intelectual que raya en la sublimidad artística. No hay pues oponente digno para este hombre que todo lo planifica matemáticamente. Quizá sea esta la razón de que sus contrincantes los conciba el autor como seres marginales tratando de salir de un estado de endeble inferioridad emocional. Todos ellos viven enganchados a una grupo de terapia que apenas sostienen sus egos malparados.

En cuanto a la radicalidad del asesino, no trata Katzenbach de trastocar emocionalmente al lector con sus brutales asesinatos, sino de excitarlos intelectualmente para demostrar que es un ser más que racional, capaz de las mayores atrocidades encubiertas bajo una barniz de cinismo calculador. Tiene razón Kaztenbach al ver innecesaria una construcción más elaborada de los antagonistas, pues «El estudiante» es lo opuesto al bien y el mal enfrentados por Holmes y Moriarty, dos genios que tratan de recuperar su yo, maltratado por un superyo megaexigente que los aboca a reincidir en las drogas o el alcohol.

Esa es la originalidad de la novela, enfrentar el mal al mal para obtener un bien superior, y el problema moral que plantea y resuelve el autor como un triunfo del grupo de terapia frente al individualista genialoide que sobrevive agazapado en esa otra marginalidad que es el lado oscuro de la sociedad, incapaz de eliminarlo mediante la justicia.