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Música
El blues: la eterna supervivencia de un género que siempre se resiste a morir
El libro 'Esto no estaba en mi libro de historia del blues', de Mariano Muniesa, indaga en las claves de un estilo todavía vigente siglos después

«Escucha, muchacho. La historia de estados Unidos es la siguiente... Un chico sin un centavo en el bolsillo sale de su casa, camina por la calle sin nada más que una guitarra y conquista el mundo. Y lo hemos hecho una y otra vez: Johnny Cash, Hank Williams, Bob Dylan, Bruce Springsteen, Jimmy Rogers, Howlin’ Wolf o Muddy Waters. Esta es la historia de América. Y es también la historia del blues». La cita corresponde al músico, productor e historiador musical T-Bone Burnett y expone con tan breve como extraordinaria precisión la trascendencia de un género que, como muchos de los esclavos que lo cantaron, tras siglos y siglos de persecución se mantiene libre y todavía radiante, trascendiendo más allá de los tiempos y las modas.
La cita también abre el libro «Esto no estaba en mi libro de historia del blues» (Ed. Almuzara), de Mariano Muniesa, un manual básico que indaga en las claves de un estilo lleno de luchas, dramas, crónicas, leyendas, pactos, amor, muerte y vida. «Pese a todo, el blues sigue siendo un lenguaje, una forma de expresión, un sentimiento que pervive y seguirá perviviendo porque apela a las emociones más profundas del ser humano. Ninguna música entra con tanta fuerza en el corazón como el blues o el rock», argumenta el autor del libro para justificar su pervivencia a través de los tiempos.
No hay un estilo tan singular como este. La mayoría tiene una pieza o un nombre que marca el inicio del camino. No ocurre aquí. Antes que las leyendas llegaron los momentos. Todo comienza en el siglo XVII, cuando desde el África Occidental desembarcó en penosas condiciones una masa de esclavos para trabajar la tierra. Tenían la voz y luego la guitarra, el gran instrumento del blues. De nuevo, surgiría la canción como método de expresión y terapia para canalizar la necesidad de exteriorizar la añoranza, la opresión, la desesperanza, el amor, el abandono, la fe... Los primeros prototipos de blues irían moldeando lo que después constituirían las leyes básicas del género. Lo importante no era la técnica ni la melodía, sino la expresión. Eso daría fuerza al mensaje y, de paso, lo pondría a disposición de cualquiera, incluso si no se dominaba un instrumento. El resto llegaría por añadidura, vinculada a la evolución de los tiempos y al surgimiento de talentos mayores.
Robert Johnson
Son muchos los nombres legendarios asociados a algunas de las primeras grabaciones del blues. Gente reivindicada con el tiempo como fueron Mamie Smith, Charley Patton, Son House, Skip James, Leadbelly, Bukka White... Pero ningún nombre alcanzaría tanta trascendencia a lo largo de los años posteriores como el de Robert Johnson. Por muchas razones, todas ellas definitorias del género: la forma de tocar y cantar, la emoción de la interpretación, el mensaje, la historia construida en torno al personaje...
Nació en 1911 y murió a la tierna edad de 27 años. Como Jimi Hendrix, Janis Joplin, Brian Jones, Jim Morrison, Kurt Covain o Amy Winehouse. Sus grabaciones de 1936 a 1937 siguen conformando a día de hoy la Biblia del blues. Todo está ahí. Temas como «Sweet Home Chicago», «Cross Road Blues», «Come on in my kitchen», «Ramblin’ on my mind» o «Love in vain» continúan interpretándose hoy con devoción. Si se escucha ahora, sigue siendo un prodigio, una especie de milagro. ¿Cómo podía este tío tocar y cantar así? Él solo era toda una orquesta y su técnica ha sido producto de estudio durante todo este tiempo. La leyenda cuenta que era un músico mediocre cuando vio cómo su mujer y la hija que esperaba morían en el paritorio. Desapareció durante un año y cuando volvió nadie se podía creer que aquel muchacho torpe e insoportable se hubiera convertido en el mejor músico de blues del país. Dicen que hizo un pacto con el diablo en un cruce de caminos. Solo compuso 29 canciones y realizó 43 grabaciones antes de morir envenenado por un marido celoso. El blues contemporáneo viene de aquí.
La consolidación del género
Con el paso de los años surgirían varias corrientes, desde el blues del Delta (más acústico, con el uso del slide y tremendamente rítmico) al blues de Chicago (más eléctrico y urbano, muy sensitivo y emocional), con figuras tan míticas como las de John Lee Hooker, Muddy Waters, Howlin’ Wolf, B.B. King, Albert King Elmore James y muchísimos más. Sin embargo, y a pesar de su trascendencia y hasta difusión comercial, sus héroes pocas veces podían hacer otra cosa que malvivir por lo que todo el mundo imagina: pésimos contratos, rapiña, engaños, codicia ajena y todo eso. Se tardaría muchos años en reivindicar la autoría y repartir algo de dinero entre los autores de aquellas legendarias canciones.
