Merecido, incluso necesario
Hablar de la trayectoria de Antonio Muñoz Molina es hablar de algo indisolublemente unido a mi experiencia de lector, editor y escritor. No relataré ahora, porque él ya lo ha hecho en otras ocasiones, cómo nos conocimos personalmente y cómo lo conocí en cuanto a autor de textos. Baste con recordar, supongo, tanto mi vinculación editorial a «Beatus Ille», «El invierno en Lisboa», «Beltenebros», «El viento de la luna», «La noche de los tiempos» o «Todo lo que era sólido», entre otros títulos, como incluso el menos recordado ahora mismo en mi condición de presentador, en 1991, de «El jinete polaco», Premio Planeta aquel año. Pero todo esto es biografía, no diré que anécdota, ni mucho menos, pero sí biografía; importa más la afinidad literaria. Nos parecemos en unas cosas mucho como escritores y en otras somos algo distintos, pero sí enuncio algunos nombres que son esenciales para ambos, desde Faulkner hasta Borges. Y en otro sentido, desde Góngora, aunque no lo parezca superficialmente en su caso, hasta los otros poetas que él, poeta casi oculto y gran lector de poesía, ha frecuentado al mismo tiempo y con parecido resonar interno que yo.
Lo primero que hay que decir es que se trata de alguien que, como yo mismo, pertenece al linaje de escritores que ponen la palabra en primer lugar; en realidad, no hay otro linaje de escritores que éstos pero en unos, como es su caso y el mío, se advierte a primera vista más que en otros. Me es muy difícil establecer preferencias personales ante tal o cual de sus títulos; pero limitándome sólo a los que llevo dichos, mi cercanía a «El invierno en Lisboa», donde aparece el jazz, otra de nuestras pasiones comunes, o «El jinete polaco», para cuya reedición en Seix Barral redacté un texto, o «La noche de los tiempos», que presenté personalmente en la Residencia de Estudiantes, son de todo punto evidentes. Hay otras cosas que pueden reflejar este amago de perfil literario: tantas películas, tantas obras artísticas vistas y glosadas en común con tanto apasionamiento. Ya que de apasionamiento hablamos también tanto importante devenir personal que no tiene aquí su lugar, pero sí lo tiene en la vivencia de cada uno de nosotros y se refiere a lo que con su vida el individuo que firma esto y el individuo que firma Muñoz Molina han procurado hacer para sobrevivir moral y emocionalmente. Pocas noticias podrían alegrarme tanto y en la nómina de un premio que tiene figuras excelentes, tal vez sólo, y hablo de épocas ya lejanas, me sentí tan concernido en los casos de García Baena y Nieva. Como en aquellos, por cierto, éste, si no ando totalmente equivocado, no es un premio dado a una obra sino a una trayectoria, no sólo merecido, necesario incluso.