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«Madame Hyde»: Fuego, camina conmigo

La tímida profesora Gequil, en plena clase de Física, con una alumna en la caja Faraday, el experimento que prepara con los estudiantes a lo largo del curso
La tímida profesora Gequil, en plena clase de Física, con una alumna en la caja Faraday, el experimento que prepara con los estudiantes a lo largo del cursolarazon

Dirección y guión: Serge Bozon. Intérpretes: Isabelle Huppert, Roman Duris, José García, Adda Senani. Francia-Bélgica, 2017. Duración: 95 minutos. Fantástico.

Cuando Borges escribió indignado una crítica contra «El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde», dirigida por Victor Fleming en 1941, detectó el error de buena parte de las adaptaciones cinematográficas que se han hecho de la novela de Stevenson, de la cual se confesaba rendido admirador. Los de Hollywood no habían entendido que en el personaje de Jekyll ya había una dualidad moral; que, en definitiva, era un despropósito identificarlo a él con el Bien, y a Hyde con el Mal. Serge Bozon parece haber tomado nota de la crítica de Borges, porque su Madame Hyde, conocida en la realidad mundana como Marie Géquil, no es exactamente malvada. En la extrema ambigüedad de ese alter ego sonámbulo, mujer de luz y fuego que se comporta como una superheroína que ayuda a su otro yo, una profesora de instituto de «banlieu» que no logra conectar ni con sus alumnos ni satisfacer a su jefe ni tampoco a los inspectores de educación que denostan su trabajo, dejando filtrar cada noche su determinación en la abnegación de su doble diurno, está uno de los grandes aciertos de esta bizarra, inclasificable, enigmática película. Es este un filme bipolar que, como le ocurre a su heroína, va difuminando sus dualidades a medida que pasa el metraje. Contra el día, la noche; contra la realidad, la fantasía; contra lo misterioso, la lógica de la física y la matemática. Y, sin embargo, los límites que separan a Géquil de su metamorfosis nocturna no están tan claros (a lo que ayuda, por supuesto, una espléndida Isabelle Huppert, capaz de ser cómica y conmovedora en una fragilidad que siempre esconde un ápice de resistencia, una fuerza interior imprevisible), del mismo modo que la relación de la maestra con su pupilo más conflictivo e inteligente no funciona según las leyes de la dialéctica y el enfrentamiento sino de la identificación, en la más pura tradición de «El club de los poetas muertos». Como toda buena película sobre la educación, «Madame Hyde» trata sobre cómo la transmisión de conocimiento es un viaje en doble dirección que nos hace mejores personas. Lo hace sin eludir explicaciones científicas, apelando a la realidad burocrática de la escuela francesa, y abriéndose a los afectos, a la vez regeneradores e inquietantes, de los desvíos fantásticos que Bozon carga sobre los hombros de su heroína. De ahí que el filme tenga un tono tan desconcertante, a veces con irrupciones marcianas en la comedia que la conviertan en el perro verde más ladrador de la cartelera.

LO MEJOR

Revisa tanto el mito de Stevenson como el cine de institutos con una pasmosa originalidad

LO PEOR

Al borde de la caricatura, las intervenciones de Roman Duris no siempre resultan afortunadas