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Los libros de la semana: de la lucha de Knausgård al odio de James Ellroy

Destacan entre los lanzamientos recientes «Los seductores», donde Ellroy ajusta cuentas con los estudios de cine vengándose de actrices como Marilyn Monroe
Los libros de la semana: de la lucha de Knausgård al odio de James Ellroy
Entrevista con el escritor estadounidense James Ellroy© Alberto R. Roldán

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«El Valle de las Flores»: Suicidio juvenil, soledad y amor
en la Groenlandia más oscura

La reconocida y galardonada escritora Niviaq Korneliussen escribe una historia dura sobre la muerte y la amistad
Por Diego Gándara
No es fácil hablar, escribir, sobre el suicidio, un tema que sigue siendo tabú en el mundo y, en especial, en Groenlandia, donde el índice de gente que opta por quitarse la vida en lugar de seguir viviendo es muy alto, especialmente entre los jóvenes que, allá lejos y en medio del frío, no encuentran consuelo ante la soledad y la tristeza. Pero Niviaq Korneliussen, escritora groenlandesa y nacida en Nuuk en 1990, consigue que ese tema sea, sino el tema principal de su nueva novela, «El Valle de las Flores», sí al menos el marco donde la historia que cuenta crece y se desarrolla, perfilada por una escritura directa, sin aditivos, que va directa al hueso de la narración y el corazón de los personajes. Así, tras su primera novela, «HOMO sapienne» (2014), esta escritora que fue la primera en tratar abiertamente temas relacionados con el movimiento LGBTQ+ en un contexto groenlandés, prosigue abordando cuestiones que van más allá y que tienen que ver con la identidad, la sexualidad y las tensiones que se viven en Groenlandia, dividido entre una tradición conservadora y una modernidad que intenta adecuarse al signo de los tiempos.
Vértigo
En cualquier caso, «El Valle de las Flores» se centra en una joven estudiante universitaria que vive en Nuuk, la capital de Groenlandia, donde tiene una familia que la adora y una novia que la quiere como a nadie en el mundo, y que se marcha a Dinamarca para continuar sus estudios. Pero allí nada es como lo imaginaba y se siente fuera de sitio, presa de una extraña sensación que siempre estuvo con ella: la de encontrarse inadaptada, repleta de vértigo y soledad. Con lo cual decide regresar a Groenlandia para encarar sin paliativos su propio malestar emocional, andando sin rumbo pero con sentido entre las tumbas del cementerio de «El Valle de las Flores», un lugar lleno de belleza pero también de oscura melancolía. El resultado es una novela profunda que, combinada con una escritura directa, cruda, pero delicada, aborda un tema tabú como el suicidio de jóvenes en Groenlandia, aunque ofrece una crítica sobre la falta de recursos y de apoyo para tratar cuestiones como la salud mental, el dolor y la tentación de la muerte.
  • Lo mejor: A pesar de la dureza, la autora logra que sea una historia de amor y amistad
  • Lo peor: No existe nada que cuestionar en esta novela que aborda muy bien temas delicados

«Un libertario se encuentra con un oso»: El oso que se comió una utopía americana

El autor de este ensayo evoca el memorable fracaso de una comunidad que pretendía aislarse del mundo y que acabó en un desastre
Por Jorge Vilches
Las utopías son idiotas vengan de donde vengan, ya sea comunista, verde o libertaria. En el pueblo de Grafton (New Hampshire, Estados Unidos) se produjo un fenómeno inédito: unos libertarios decidieron convertir allí en realidad su utopía liberal. Parecía el sitio ideal porque tenía poco más de mil habitantes, contaba con una tradición antifiscal y vivía un libertario llamado John Barbiarz, bombero voluntario. Alrededor de doscientas personas acordaron mudarse a esa localidad e imponer sus ideas democráticamente. Lo llamaron «Proyecto Free Town». Era el año 2004. De esta manera los libertarios consiguieron que el pueblo redujera un 30 por ciento su presupuesto para rebajar el gasto público. El resultado fue que los servicios comunales se fueron deteriorando. Los baches de las calles no se reparaban, el alumbrado público disminuyó, las basuras no se recogían, la biblioteca pública redujo su horario, y la policía casi fue sustituida por ciudadanos armados que cuidaban de su propia seguridad. La cosa se complicó cuando los osos aparecieron en Grafton atraídos por la basura sin recoger y porque algunos libertarios los alimentaban mientras otros querían declararles la guerra. 
El caso llamó tanto la atención que un periodista se trasladó allí para investigar el fracaso de los libertarios. Matthew Hongoltz-Hetling lo pasó pipa viendo la ruina de los que no quieren Gobierno, y escribió ·Un libertario se encuentra con un oso. El utópico plan para liberar a un pueblo (y a sus osos)».
Vivir en una iglesia
El libro está repleto de humor satírico. Los personajes parecen de «Amanece que no es poco» (José Luis Cuerda, 1989), como el que compra una iglesia para vivir en ella y no pagar impuestos, o los que viven en tiendas de campaña sin higiene básica y comen cualquier cosa, o la mujer que odia a los osos porque están gordos. La obra se lee con mucho gusto. A veces parece una novela y otras un ensayo. La moraleja es que se vive mejor con reglas comunes para el progreso y el bienestar, que los seres humanos precisan de la organización comunitaria, y que el dogmatismo y las utopías solo funcionan sobre el papel.
  • Lo mejor: El enorme sentido del humor que el autor despliega a lo largo de las páginas del libro
  • Lo peor: Hay partes que son prescindibles y que hubieran aligerado el texto si las cortase

