Mapplethorpe y el pene que vale más de 400.000 euros
Un documental producido por HBO repasa la vida y obra del hombre que por primera vez planteó la fotografía como un verdadero arte, cuando se cumplen 70 años de su nacimiento
El “Walk on the wild side” de Lou Reed, el “Rebel Rebel” de Bowie, el “Born to run” de Springsteen... Todos estos canciones que invitan a tomar un camino diferente al que impone la norma, tienen algo en común: están compuestas por artistas nacidos en la década de los 40. Crecieron en la posguerra, cuando el mundo se reorganizaba, leyendo a la generación “beat”, escuchando rockabilly y viendo películas de James Dean. La sociedad buscaba una nueva identidad y, por lo tanto, sus culturas también, y entre los jóvenes de entonces terminó por imponerse el “vivir rápido, morir joven”, un razonamiento casi nihilista, de rebeldía sin causa, de despreocupación por las consecuencias de una existencia extravagante, heredado de Kerouac, Elvis Presley y Dean. Este discurso fue con el que los nacidos en los 40 generaron la cultura pop en los 60 y 70 mediante la música, la literatura, el cine o la pintura, es decir, las artes, pero había una práctica que todavía no era considerada como tal, la fotografía. Hasta que llegó Robert Mapplethorpe (Nueva York, 1946) y su Polaroid que le regaló su amiga y amante Patti Smith. La cantante y poetisa fue la primera musa del fotógrafo y quien marcó el rumbo de su vida. En 1969 se mudaron juntos al mítico Hotel Chelsea, que por entonces era el núcleo de la corriente bohemia neoyorkina, y allí innovaron en el uso de la cámara, compusieron canciones y escribieron versos mientras sufrían para sobrevivir. Sin embargo, Patti Smith es el gran testimonio ausente del documental “Robert Mapplethorpe: Look at the pictures”, dirigido por Fenton Bailey y Randy Barbato, y que se proyecta hoy a las 22:30 y el miércoles a las 18:00 en Cineteca, dentro del marco del festival DocumentaMadrid.
El proyecto es de un gigante de la televisión, HBO, “el único canal en el mundo donde se producen documentales controvertidos”, dice Katharina Otto-Bernstein, una de las productoras de la cinta. Ella asegura que “si Patti Smith hubiera participado en la cinta, ésta hubiese sido totalmente diferente. Tenía un punto de vista distinto de Mapplethorpe, tuvo una relación más profunda con él que cualquier otra pareja. Se amaban el uno al otro, sobre todo como artistas, pero fueron perdiendo el contacto hasta que desapareció”. La implicación de Otto-Bernstein en el documental va más allá del propio trabajo hacia un motivo más sentimental, ya que conoció personalmente a Mapplethrope, “en los años 80, cuando fui a estudiar a Nueva York”. Lo describe como una persona “ambiciosa y callada”, lo contrario al restaurador y coleccionista de arte contemporáneo Sam Wagstaff, un hombre “cariñoso y sociable” del que Mapplethorpe se enamoró perdidamente. Y es que, afirma Otto-Bernstein que “su verdadero impulso como fotógrafo fue Wagstaff”, quien le abrió las puertas de los museos y las exposiciones.
Así fue como las paredes de las galerías comenzaron a colgar las fotos en blanco y negro de cuerpos desnudos, sin censura; collages realizados a partir de revistas de temática homosexual; o los retratos de famosos como Carolina Herrera o Madonna. Poco a poco Mapplethorpe se convirtió en “una celebridad de enorme éxito”, asegura Otto-Bernstein. No obstante, otro tipo de imágenes, de contenido más difícil de tragar, por decirlo de algún modo, supusieron que fuese rechazado por mucha gente, entre ellos el de su propio padre. El fotógrafo provenía de una familia de convicciones católicas y Mapplethorpe mantuvo su fe a lo largo de su vida, y la cruz es un elemento básico en su trabajo. De hecho, su pieza más cara, vendida en 2006 por más de 600.000 euros en una subasta de Christie´s, es una fotografía de Andy Warhol dentro de una cruz. Pero Mapplethorpe trasladó su religión a su obra de manera poco ortodoxa, lo hizo “de modo ritualístico, masoquista, siguiendo las prácticas de tortura de la Inquisición”, admite Otto-Bernstein. De esta interpretación surgieron las imágenes que el fotógrafo realizó en el Mineshaft, club gay y sadomasoquista de Manhattan. En ellas captó actos sexuales explícitos en los que se usaban elementos propios del sado como látigos, correas u objetos punzantes. A pesar de que su contenido pueda resultar obsceno para cierto público, lo que no se puede negar es que, tal y como cuenta la productora del documental, “la composición y la luz de sus fotos generan una gran atracción”. Y añade que, en este sentido, “Mapplethorpe estaba adelantado a su tiempo al usar la fotografía como un arte y no tanto por el contenido, ya que en Roma o Grecia ya había imágenes de cuerpos desnudos y coitos”, aunque en el caso de Mapplethorpe, “no fotografiaba a nadie antes de haber practica sexo, lo hacía durante o después”.
Parte de las fotos tomadas en el Mineshaft se incluyen en la serie X, Y, Z. Tres porfolios con “imágenes muy potentes en las que Mapplethorpe documenta su vida y reflexiona sobre ella”. Por ello, enfermo de SIDA y reconociendo la cercanía de la muerte, planeó su última exposición, llamada “The perfect moment”, que consistía e 175 imágenes. No obstante, en 1989, año en el que el fotógrafo fallece, la muestra comenzó una gira por Estados Unidos y diferentes galerías decidieron cancelar la exposición al ver el contenido de la mismo. La burbuja explotó e incluso el director del Museo de Arte Contemporáneo de Cincinatti, Dennis Barrie, fue arrestado al apoyar que se mostrase en su centro el trabajo de Mapplethorpe. El asunto llegó hasta el Congreso, donde se enseñaron sus fotografías para denunciarlas al ser consideradas pornografía. Entre ellas estaban parte de las que tomó al final de su carrera, cuando nació en él, una “obsesión por la gente negra, de la que decía que era visiblemente atractiva”, declara en la película Patricia Morrisroe, biógrafa de Mapplethorpe. De esta inquietud surge “Man in polyester suit”, obra en la que un pene de color sale de la bragueta del pantalón de un hombre vestido de traje. La imagen fue prohibida en el Medio Oeste de Estados Unidos, y en 2015 el coleccionista Peter Marino la compró en una subasta de Sotheby's por más de 400.000 euros.
Sin embargo, afirma Otto-Bernstein que “si un americano ve esa fotografía por la calle, no sabrá que es de Mapplethorpe, le conocen sólo por sus fotos de flores”. Esta era otra de sus temáticas preferidas, pero las obras en las que representa flores no distan para nada del resto de su trabajo, ni en la forma ni en el contenido, que es naturalista y fálico en cualquier caso. Pero, sobre todo, la mayor característica de las piezas de Mapplethorpe es “la perfección en la ejecución”, lo cual creó escuela en el mundo del arte, influyendo en artistas actuales como García-Alix, Damien Hirst o Jeff Koons, quien ha asegurado que en su dormitorio tiene dos fotografías de Mapplethorpe. Fue un pionero, nadie había concebido la fotografía como un arte, ni se había atrevido a salirse tanto del camino prefijado. Lou Reed, David Bowie y Bruce Springsteen fueron figuras del pop, pero Mapplethorpe superó al pop, él era su propio movimiento, su propia vanguardia, que establecía una visión plástica de la vida y una forma de pensar rebelde y salvaje, la Polaroid sólo era una herramienta para plasmarlo.