Literatura
La metáfora literaria de una Cuba en tinieblas
Los apagones de luz también han iluminado el mundo de la literatura, especialmente por parte de autores cubanos o venezolanos, que utilizaban esta oscuridad como metáforas de una sociedad sumida bajo regímenes opresivos y totalitarios
Un enemigo acérrimo de la tecnología como Fernando Sánchez Dragó dijo, en algunas de sus charlas públicas, que el mundo se vendría abajo un día cuando cayera internet. Entonces ya nada funcionaría, y el caos, la parálisis y el miedo provocarían una situación digna de película de terror, ciencia ficción o distopía, que tanto y tan habitualmente recrean posibles estados infernales en un futuro no muy lejanos. Y es que la vida y el tiempo son cíclicos, pues, como diría Frank Delgado en la última estrofa de la canción «Cuando se vaya la luz, mi negra»: «Sentados en la hoguera vamos a conversar / las mismas cosas que hace tiempo debió hablar / el hombre de Neandertal». No en vano, el artista cubano hace referencia a algo tan dramáticamente habitual en Cuba como los apagones de luz, que pueden durar varias horas, cada día, día tras día.
Tristemente, la isla caribeña es bien conocida por ese tipo de anomalías diarias que tantísimas molestias crea, como se ve en tanta de su cultura popular, con versos de canciones, o novelas. Es el caso de un escritor como Leonardo Padura, que ha retratado en sus obras las múltiples aristas de la vida cotidiana cubana en la cual los apagones eléctricos forman parte del trasfondo de precariedad y resistencia que impregna sus narraciones. Es la incertidumbre de cada día, que bien puede incluir esas ausencias de luz. Además, en artículos como «Resumen de malas noticias» (2024), el autor menciona directamente cómo los apagones afectan la vida en la isla, añadiendo una capa más a su constante crítica sociopolítica.
Pero, si algún autor procedente de Cuba ha llevado a la literatura lo que significó la atmósfera del Periodo Especial –época de fuerte crisis económica tras la caída del bloque soviético– para sus habitantes, ese es la autora natural de la capital cubana, exiliada en México quince años y hoy residente en España, Gabriela Guerra Rey. Así, en su obra maestra «Bahía de sal» (premio Juan Rulfo), habla de cómo «por los años en que empezó la crisis, comenzaron también los apagones. Primero se nos iba la corriente los jueves, a eso de las ocho de la noche. Preparábamos quinqués, chismosas, fósforos, mecheros y la mesa del dominó. Los viejos se sentaban en la calle, debajo del farol, solo por la fuerza de la costumbre, porque ahora estaba apagado, y le daban agua a la mesa, alebrestando la sonoridad de las piezas».
[[H2:Apagones y «alumbrones»]]
La novela de Guerra Rey aborda cómo, sin electricidad, el calor se hace desesperante y degrada los cuerpos, atrayendo mosquitos y asfixias. «A medida que los apagones se hicieron más comunes que los alumbrones, como le llamamos a los ratos de corriente, televisores y ventiladores, la vida se volvió apretada y sosa. La luz se iba los jueves y los domingos, eso en mi barrio; en otros se iba los martes y los sábados, y así... Luego, las cuatro horas sin electricidad se transformaron en ocho, y muy pronto en dieciséis. Hasta que la cosa era de dieciséis por dieciséis. Ya no había fiesta para nadie». En la novela, los personajes esperan, en vano, algún comunicado de los políticos, pues el silencio de Fidel Castro es absoluto mientras su pueblo sufre, y mientras tanto «pasamos una semana sin luz, sin vida, aislados en nuestras casas, mirando con susto estantes y refrigeradores, cuyas reservas nos íbamos devorando».
No se necesita ninguna trama distópica sobre lo que significaría perder la electricidad y que la tecnología deje abandonados a su suerte a la gente. En libros como «Bahía de sal», u otro de la misma autora como «Nostalgias de La Habana», ya se ve cómo cada cual guarda con recelo sus provisiones en puro afán de supervivencia. Por si fuera poco, como se dice en esta última obra, «cuando dejó de llegar combustible del Consejo de Ayuda Mutua Económica de la Unión Soviética, el país y todas sus industrias se pararon y la población no fue menos afectada. Para que fuera equitativo se creó el PAEC (Programa de Ahorro de Electricidad en Cuba). Tendríamos apagones programados. (…) No había comida que mantuviera la congelación, ni equipos que aguataran los cambios de electricidad y voltaje».
