Una autopsia devastadora del sueño americano
Pocas veces ocurre que tanto los críticos como los lectores estén de acuerdo con respecto a la calidad de una novela. En el caso de «Libertad», de Jonathan Franzen, ocurrió: críticos y lectores coincidieron en que la novela era una obra maestra y que su autor, como tituló la revista «Time» el 31 de septiembre de 2010 (cuando «Libertad» fue publicada) era el «gran novelista americano»: un escritor capaz de contar, en seiscientas páginas, treinta años de vida de una familia del Medio Oeste y, de paso, la historia reciente de su país. Mucha de la fama de «Libertad» se debió a que se filtrara a la prensa que el presidente Obama, mientras pasaba sus vacaciones de 2010, le había pedido a su librero que le agenciara un ejemplar de la novela. Más allá de la anécdota, lo cierto es que Franzen, que ya había saltado a la fama en 2001 al llevarse el National Book Award por «Las correcciones», era un autor conocido para la mayoría de los lectores. Si en en este último libro, Franzen había diseccionado el entramado nefasto de una familia disfuncional, en «Libertad» dio un paso más para internarse en el matrimonio Berglund, una pareja formada por Patty, esposa y vecina perfecta, y Walter, un abogado ecologista y defensor del uso de las bicicletas que, junto con sus dos hijos, pretenden ser los amables contribuyentes de una sociedad que aún conserva ideales. Ideales que comienzan a resquebrajarse,con la llegada del nuevo milenio, la presencia de Bush hijo y que dejan al desnudo, en esta novela de Franzen destinada a ser un clásico del siglo XXI, cuál ha sido ese run run tenso, constante, que atravesó la cultura estadounidense en los últimos años y la llenó de malestar.