Los algoritmos eligen que la canción del verano sea de Rosalía
Si Eva María se fue buscando el sol en la playa, y luego las discográficas se encargaron de tener una melodía danzante que estrenar en junio, ahora son los algoritmos los que trabajan para que sí o sí dancemos.
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Si Eva María se fue buscando el sol en la playa, y luego las discográficas se encargaron de tener una melodía danzante que estrenar en junio, ahora son los algoritmos los que trabajan para que sí o sí dancemos.
Parecía que era moda pasada, viejuna. La canción del verano se extendía del chiringuito al amanecer y se convertía en fenómeno sociológico, de tal manera que Georgie Dann se hizo icono pop al hacer que en las pista de coches de choque de toda España sonara «Bailemos el Bimbó», que si atienden tiene hasta un tono melancólico.
Si Eva María se fue buscando el sol en la playa, y luego las discográficas se encargaron de tener una melodía danzante que estrenar en junio para que fuera surfeando hasta que llegaran las verbenas de agosto, ahora son los algoritmos los que trabajan para que sí o sí dancemos hasta perder el sentido lo que ellos manden. La tecnología se atiene a lo que anhelamos, aunque sea una idea de caspa y serrín, y nos hace sentir modernos a la vez, lo que es una de las contradicciones de estos tiempos del clic. Spotify ya ha comunicado las que serán «los temas que no pararás de escuchar en el verano de 2019».
Llegará el día en que una máquina nos elija pareja y decida nuestro color de pelo. Plataformas como Netflix actúan de manera parecida. Si nos enganchamos a un tipo de serie, corre a producir otras del mismo corte casi a tiempo real. Vivimos en una distopía sin saberlo. «Black Mirror» es de verdad. Este verano, siguiendo este mandato, será de «Con altura», de Rosalía; «Me quedo», de Aitana; «Con calma», de Daddy Yankee, «Contando lunares», de Don Patricio, y, para dar un toque internacional, «Idon’t Care», de Ed Sheeran y Justin Bieber. Rosalía aparece también con «Aute Cuture». Dos tazas. La artista inauguró las críticas sobre la «apropiación cultural». ¡Cómo podía una paya catalana echarse a la mochila unas notas de gitana flamenca! Ahora México clama contra Carolina Herrera por usar estampados mexicanos en su última colección.
Una más de las tantas ridiculeces con las que tenemos que convivir. Los que aún conserven una flamenca de la fábrica chiclanera de Marín encima del televisor tendrán que pagar un canon a la Junta de Andalucía. Pero a lo que íbamos, que me entretienen ustedes, Rosalía es el nuevo Peret o el Georgie Dann posmoderno. Empezó con el fulgor de lo inédito, como en su momento Las Grecas, solo que entonces no había una Madonna que quisiera tener a quinquis en una fiesta de cunpleaños. Pero ansiaba a Rosalía, que está en la lanzadera del hartazgo. Hasta de comer pasteles se cansó la reina María Antonieta.
Abres cualquier página musical y ahí está Rosalía, y hasta en las noticias locales, por el caché que paga el ayuntamiento que la contrata. Creo que incluso el dinero que pide Rosalía con todo su derecho lo decide un algortimo. Cuando en la enésima borrachera de este verano note que se le van los pies con ella, acuérdese, aunque no esté para acordarse de nada, que lo que tanto le gusta no lo eligió el azar sino las matemáticas.
Que ya no es dueño de sus gustos. Si quiere hacerse el interesante, pida Carolina Durante o por ahí. La estrella que rompió todos los esquemas es ya carne de «mainstream», eco de verbena en la lejanía de la fiesta del pueblo, una más de la Operación Triunfo global. Un número que le pondrá los vellos de punta. Creerá que oye poesía encapsulada, sentimiento puro, pero es prosa de viajante de comercio.