En todo caso, por desgracia hay muchos más lugares donde la falta de suministro eléctrico condiciona la existencia de los ciudadanos, también de forma marcada en Venezuela. A este respecto, tenemos la novela de Rodrigo Blanco Calderón «The Night», con Caracas como lugar protagonista, donde se utilizan los apagones como una metáfora de la oscuridad política y social del país, de tal modo que la recurrente falta de electricidad en la ciudad refleja el colapso institucional y la violencia estructural que caracteriza la sociedad venezolana actual. Asimismo, «Patria, apagones y ¿suerte?», del también venezolano Fidel Sánchez, relata el modo en que en la misma ciudad un empleado de un bar afronta la crisis económica y los apagones frecuentes, en especial a raíz de una noche en la que, tras un apagón, ocurren una serie de eventos inesperados que reflejan la situación de desesperanza en el país.
Ataques cibernéticos
En nuestro entorno más cercano, tenemos a Sylvia García, que en «El apagón» presenta un escenario global donde un ciberataque derrumba las redes eléctricas, sumiendo al mundo en la oscuridad. Por supuesto, el relato pretende explorar las consecuencias sociales, políticas y humanas que se derivarían de un apagón masivo, lo cual implica abordar temas como la dependencia tecnológica y la fragilidad de los sistemas modernos. Todo ello es algo parecido a lo que desarrolló Ted Koppel en «Lights Out: A Cyberattack, A Nation Unprepared, Surviving the Aftermath», pero en suelo específicamente norteamericano, debido a un ciberataque a la red eléctrica nacional. Este periodista, narrador y veterano de guerra investiga cómo una interrupción prolongada del suministro eléctrico podría desencadenar una crisis nacional sin precedentes.
Huelga decir que el hecho de dejar a decenas de millones de personas sin electricidad durante semanas, o incluso meses, sin acceso a servicios básicos como agua potable, refrigeración, transporte o comunicaciones, llevaría a una sociedad colapsada. Lo que proponía ahí el autor no era, en este sentido, producto de la imaginación, sino que para su estudio, Koppel entrevistó a más de sesenta altos funcionarios de seguridad nacional, incluyendo ex secretarios del Departamento de Seguridad Nacional. El resultado de tales pesquisas es demoledor, y no invita a la tranquilidad, dado que todos los entrevistados, sin excepción, coincidieron en señalar que un ataque de este tipo no es sólo posible, sino probable, llegando a confesar uno de ellos, el general Lloyd Austin, comandante de CENTCOM, que no es una cuestión de sí se va a producir o no, sino que es una cuestión de cuándo.
Sin embargo, por el momento queda tomar tal posibilidad catastrófica con lo que se puede aprender del legado literario de siglos y siglos de escritura sobre lo que significa, en medio de la oscuridad, tener la ocasión reflexionar sobre el miedo, la introspección, el aislamiento, la desesperanza, pero también la resiliencia y la imaginación, y hasta el humor. De este modo, Delgado diría, ante la inutilidad de las lámparas: «Nos vamos a desnudar / temprano tiene su encanto, / como la gente en el campo. // Lo malo es que sin agua y sin ventilador / acabaremos pegajosos y sudados / como en un maratón».
La oscuridad social y el apagón colectivo
En la literatura, el apagón se ha utilizado para evocar no solo lo literal, sino lo simbólico: la muerte, la desaparición de la esperanza, la opresión social, y más. En este contexto, representa un vacío de conocimiento y certidumbre. Un ejemplo claro de esto puede encontrarse en «1984», de George Orwell. En ella, el gobierno totalitario crea un ambiente de control y vigilancia total, donde la oscuridad se utiliza como un mecanismo para mantener la opresión. La famosa frase «La oscuridad es tu amigo» ilustra cómo el Partido controla no solo la información, sino también las percepciones sensoriales de los ciudadanos. La falta de luz es también la falta de acceso a la verdad y la libertad, lo que refleja una sociedad que se ve obligada a vivir en la sombra de un régimen totalitario. Aquí, el apagón no es solo un hecho físico, sino una manifestación de la opresión y la manipulación.