«Los lobos del bosque de la eternidad»: La nueva lucha de Karl Ove Knausgård

Por Ángeles López
Knausgård regresa con una novela monumental que expande su vasto universo narrativo. Con 928 páginas de introspección, exploración filosófica y cotidianidad meticulosamente diseccionada, el autor entreteje las historias de Syvert Løyning y Alevtina Kotov en un díptico de existencias paralelas donde los secretos familiares se cruzan con los enigmas del cosmos. La primera parte de la novela nos sitúa en 1986, en la Noruega rural, donde Syvert, un joven que acaba de completar el servicio militar, se enfrenta a un porvenir sin rumbo. Su vida transcurre entre trabajos precarios y la sombra del padre fallecido hasta que el hallazgo de unas cartas en ruso le revela la existencia de una familia oculta en la URSS. En la segunda mitad, Knausgård traslada su mirada a la Rusia contemporánea, donde Alevtina se debate entre la ciencia y una fascinación por lo místico. Su reencuentro con Syvert, el hermano que nunca conoció, actúa como un espejo donde la herencia y el destino revelan sus simetrías inesperadas. Knausgård desarrolla una narrativa que se aventura en terrenos fantásticos con una naturalidad inquietante. Aquí, el autor desborda los límites de la autoficción para encaminarse hacia una literatura de ideas. El texto oscila entre la introspección existencial y el discurso especulativo, con digresiones sobre la inmortalidad y los límites del conocimiento humano. Esta ambición es su mayor virtud y su mayor lastre. La extensión responde a una estética deliberada, donde el autor busca capturar la realidad sin cortes ni concesiones. Este exceso genera pasajes de una belleza lisérgica, pero otros donde la historia se diluye. 
Desmesura
La estructura de la novela refuerza la idea de que la vida no es más que una sucesión de ecos, donde las historias se repiten en patrones fractale. Knausgård nos ofrece una historia de vastas proporciones que aúlla desde las profundidades del tiempo y la memoria. El libro hubiera ganado con menos páginas, pero su vocación desmesurada es parte de su esencia. Como en los mejores momentos de su obra, nos recuerda que la literatura es un intento desesperado de capturar lo inasible, de arrojar luz sobre aquello que se oculta en los pliegues del universo. Y en ese sentido, esta es un triunfo sin paliativos.
  • Lo mejor: Es ambiciosa, profunda, filosófica, detallada, hipnótica y evocadora
  • Lo peor: En ocasiones puede llegar a ser excesiva, densa, desigual y dispersa

«Los seductores»: James Ellroy, contra Hollywood y Marilyn Monroe, «la ninfómana»

En «Los seductores» ajusta cuentas de nuevo con los estudios de cine vengándose en actrices como Marilyn Monroe
Por Lluis Fernández
Una consideración sobre «Los seductores» de James Ellroy: No es una novela sobre el suicidio de Marilyn Monroe, como explica en la entrevista de Javier Ors en La Razón –«Mire que les dije a las editoriales que no pusieran su imagen en la cubierta del libro»–, sino sobre un policía corrupto, chantajista, drogadicto, alcohólico y malvado al que le encargan descubrir los trapos sucios de la estrella, poco antes de su muerte. Marilyn Monroe es una anécdota con gancho en «Los seductores». 
Pero Ellroy no descubre nada nuevo sobre el suicidio ni sobre la relación con los dos Kennedy. En realidad es un ajuste de cuentas con el Hollywood en decadencia de los 60. Manejado por magnates megalómanos y venales. Estudios trufados por la mafia. En alianza con la corrupta policía de Los Ángeles y la justicia. Dirigida por el Fiscal General Robert Kennedy. La misma historia de todas sus novelas. Sí se aprecia una diferencia: «Los seductores» es mas convencional y de más fácil lectura. Cosa que se agradece. Sigue sin renunciar a una prosa panzer. Estilo telegráfico. Seca como un informe. Con frases cortas. Su singularidad son los tres narradores consecutivos: en primera y tercera persona y otro en primera persona del plural de presente de subjuntivo, tiempo que refuerza la idea de atestado policial: «Observemos el semen seco».
Pensamiento delirante
La trama, como de costumbre en Ellroy, es voluntariamente desajustada. El estilo, frío y «objetivista». Similar a la prosa del «Nouveau roman». Dominado por el flujo de conciencia del protagonista, Freddy O. Atrapado en un pensamiento delirante. Producto de su incesante ingesta de alcohol y drogas. Delirio que conduce a la circularidad de la narración. Incapaz de salir de ese círculo vicioso. Agotadora para el lector más tenaz. Su desprecio por Peter Lawford y los Kennedy es manifiesta. Unos seres insignificantes. Como la inestable y fantasiosa Marilyn Monroe: «Engatusaba a la gente. Era manipuladora. Era marimandona». Una ninfómana recalcitrante. Fascinada por JFK, del que decía que la tenía pequeña y al que, por su rapidez, llamaba «el hombre de los dos minutos».
  • Lo mejor: La férrea voluntad de estilo de Ellroy, sin importarle aburrir al lector más tenaz
  • Lo peor: Su estilo literario «objetivista», basado en la desmesura y el exceso narrativo