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Yo entono el «mea culpa»

Yo entono el «mea culpa»
Yo entono el «mea culpa»larazon

El gran mérito de esta «Lección de alemán» es que fue la primera narración que se atrevió a abordar el sentimiento de culpa de la sociedad alemana –que arrastra hasta hoy– por los desmanes del nazismo, y profundizase en el papel que juega el arte en una dictadura. No en vano, su valor pedagógico le ha llevado a ser lectura recomendada en los institutos de bachillerato germanos. Hasta su publicación en 1968, nadie había osado expresar ese sentimiento de «pecado compartido» de todo un pueblo. La acción se desgrana entre una «narración interna» y una «narración marco». En 1954, Siggi Jepsen se encuentra internado, a sus 20 años, en un reformatorio para jóvenes descarriados, y no está en condiciones de escribir sobre el tema que le han ordenado: «Las alegrías del deber». Ante la multitud de recuerdos que revolotean por su cabeza, no sabe por dónde arrancar y deja el cuaderno en blanco por lo que se le decreta un castigo de aislamiento hasta que concluya la tarea. Es así como comienza la narración interna, gracias a la cual asistimos a la cascada de recuerdos que invaden al joven. Una vez que se ha abierto la caja de Pandora, Siggi no podrá parar hasta haberlo contado todo. Nos conducirá hasta 1943, cuando contaba nueve años y acompañó a su padre, policía, a visitar a un amigo de juventud, el pintor Max Ludwig Nansen, a quien debía notificar la prohibición nazi de continuar pintando.

Durante los meses siguientes el policía se convertirá en un vigilante implacable incluso intentará usar de chivato a su hijo. Siggi, en cambio, irá sintiendo simpatía por el artista que desoye la prohibición e irá distanciándose, cada vez más, de una familia anquilosada en rígidos principios. Atrapado entre dos formas de concebir el mundo, la sensibilidad del muchacho tratará de encontrar su forma de cumplir el deber, una doble vida que acabará por quebrarle. Una metáfora que explica a la perfección la sensación íntima de una juventud que se rebelaba contra la generación de la guerra y ansiaba saldar cuentas con las mentiras en que habían vivido padres y abuelos. No se adentra en el Holocausto, ni siquiera se menciona la palabra «judío», es simple y llanamente una hermosa obra de arte. Una lectura deslumbrante.