Buscar Iniciar sesión
Sección patrocinada por
Patrocinio Repsol

Cruz Sánchez de Lara: «No me gusta que el feminismo tenga un color en el abanico político»

La abogada acaba de publicar «Cazar leones en Escocia», una novela coral que narra la vida de tres generaciones de mujeres en un mundo de lujo y esplendor
Enrique CidonchaLa Razón

Creada:

Última actualización:

La inesperada herencia de un cuadro de alguien a quien desconoce y las instrucciones que le ha dejado su madre en seis cartas cerradas al morir, son el hilo conductor de «Cazar leones en Escocia» (Espasa), la primera novela que escribe y publica la abogada y vicepresidenta del periódico «El Español», Cruz Sánchez de Lara. Una historia coral narrada fundamentalmente por las voces femeninas de tres generaciones de mujeres cuyas vidas transcurren por la historia del último siglo en España. Mujeres que se enfrentaron a convenciones y presiones familiares y sociales en una época poco propicia para la libertad femenina, que viven en un mundo de lujo y esplendor, aunque no exento de alguna tragedia y sinsabores. Personajes que se mueven en escenarios reales, ciudades como Madrid, Lisboa, París o Nueva York.
¿Es la primera vez que se enfrenta a crear ficción?
Siempre he escrito. De hecho, el primer dinero que gané fue un concurso literario con 17 años. Pero sí, es la primera vez que escribo ficción. He hecho otros libros, demandas, recursos, pero nunca una novela, no me he atrevido hasta que me lo han pedido, me lo propuso una editora y no supe decir que no porque me pareció un privilegio. Ahora siento pena de haber perdido casi cincuenta años de mi vida sin escribir porque ha sido una experiencia muy emocionante.
¿Cazar leones en Escocia?
El cuadro de la herencia da pie para hablar de la trayectoria de estas mujeres y para que el libro se titule así, es un pretexto argumental para hablar sobre lo importante, la lealtad, amistad, amor, pasión, maternidad, autoestima, celos, inseguridades…como lo que contaba Hitchcock del Macguffin.
Aparentemente son mujeres libres e independientes.
Se muestran así porque pertenecen a una clase alta, a familias adineradas, igual que los hombres con los que se relacionan, y esto les da esa libertad. El dinero es un facilitador en cualquier época y he procurado que esa atmósfera de lujo sea el embudo por donde colarse para hablar de lo profundo. Lo que preocupaba a la mayoría de la gente en esa época era comer, eran tiempos de postguerra, de miseria y hambre donde las mujeres trabajaban de la mañana a la noche y no tenían tiempo de pensar en sus sentimientos o su independencia. Para ser libres hay que tener una habitación propia, decía Virginia Woolf. Nunca somos libres plenamente, pero lo somos un poco más cuando eres dueño de tus decisiones y puedes cubrir tus necesidades y eso lo da el dinero.
Esa libertad tiene consecuencias en aspectos como la maternidad.
Cata, madre de Miranda, descubre que ser madre no era para ella una vocación, sino una responsabilidad. Quieren ser espíritus libres, pero realmente no lo son, están sujetas a los dictados, no solo sociales, sino de su propio sentido del deber, presente en toda la novela. Puedes ser madre sin vocación, pero si lo eres no puedes eludir tu responsabilidad, la maternidad irresponsable es un contrasentido, un hijo es una mochila que se echa uno de por vida, un compromiso que dura hasta la muerte.
¿Revindica algún tipo de feminismo?
El que yo entiendo se describe muy bien en una frase de Mary Wollstonecraft: «Yo no quiero que la mujer tenga poder sobre los hombres sino sobre ellas mismas». Si tienes un hijo y una hija, que los dos tengan los mismos derechos y oportunidades en la vida, la misma educación y el mismo trato, ese es mi feminismo, defender la igualdad. A mí no me gusta que tenga un color en el abanico político, me gustaría que todos los partidos fueran feministas, porque quitaríamos el rechazo a una palabra que se ha politizado mucho por unos y otros.
¿Es importante la memoria del pasado?
Lo que se recuerda no siempre coincide con lo que realmente pasó. La verdad absoluta no existe, porque al contar incorporamos nuestras sensaciones, sentimientos y esto intento reflejar en el libro, cómo distintos narradores tienen diferentes puntos de vista sobre un mismo hecho del pasado, distintos prismas y percepciones. Cada uno cuenta cómo lo ha vivido, que no tiene por qué ser mentira, pero es su forma personal y subjetiva de percibir la realidad.
¿Intercambia escritos con Pedro J. Ramírez, su marido, durante el proceso creativo?
Nos leemos mutuamente, no intervenimos ni corregimos, pero sí los comentamos. La primera lectora de su libro de memorias fui yo y él ha leído mi novela, que es la primera en mucho tiempo porque prefiere la historia y los ensayos periodísticos. Yo le iba pasando algunos capítulos. A Pedro le gusta mucho «Cazar leones en Escocia», en nuestra pareja es muy importante el lenguaje, tenemos discusiones sobre el uso adecuado de las palabras y entre nosotros tenemos un juego y es que todas las semanas le doy una palabra para que meta en su carta del director. Entre nosotros hay una fuerte conexión vinculada a las palabras y al lenguaje, somos los mayores críticos el uno del otro y eso es muy bonito.