De Elvis a los jóvenes británicos
El rock and roll fue una evolución natural y prácticamente «blanca», más amable en todos los sentidos, del viejo blues. Naturalmente, Elvis Presley y las viejas grabaciones de Sun hicieron mucho por popularizar el blues junto a otros emparentados con él como eran el folk y el country. Lo que nadie pensaba era que a mediados de los años 60 iba a resurgir el estallido definitivo del blues -al menos en términos de audiencia- de la mano de unos jóvenes crecidos a varios miles de kilómetros. Ocurrió en Gran Bretaña, y principalmente en la ciudad de Londres, donde gente como Rolling Stones, Yardbirds, Animals, Fleetwood Mac y demás reivindicarían a sus héroes del blues reinterpretando muchos de los clásicos del género y poniendo en circulación no solo canciones desconocidas, sino añadiendo una técnica muy personal y extraordinaria.
De aquí surgirían nombres tan sensacionales como los de Eric Clapton, Keith Richards, Mick Jagger, John Mayall, Peter Green, Mick Taylor, Eric Burdon, Jimmy Page, Jeff Beck... «Esa generación, esos músicos que en torno a locales como el Ealing Club en Londres conocieron y compartieron sus experiencias en torno al blues fueron el motor que hizo posible que el blues en fusión con el rock adquiriese desde mediados de los años 60 una nueva personalidad, una dimensión de nuevo lenguaje para toda una generación y una fuente de inspiración inagotable de la cual surgió un caudal de música como tristemente no se ha vuelto a generar desde entonces», explica Mariano Muniesa. Muchas de las leyendas del blues viajarían a Inglaterra para grabar y celebrar sesiones y giras junto a aquellos muchachos y para una audiencia que demandaba ese estilo.
Mainstream, repunte, éxito comercial y nuevas figuras
Los años 70 traería una buena época comercial para aquellas leyendas, que entraría en el circuito de giras por Estados Unidos y principalmente por Europa. Para los más puristas, muchos de ellos entrarían en el mainstream alejándose un poco de la autenticidad de tiempos primigenios. Si así fuera, ¿quién podría culparlos? Mientras tanto, surgirían nuevas corrientes como el blues-rock, el rock sureño y el poder de las jam-bands que llenaban estadios. En los 80 y 90, el blues seguiría gozando de una excelente salud y gente como Eric Clapton o Bonie Raitt lucharían para que los autores vieran dinero de sus viejas composiciones. Y llegarían nuevos renovadores del género, como por ejemplo Robert Cray o Stevie Ray Vaughan. Otro hecho contribuiría al auge del género: la edición en 1990 de un doble CD con todas las grabaciones de Robert Johnson por parte de Columbia. Todo el mundo pudo tener acceso a aquella maravilla y se vendió un millón y medio de copias.
Entre tanta música de IA y estilos urbanos decadentes, el blues ha conseguido sobrevivir a estos tiempos de insustancialidad sonora gracias al poder de la autenticidad. Pocas cosas hay como ese pellizco del blues, esa nota al aire que captura un momento mágico, ese toque que se tiene o no se tiene. Y en estos años han ido surgiendo nuevos héroes, gente como Warren Haynes, Derek Trucks, Ben Harper, Charlie Starr, los hermanos Robinson o el propio Marcus King, quien a sus 29 años ya es invitado a festivales multitudinarios, incluido Glastonbury. «Y aquí en España, sin duda Susan Santos, la figura de nuestro blues con mayor proyección internacional», recuerda Mariano Muniesa. Ya lo dice la canción: «Nothing but the blues».
CINCO DISCOS IMPRESCINDIBLES
Mariano Muniesa selecciona los cinco discos imprescindibles de blues que no deben faltar en una discoteca:

«The Complete Recordings» (Robert Johnson): el disco por el que se debe empezar... o terminar, según se mire. Columbia mimó mucho la edición e incluyó los textos de las canciones. Imprescindible.

«Live At Newport 1960» (Muddy Waters): puro sudor e impresionantes las interpretaciones de «I Got My Brand on You», «I'm Your Hoochie Coochie Man» o «Got my mojo working». Un maestro.

«The Howlin´Wolf London Sessions» (Howlin’ Wolf): el lobo cantando y tocando junto a unos jóvenes devotos como Eric Clapton, Mike Bloomfield, Steve Winwood o Charlie Watts. El testimonio de una época.

«Stronger Than Dirt» (Big Mama Thornton): grabado en 1969, este disco es una bestialidad con clasicazos como «Born Under A Bad Sign», «Ball and Chain» o hasta «I shall be released». Un álbum que influyó en toda una generación.

«Strong Persuader» (Robert Cray): grabado en 1986, vendió dos millones de copias y llevó el blues a otro nivel. El punto exacto en el que se encuentran arte y comercialidad.
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