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La caída de la casa Auster

Ni los guapos y talentosos, por mucho que les debamos grandes horas de disfrute ante su obra, se libran de lidiar con el infortunio
Paul Auster, en la presentación de "4 3 2 1"
Paul Auster, en la presentación de "4 3 2 1"EFE

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Anunciaba este sábado la escritora Siri Hustvedt que su esposo, el escritor Paul Auster, está siendo tratado por un cáncer que le fue diagnosticado en diciembre. Parece esta una nueva muesca dramática en la vida de Auster, que no hace tanto tenía que enfrentarse a la muerte por sobredosis de su hijo Daniel, de 44 años, que se encontraba en libertad bajo fianza como sospechoso de ser el culpable de la muerte de su propia hija, de diez meses. Podría parecer el argumento de una novela del propio autor y, probablemente, nos costaría creerla si la hubiese publicado: una pareja de talentosos y guapos escritores, en esa edad en la que ya pueden disfrutar del éxito y el dinero conseguido tras una larga y fructífera carrera, con una preciosa casa en Brooklyn y una guapa hija cantante, deberán enfrentarse a toda clase de adversidades.
Y es que ni los guapos y talentosos, por mucho que les debamos grandes horas de disfrute ante su obra, se libran de lidiar con el infortunio. Al fin y al cabo, es Auster un ser humano, como cualquiera. Más talentoso que la media, sí. Más interesante, también. Con una mujer y una hija más guapas, muy probablemente. Pero la concatenación de catastróficas desdichas son, quizá, de lo menos envidiable de su envidiable vida. No debe ser agradable perder a tu pequeña nieta en circunstancias extrañas debido a una intoxicación por drogas. Ni que tu propio hijo, con el que apenas tienes relación por un pasado delictivo y politoxicómano se convierta inmediatamente en sospechoso de esa muerte. Aún menos lo es que cinco meses después aparezca ese mismo hijo muerto por sobredosis. Acabar el año con un diagnóstico de cáncer y su consiguiente tratamiento parece ya demasiado. Si se tratara, como fantaseábamos, de un libro del propio autor estaríamos pensando que se ha pasado, que tendría que haber parado antes. Que eso no hay quien se lo crea.
Desde luego, no está siendo esta la mejor etapa de los Auster. Atrás han quedado los galardones y las celebraciones. Lo que sí les queda es el amor que se profesan. La escritora compartía una tiernísima imagen en su Instagram de estas navidades en la que parece estar dando un beso en la frente al escritor. La acompañaba de un texto en el que se refería como Cáncerland al lugar que ocupan las personas enfermas de cáncer o aquellas que los acompañan. Cuenta que la enfermedad le fue diagnosticada al autor de «La trilogía de Nueva York» y «Leviatán», premio Príncipe de Asturias de las letras en 2006, en diciembre, tras varios meses enfermo. Sin dar muchos detalles sobre el estado actual de salud del escritor ni de las esperanzas en el pronóstico, sí asegura que estará a su lado en esa «cuerda floja no siempre fácil de caminar».
Nunca son agradables este tipo de noticias. Mucho menos cuando afectan a personas a las que admiras. Cuando, encima, viene a coronar una serie de calamidades como esta, no se puede evitar pensar que a esta familia la ha mirado un tuerto, que esto solo puede ser una maldición. La maldición de los Auster. Ojalá no. No estaría mal que la historia, a lo Auster, tuviera un sorprendente girito de guion y acabara bien. Tan guapos y tan talentosos.