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Música

El secreto del triunfo de Oasis 16 años después

Su aclamado inicio de gira de reunión confirma que los hermanos Gallagher son catalizadores de muchos paraísos perdidos

Cardiff (R.Unido), 4/07/2025.- La banda de rock británica Oasis extendió su leyenda este viernes y ratificó su regreso a los escenarios dieciséis años después de su separación con un concierto histórico frente a cerca de 75.000 espectadores en la ciudad galesa de Cardiff. EFE / Raúl Bobé.
Oasis extiende su leyenda e inicia su gira mundial con un concierto supersónico en CardiffRAÚL BOBÉAgencia EFE

Todo el mundo sabía que el regreso de Oasis iba a arrasar. La única duda radicaba en si los hermanos, especialmente Liam, serían capaces de mantener los niveles de profesionalidad que faltaron en sus años de gloria. El regreso en Cardiff parece confirmar que han sentado la cabeza. Todo indica que la cantidad de millones en juego servirá para estabilizar una relación explosiva que alimentó tantos titulares como disgustos a sus seguidores. Aclarado lo importante, cabe ahora preguntarse cuáles son los factores que han propiciado este éxito rotundo. Son unos cuantos, aviso. Para empezar, aunque cueste creerlo, Oasis son el último gran grupo de la historia del rock and roll. Tras ellos solo salieron proyectos más melódicos y depresivos a los que cuesta encuadrar por completo en el género. En Inglaterra fueron Radiohead y Coldplay, en Estados Unidos otros como The Killers e Imagine Dragons. Ninguno tiene el descaro, la alegría y el sentido de desafío de Oasis, hijos de la clase obrera que solo buscan diversión descerebrada en los ratos en que no les están explotando en un trabajo basura.

Liam Gallagher ha tenido que explicar varias veces que su himno «Cigarretes & alcohol» no es una apología hedonista, sino un retrato descarnado de lo miserable que puede ser la vida de un joven en paro, cuando los únicos placeres a tu alcance son una botella de vodka y tres paquetes de tabaco. «Salí a buscar acción/ y todo lo que encontré fueron cigarrillos y alcohol», lamenta el protagonista de la letra, que poco después confiesa su situación de desempleo.

Tenemos ya identificados, así de pronto, dos de los principales ganchos nostálgicos de Oasis. Uno es el rock and roll, que reinó entre los años 50 y los 90, hoy ahogado entre DJs, reguetoneros y divas pop. El público intergeneracional que convoca Oasis tiene a rockeros de todas las generaciones, los mayores con nostalgia de lo vivido y los pequeños con nostalgia de lo no vivido, que muchas veces puede ser una droga aún más fuerte. Los devotos de las guitarras eléctricas intuyen que estamos ante el final de una línea dinástica a la que pertenecen nombres tan ilustres como The Beatles, David Bowie, The Who, The Sex Pistols y The Stone Roses, entre otros. No eres viejo cuando el grupo de tu vida se disuelve, sino cuando se reúne.

Otra nostalgia es la de la clase obrera, que fue el principal semillero de rockeros de la historia y que poco a poco fue colonizada por las clases altas. Hoy solo se dedica al rock quien tiene tiempo y recursos para hacerlo, normalmente en los ratos libres de su educación en una universidad de élite. Por supuesto, también juega la añoranza de los salvajes años 90 antes de que la cultura popular fuese anestesiada por la corrección política. Aquella fue una década hiperestimulada por el nihilismo de Nirvana, la electrónica pasada de rosca de The Prodigy y las orgías de sangre de las películas de Tarantino. Oasis tienen algo del sabor de todo aquello.

El de los Gallagher fue un proyecto no domesticado por la industria, tan indisciplinado que los promotores de EE UU les dieron la espalda y por eso no pudieron triunfar a lo grande en el mercado musical mayor del planeta. Los 90 fueron muy individualistas, pero Oasis se negaron a seguir esa consigna, tirándose de cabeza a la piscina de los estribillos futboleros y de la euforia patriótica de agitar una Union Jack como símbolo de pertenencia nacional en un mundo que ya había decidido que lo cool era el globalismo. Además, siempre tuvieron una tendencia a drogarse los martes que ponía nerviosos a los despachos de los ejecutivos discográficos, con lo felices que estaban los yupis de la época recogiendo las paletadas de millones que les traían cada semana las superprofesionales Spice Girls.

