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Marqués de Sade, ¿pornógrafo o intelectual?

Una muestra recorre el legado del controvertido autor francés
El retrato de Sade por Man Ray reinterpretado por Joan Fontcuberta
El retrato de Sade por Man Ray reinterpretado por Joan FontcubertaEUROPA PRESSEUROPAPRESS
  • Víctor Fernández está en LA RAZÓN desde que publicó su primer artículo en diciembre de 1999. Periodista cultural y otras cosas en forma de libro, como comisario de exposiciones o editor de Lorca, Dalí, Pla, Machado o Hernández.

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En su libro de memorias «Mi último suspiro», Luis Buñuel explica su descubrimiento de un autor que lo influyó notablemente: «A los veintiocho años yo era anarquista, y el descubrimiento de Sade fue para mí absolutamente extraordinario. No tuvo nada que ver con la erotología, sino con el pensamiento ateo. Resulta que lo que había sucedido, hasta aquel momento, es que pura y sencillamente me habían ocultado la libertad, me habían engañado totalmente referente a lo que era la religión y, sobre todo, acerca de la moral».
Donatien Alphonse François de Sade, más conocido por su título nobiliario, es el protagonista de una gran exposición que acaba de abrir sus puertas en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB) que intenta fijar el legado de un intelectual que ha dejado una profunda huella en las letras, pero también en la pintura o el cine. «Es una figura ambigua y ambivalente», dijo ayer Judit Carrera, directora del CCCB, quien añadió que «sigue siendo una figura incómoda que nos continua interpelando».
Para Alyce Mahon, comisaria de la muestra junto con Antonio Monegal, lo que se encontrará el visitante de la muestra «no es una exposición histórica» sino una aproximación hacia alguien que creía en el arte, en la escritura y que vivió un periodo revolucionario». En este sentido, no se puede dejar de lado que Sade, una vez preso, desde su celda «podía sentir y oler desde su ventana la guillotina».
En realidad poco de Sade hay en la muestra, aparte de algunas primeras ediciones de su obra procedentes de la Biblioteca Nacional de París. De allí se pasa a una aproximación al legado de Sade, a aquello que decía Guillaume Apollinaire: «Ese hombre que pareció no contar para nada durante todo el siglo XIX bien podría dominar el siglo XX». Y no se equivocó porque fueron muchos los creadores, con el grupo surrealista a la cabeza, los que cogieron su bandera, la de una manera de mirar al hombre y a la mujer sin tapujos, con todas sus contradicciones. Para ello se apoyó especialmente en el sexo, siendo uno de los más grandes pornógrafos de todos los tiempos.
En el CCCB se recogen fragmentos de las películas «Saló o los 120 días de Sodoma» de Pier Paolo Pasolini o «La Edad de Oro» y «El fantasma de la libertad» de Luis Buñuel, además de dibujos, pintura y grabados de Otto Dix, Salvador Dalí, Alberto Giacometti o Roberto Matta, aparte de libros ilustrados de Leonor Fini, Toyen, André Masson y Hans Bellmer, aparte de fotografías de Robert Mapplethorpe. La exposición también acoge piezas de Albert Serra, Angélica Liddell o Candela Capitán.
Todo ello en una propuesta a la que no se permite la entrada a menores de 18 años, en la que tenemos todas las reencarnaciones del hombre al que muchos vieron –y siguen viendo como un monstruo– , mientras otros vieron como uno de los grandes pilares de un pensamiento que pervive. Como dijo Mishima, «el mundo que vivimos es obra de Sade».