Luis Alberto de Cuenca: «Ser culto no te separa de los seres humanos»
Cien años después de su estreno acaba de publicar una nueva edición de «La venganza de don Mendo» con Reino de Cordelia
Cien años después de su estreno acaba de publicar una nueva edición de «La venganza de don Mendo» con Reino de Cordelia.
Se han cumplido 100 años del estreno de «La venganza de don Mendo», de Pedro Muñoz-Seca, una obra viva que nunca morirá. Y Luis Alberto de Cuenca acaba de publicar una nueva edición con Reino de Cordelia. Se trata de una de las cinco representaciones más laureadas sobre los escenarios patrios, de un clásico del teatro cómico, de una pieza deliciosa, «descacharrante, desopilante, hilarante, absolutamente genial, de una comicidad desbordante y de una factura dramática impecable», asegura. He aquí un hombre culto, un lector voraz, un escritor que fusiona el clasicismo con la modernidad. Tiene el poeta una mirada sobre el mundo que genera belleza, con la que hila palabras y teje versos.
–«La venganza de don Mendo» continúa siendo una obra viva.
–Absolutamente. Las obras maestras están más vivas que las personas que respiran. Estos textos tienen la vitola del clasicismo y los clásicos nunca mueren.
–¿De quién se vengaría usted, si fuera Don Mendo?
–De los que le dieron por emparedado por tener amoríos con su amada Magdalena. Pero vengarse siempre es complicado. Produce demasiados dolores de cabeza, se te hinchan las venas y te pones feo. Y a mi edad no estamos para ponerse feos.
–Como miembro de la Real Academia de la Historia, ¿cuál es la importancia de conocer nuestro pasado?
–De ahí venimos. Y es lo que nos va a dar las claves de nuestro presente y futuro. Los hechos tienden a repetirse, por eso hay momentos que nos parece haberlos vivido. La historia es la maestra de la vida. Nos da argumentos para solucionar problemas que sin ella no tendrían solución.
–¿A usted le aburre el presente?
–Es lo único que tenemos. Si nos aburre, mal asunto. Hay que intentar sacarle jugo.
–Como ex secretario de Estado de Cultura, ¿a quién nombraría ministro?
–A una persona decente que conozca nuestro pasado, que tuviera ganas de trabajar y voluntad de servir a la comunidad. Pero no te voy a dar ningún nombre.
–Pero usted es poeta por encima de todo.
–Sí, así me siento.
–¿Qué es la poesía?
–¿Y tú me lo preguntas? (risas) Es una mirada sobre el mundo que genera belleza, aunque también puede ser terrible, melancólica y trágica.
–¿Qué es ser poeta?
–Eso no se elige. Se trata de una especie de condena que hay que asumir, no sólo es cuestión de rellenar papeles con versos. El poeta nace, no se hace. Pero hay poetas que van por la calle y no han escrito un solo verso en su vida
–¿Está la poesía en peligro de extinción?
–En absoluto. Desde que hay civilización hay poesía. Siempre la ha habido y siempre la habrá. Actualmente tenemos un revival, pero es verdad que habría que pasar un tamiz sobre esos poetas jóvenes, con miles y miles de seguidores, que utilizan los medios cibernéticos para promocionar sus poesías. La calidad debe primar por encima de todo.
–Ahora se escriben versos hasta en los pasos de cebra.
–Me han dicho que tengo uno por la Plaza de Castilla... Sin embargo, he visto algunos que no merecen ser inmortalizados.
–¿A usted cuándo le soplan las musas?
–A diario. Pero es en verano, que estoy más relajado, cuando paso a limpio lo que me han ido dictando a lo largo del año.
–¿Lee más que escribe?
–Sí. Y como diría Borges, me siento más orgulloso de lo que he leído que de lo que he escrito.
–¿Qué sana más?
–Cura la lectura, pero para eso alguien tiene que escribir primero.
–¿Con qué rima su poesía?
–Aunque no en consonante, rima con clasicismo, con líricos griegos, con poetas provenzales, con los renacentistas españoles y también con los poetas actuales.
–¿Cuáles son sus ingredientes?
–Formas cuidadas, utilizando endecasílabos y alejandrinos, entre otros. Y un contenido que refleje mi realidad, que es la del 2018. Adoptar formas clásicas no significa que el contenido no sea moderno.
–¿A qué sabe?
–Es como un aperitivo agradable que hace innecesaria la comida. A mí es que me encantan las tapas.
–¿En qué medida es usted un hombre culto?
–Me he pasado la vida leyendo como un poseso, y eso deja un cierto poso cultural. Soy un hombre culto, pero eso tampoco te concede ninguna inmortalidad.
–¿Cuál es la mayor incultura de la cultura?
–Pensar que la cultura aparta del común de los mortales, que te sitúa en una especie de paraíso. Ser culto no te separa de los seres humanos, sino que te da más claves para entenderlos.
–¿Es España un país culto o inculto?
–España no se encuentra entre los 10 países más cultos del mundo, pero tampoco en el pelotón de cola. Es verdad que la cultura siempre ha sido lo primero en lo que se ha ahorrado, siendo uno de nuestros principales activos. De hecho, estamos a la cabeza de países para los que la cultura ha sido definitiva y fundamental. Nuestro patrimonio cultural está entre los cinco o seis más importantes, y llegamos a ser el país del mundo con más Patrimonio de la Humanidad.