¿Son Oasis un grupo sobrevalorado? Muchos llevan años afirmándolo y los Gallagher parecen haberles dado la razón con el repertorio de sus conciertos de regreso. Casi todo está sacado de sus dos radiantes primeros álbumes y de las canciones extras que publicaron en esos años como sencillos o caras B. La grandeza guitarrera puede construirse partiendo del reciclaje, el rockismo y el revivalismo, como hicieron también Guns N’ Roses. Oasis no inventaron nada nuevo y nunca lo pretendieron, pero fueron capaces de canalizar la potencia del legado del rock, esa religión pagana que revitalizó la sangre de la cultura popular.

«Live Forever»

Por supuesto, también está la mayor de todas las nostalgias, que es la nostalgia de la propia juventud, muy presente en los cuarentones y cincuentones que lo darán todo en estos conciertos de regreso. ¿Cómo no se va a echar de menos esos años de tu vida en los que te sientes inmortal, un estado de ánimo tan bien capturado en «Live Forever»? ¿Cómo no añorar las noches en las que crees descifrar el amor, incluso el amor verdadero que intenta alabar «Wonderwall»? ¿Cómo no idealizar la fraternidad ebria que encarna su eufórica y elegante «Champagne supernova»? En realidad, Oasis nunca fueron un grupo arty sino más bien una banda de polígono industrial, más cercanos a Rod Stewart que a los tristones Radiohead, de los que cada vez menos gente se acuerda.

Otro factor que juega en favor de Oasis es el fútbol, ese deporte que ha vuelto loco a todo el planeta y que da la sensación de hacer algo colectivo en una sociedad cada vez más individualista. Los cánticos de sus éxitos tienen algo de hooligan, de lealtad eufórica, de disolución del yo en la grandeza del estadio. A los conciertos de Oasis se va en chándal, con la seguridad de que saldrás con la sensación de haber ganado una final, que se parece a ganarle tres horas al paso del tiempo, que no es poca hazaña. La cosa es especialmente intensa para los británicos, para quienes Oasis son inseparables de los últimos años en que su cultura fue relevante, con el britpop dominando las ondas radiofónicas, Tony Blair vendiendo optimismo insustancial y Kate Moss convenciéndoles de que podía volver el Swinging London de los 60, cuando eran la capital de la música, la moda y el placer.

Fans arrive for the first Oasis gig since the band reunited
Fans arrive for the first Oasis gig since the band reunitedADAM VAUGHANAgencia EFE

Para muchos, Oasis no merecen entrar en el Olimpo, pero cada año que pasa es más evidente el voltaje de las mejores canciones del grupo de Manchester. Su receta puede parecer sencilla, lo cual no debe confundirnos, ya que la sencillez no está al alcance de cualquiera. Como ocurre a los grandes entrenadores de fútbol, uno de los grandes talentos de Noel está en reconocer cuándo una pieza del engranaje funciona y cuándo no. Por ejemplo, cuando cedió la voz de la mayoría de su repertorio a su hermano dijo: «Yo sueno como una pinta de cerveza un martes y él como diez chupitos de tequila un viernes». Las reseñas de los primeros conciertos describen la potencia hipnótica de una muralla de ruido guitarrero que no ahoga las canciones, lo que es complicado. Da igual que Oasis te encanten o te espanten, se han ganado el derecho a estar donde están y a recordar al planeta que una vez existió una fiebre llamada rock and roll, hoy media muerta pero que está acostumbrada a resucitar.

Dinero, chistes malos y emoción a flor de piel

Podemos decir que los primeros «shows» de regreso de Oasis han ido a pedir de boca, quitando algún chiste sobre el alto precio de las entradas. «¿Merecieron la pena las cuarenta mil libras que habéis pagado por vernos?», pregunto Liam Gallagher en el de Cardiff. La broma no sentó bien a muchos seguidores, que tuvieron que invertir fuertes sumas incluyendo el transporte, así como el alojamiento y entradas. Los precios dinámicos de Live Nation, que incrementan el pago según aumenta la demanda, consiguieron disparar los costes. Además de la taquilla, la gira cuenta con grandes marcas patrocinadoras como Adidas y Land Rover, que harán más ricos a los hermanos. Uno de los momentos más emocionales fue el tributo en las pantallas a Diogo Jota, la malograda estrella de fútbol del Liverpool que falleció hace unos días al sufrir un accidente circulando por una carretera de Zamora. Más cercano y sentido todavía fue el gesto de Noel Gallagher al reconocer ante sus fans que Paul «Bonehead» Arthurs, uno de los miembros originales de la banda, fue el responsable de convencer a los hermanos para que se produjese esta esperada reconciliación. «En la guitarra, si no fuera por él, nada de esto habría sucedido», soltó sin que nadie del público lo esperase. Y es que las piezas menos reconocibles también tienen su importancia en la fontanería de un gran grupo de rock and roll.