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Todo puede ser un arma en el siglo XXI

En la actualidad vivimos en un conflicto permanente de baja intensidad, en el que las armas son la información, la cultura, la economía, el deporte, la inmigración o los memes. En “Todo es un arma”, Mark Galeotti analiza la nueva naturaleza de las guerras.

Soldado encubierto ruso junto con un simpatizante pro-Kremlin durante la ocupación de Crimea (2014), exponente de la denominada guerra híbrida.
Soldado encubierto ruso junto con un simpatizante pro-Kremlin durante la ocupación de Crimea (2014), exponente de la denominada guerra híbrida.La Razón

Las armas convencionales cada vez son más y más costosas; las opiniones públicas (incluso en los regímenes autoritarios), menos y menos tolerantes con las bajas en combate y, por lo demás, han pasado a la historia los días en los que el poder se medía por el número de minas de carbón o puertos de aguas cálidas. Los estados desde siempre han empleado medios no militares para intimidar, provocar o enredar al enemigo y hacerse con el triunfo. Sin embargo, el mundo de hoy es más complejo y está interconectado de una forma mucho más inextricable que en cualquier otro momento anterior. Tradicionalmente se consideraba que la interdependencia evitaba las guerras. Lo que en cierto modo era verdad, pero las tensiones que llevaban a una contienda no desaparecieron, de manera que la interdependencia se convirtió en el nuevo campo de batalla. Las guerras sin combates, los conflictos dirimidos con toda suerte de medios no convencionales, desde la subversión a las sanciones, de los memes a los asesinatos, bien pueden estar convirtiéndose en la nueva normalidad.

Como resultado, las líneas divisorias entre la guerra y la paz pueden desdibujarse hasta la práctica irrelevancia, y la «victoria» ya no pasa de señalar que la jornada de hoy ha sido buena, sin garantías sobre lo que el mañana deparará. En su lugar, vamos a vivir en un mundo marcado por el conflicto permanente de baja intensidad, con frecuencia inadvertido e interminable, en el que incluso nuestros aliados pueden ser nuestros oponentes. Hemos llegado a un momento en el que, sobre todo en lo tocante a la actual confrontación entre Rusia y los países occidentales, se habla de la «transformación en un arma» de esto o aquello, desde la información hasta las hinchadas futbolísticas de carácter violento. Por extraño que resulte esto último, sí: después de que los seguidores fanaty de la selección de Rusia se enfrentaran a hooligans británicos en Francia durante la Eurocopa de 2016, una «fuente del gobierno nacional» declaró, con pretensiones de superioridad moral y escaso fundamento, que «lo sucedido parece ser una prolongación de la guerra híbrida puesta en marcha por Putin».

Cuando todo puede ser convertido en un arma, se diría que este concepto pasa a perder todo significado. Se trata de una objeción válida hasta cierto punto, pues, por mucho que todas las cosas son susceptibles de su utilización como arma, algunas de ellas son más susceptibles que otras. Este libro es una guía de campo sobre la nueva forma de la guerra o, quizá sobre una nueva forma de guerra o, incluso, el nuevo mundo de la guerra. No es tanto una predicción como una introducción a una posible trayectoria en el futuro. Como la pandemia del COVID se ha encargado de recordarnos, la vida da muchos giros inesperados. Lo más fácil es considerar que el futuro aquí descrito es distópico, caracterizado por el conflicto eterno, en el que todo puede ser empuñado como un arma. Y, sin embargo, por mi parte prefiero, con mucho, que me ataquen con memes en lugar de con misiles nucleares y, por suerte, la guerra de la información no incluye bombardeos

de artillería. Ni por asomo imagino un futuro caracterizado por los conflictos incruentos –las personas siguen muriendo por las sanciones económicas, la desinformación antivacunas y la apropiación indebida de fondos destinados a sanidad–, pero sí uno cuando menos no tan sangriento, en el que la guerra directa entre un estado y otro resulta menos practicable como método por defecto. También es un mundo donde los buenos de la película, si se ponen las pilas, están en situación de usar esos mismos instrumentos con tanta efectividad como los malos de turno. Sí, estoy haciendo uso de estos términos con ironía, pues en la geopolítica todo el mundo atiende a los propios intereses, que raras veces son buenos o malos en su conjunto, sino feos en distinto grado. Y, sin embargo, es posible trazar unas líneas, débiles y borrosas, que separan a aquellas potencias más o menos comprometidas con la estabilidad y el orden internacional basado en la legalidad de quienes por lo general no tienen empacho en hacer caso omiso de ambos.

En último término, el propósito de esta obra no es partidista. Guste o no, este es uno de los caminos que el mundo bien puede estar enfilando. Siempre cabe el recurso de quejarse de la utilización en nuestra contra que otras potencias más despiertas y ágiles, con menores escrúpulos, pueden estar haciendo de estos instrumentos, pero si lo único que hacemos es reaccionar, nunca pasaremos de la queja. Y al fin, nada es tan poderoso como la armamentización del intelecto y la imaginación a nuestro servicio.

"Todo es un arma", de Mark Galeotti
"Todo es un arma", de Mark GaleottiDesperta Ferro

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