Literatura

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Martina, la rosa número trece, y todas las demás que niega Ortega Smith

La escritora Ángeles López, autora del libro “Martina, la rosa número trece” y familiar de la joven, relata la historia de las ejecutadas tras una guerra fratricida que los políticos de uno u otro signo se empeñan en revivir

Fotograma de "Las 13 rosas", rodada en 2007 por Emilio Martínez Lázaro
Fotograma de "Las 13 rosas", rodada en 2007 por Emilio Martínez Lázarolarazon

La escritora Ángeles López, autora del libro “Martina, la rosa número trece” y familiar de la joven, relata la historia de las ejecutadas tras una guerra fratricida que los políticos de uno u otro signo se empeñan en revivir

"Si en tiempos de paz yo nunca empuñé un arma y trabajaba en una fábrica de medias y colaboraba en un comedor social, cómo iba a hacer nada en tiempos de guerra", así resumía Martina en su declaración en la comisaría, su militancia en las Juventudes Socialistas Unificadas. Era hija de un tintorero y una ama de casa, casi una niña, como el resto de las que luego llamaríamos las Trece Rosas. Sólo era amiga directa de Ana López Gallego, porque pertenecían al "radio de Chamartín".

Las demás se conocerían en prisión. Martina fue delatada -señalaba, se decía- en el metro de Tetuán, cuando alguien de las Juventudes la entregó como Judas. Y ahí empezó el principio de su fin. Soñaron con un mundo mejor... que quizá no fuera cierto, pero era el que ellas imaginaron. Unas pequeñas zapatillas bordadas con una mariposa fueron el legado con el que Martina quiso vencer a la muerte. Quienes no confesaban ni comulgaban no tenían derecho a escribir cartas de despedida a sus familiares... Camino del paredón. Murieron todas. No hay que hacer un panegírico. Fue un hecho más de esa guerra fratricida.

Se ha contado hasta la saciedad. Tanto, que incluso a mí que escribí un libro prologado por Muñoz Molina -"Martina, la rosa número trece"(Seix Barral)- y como familiar lejano de una de ellas, Martina Barroso, me escuece recordar la historia. Para quien venga de Marte, Las Trece Rosas fueron mujeres de entre 18 y 29 años, fusiladas durante el franquismo, cuatro meses después de que se terminase la guerra civil española.

No cometieron asesinatos, violaciones ni delito de sangre alguno, sino que fue un signo de arbitrariedad y ejemplaridad propio de aquel tiempo -uno, que todos queremos olvidar-. Fueron condenadas por un delito de adhesión a la rebelión, que era el cajón de sastre por el que se ajusticiaba a todo aquel que defendía a la República.

Ellas eran militantes de las JSU -Juventudes Socialistas Unificadas- y se dedicaban a ayudar a sus familias en trabajos propios de un Madrid bajo el asedio. Lo único cierto es que el 5 de agosto de 1939 -este año se ha cumplido el 80 aniversario- siete mujeres menores de edad y, el resto, recién estrenada su juventud, fueron ajusticiadas en la tapia del cementerio del Este -hoy de la Almudena- de Madrid.

Ahora, después de ponerse en duda los motivos de su asesinato por el dirigente de Vox Ortega Smith, distintas asociaciones por la Memoria Histórica estudian querellarse contra quien ha faltado a la verdad por falta de información o con toda la intencionalidad.

LA MUERTE DE ISAAC GABALDÓN

Sus nombres eran: Carmen Barrero Aguado, Martina Barroso García, Blanca Brisac Vázquez, Pilar Bueno Ibañez, Julia Conesa Conesa, Adelina García Casillas, Elena Gil Olaya, Virtudes González García, Ana López Gallego, Joaquina López Laffite, Dionisia Manzanero Salas, Victoria Muñoz García y Luisa Rodríguez de la Fuente. La ejecución se justificó oficialmente, como venganza, como castigo por el asesinato del comandante de la Guardia Civil Issac Gabaldón, de su hija y de su chófer, que se atribuyó a una supuesta gran red comunista a la que habrían pertenecido las ajusticiadas; se trató, no obstante, de una condena injusta y falsa, ya que en el momento de esta muerte (el 27 de julio anterior) las Trece Rosas ya se encontraban en la prisión de Las Ventas.

Por ello, se organizó una campaña de protesta en París, impulsada por una hija de Marie Curie, que supuso el origen del sobrenombre con el que hoy son conocidas, una campaña que no amilanó al régimen, que continuó con la ejecución de la amplia mayoría de los 364 detenidos en relación injusta con el atentado de Gabaldón.

A día de hoy, tras una semana dolorosa para las víctimas, y parafraseando a Muñoz Molina cuando decía en el prólogo de mi libro que "nuestro pasado es el país mas remoto. El más inaccesible de todos", la sobrina nieta de Martina Barroso, mi cuñada, manifiesta: "¿Por qué condenar a alguien cuando una sentencia lo aclara todo. Máxime un dictamen del régimen y que vino de un Tribunal Militar? No vamos a parar en tanto que no se rectifique. Es un dolor y una indignación para las familias; se ha desatado un ataque contra la dignidad y el honor de las personas asesinadas por el franquismo, su memoria se está viendo torturada porque una formación política ha decidido jugar con ellas".

No sé si su nombre debe o no borrarse de la Historia, como dejó escrito una de ellas. Creo que no. Pero, al menos... ¿Podríamos dejar que los muertos entierren a sus muertos y vivir todos en paz y no hacernos mas daño?

Trece historias con nombre y apellido

-Carmen Barrero Aguado. 20 años. Modista. Militante del PCE.

-Martina Barroso García. 22 años. Modista. Miembro de las JSU de Chamartín.

-Blanca Brisac Vázquez. 29 años. Pianista. Detenida por relacionarse con un músico perteneciente al PCE.

-Pilar Bueno Ibáñez. 27 años. Modista. Militante del PCE.

-Julia Conesa Conesa. 19 años. Modista. Militante de las JSU.

-Adelina García Casillas. 19 años. Activista. Militante de las JSU.

-Elena Gil Olaya. 20 años. Activista. Militante de las JSU

Virtudes González García. 18 años. Modista. Militante de las JSU.

-Ana López Gallego. 21 años. Modista. Militante de las JSU.

-Joaquina López Laffite. 23 años. Secretaria. Militante de las JSU.

-Dionisia Manzanero Salas. 20 años. Modista. Militante del PCE.

-Victoria Muñoz García. 18 años. Activista. Militante de las JSU.