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Las tierras de la sangre, 108 años después

En 1914, solo una ciudad se interponía entre el poderoso Ejército ruso y Europa central. Alexander Watson relata en su libro “La fortaleza” la historia de una batalla decisiva, aunque desconocida, antecedente directo de la actual invasión de Putin
Cinturón defensivo principal de la ciudad-fortaleza de Przemyśl a la altura de 1915
Cinturón defensivo principal de la ciudad-fortaleza de Przemyśl a la altura de 1915.
La Razón

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La invasión rusa de Ucrania, en la madrugada del 24 de febrero de 2022, trajo al mundo el recuerdo inquietante del estallido de la Gran Guerra de 1914. Al igual que cien años antes, el peligro inminente de una conflagración había estado a la vista de todos. Cuando los misiles rusos aullaron por los cielos de Ucrania y largas columnas militares cruzaron la frontera, el sentimiento de sorpresa, horror e incredulidad, igual que en el inicio de la Gran Guerra, fue palpable mucho más allá de la zona de conflicto.
En la ciudad polaca de Przemyśl, situada justo al otro lado de la frontera ucraniana, los ecos de 1914 fueron aún más fuertes. Przemyśl había sido en el pasado una ciudad-fortaleza encargada de la defensa del este del Imperio habsburgo. Al comienzo de la Gran Guerra, cuando el ejército del zar Nicolás II marchó hacia el oeste y parecía a punto de invadir Europa central, fue a Przemyśl, adonde escaparon oleadas de refugiados en busca de un lugar seguro. En 2022, las escenas desesperadas que sucedieron hace 108 años volvieron a repetirse. En los primeros meses del conflicto, esta pequeña localidad de 60 000 habitantes acogió a más de un millón de refugiados. Por primera vez desde 1914-1915, Przemyśl atrajo la atención global.
La historia del sitio de Przemyśl es un episodio histórico de importancia, tanto por su impacto decisivo en la Primera Guerra Mundial como por ser el punto de partida, crucial pero olvidado, de los horrores que devastaron la región en la primera mitad del siglo XX. Hoy, la conflagración que arde al este de la ciudad ha puesto de relieve una relevancia contemporánea más urgente. Las ambiciones violentas de Vladímir Putin en Ucrania y la ideología que hay detrás de su negación de la nacionalidad ucraniana asientan sus raíces en el pasado imperial de Rusia. La pretensión del zar Nicolás II de crear una «Gran Rusia hasta los Cárpatos» y la agresión del moderno Estado ruso se basan en un mismo nacionalismo racial. La guerra de Putin no es solo un legado del derrumbamiento de la Unión Soviética, sino una repetición del fracasado intento del zar de anexionar los territorios poblados por ucranianos. Por ello, la historia del sitio de Przemyśl de 1914-1915 nos recuerda que la actual Guerra Ruso-Ucraniana, aunque emprendida por un solo hombre, Vladímir Putin, es también hija de las corrientes más negras de la historia rusa.
La brutalidad de hoy es comparable a la de 1914-1915, pues está motivada por la misma ideología nacionalista, violenta y profundamente arraigada. Tanto los ejércitos del zar como los de Putin se han ensañado contra un pueblo que contradice la visión de sus líderes de una «tierra rusa primordial». Los judíos fueron las principales víctimas de 1914 que una vez rendida la plaza serían expulsados en su totalidad. Además, las fuerzas armadas zaristas emprendieron un asalto feroz, y perturbadoramente familiar, para eliminar la identidad ucraniana, con la purga de su «intelligentsia» y el cierre de instituciones culturales y educativas. Se quemaron libros en ucraniano y se importaron historias de Rusia para su uso en las escuelas ucranianas. La violencia extrema era, y sigue siendo, una herramienta autoritaria para la transformación de poblaciones. En 1914, las personas explicaban con horror los crímenes rusos de Brody y Lwów; hoy, son célebres Bucha, Irpin e Izium. La campaña del zar contra la Europa central, y el intento fracasado de su ejército, en el otoño de 1914, de someter con rapidez la fortaleza de Przemyśl, desembocó en una sangrienta contienda de desgaste que, en último término, destruyó su régimen.
Pese a que la guerra actual se libra con armas muy diferentes, en lo militar no deja de haber llamativas continuidades. En 1914, el poderoso ejército zarista, veterano y con una década de modernización, debía ser una «apisonadora» que lo aplastara todo a su paso. Las fuerzas armadas de Putin también habían dispuesto de años de inversiones y muchos las consideraban unas de las más formidables del mundo. A pesar de ello, ambos ejércitos no estuvieron a la altura de las expectativas. Aunque resulte sorprendente, las razones son similares: una persistente cultura de corrupción en el Estado y en el Ejército, altos mandos inflexibles incapaces de coordinar fuerzas dispersas, descuido institucional de la logística y las comunicaciones seguras, mala relación entre tropa y oficialidad y un cuerpo de suboficiales pequeño y mal formado; todos estos factores contribuyen a degradar el poder combativo de Rusia.
La Primera Guerra Mundial y, en particular, el cruento asedio y la violencia extrema que se dio en las inmediaciones de Przemyśl en 1914-1915, nos recuerdan que la pugna actual va más allá de la vanidad de un autócrata. Las ambiciones de Rusia con respecto a Ucrania y su gente tienen una larga historia empapada de sangre.
DF
DF.
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