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La moda se va de crucero

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En el milimetrado y sosegado ecosistema del mundo del lujo, un elemento extraño se hace hueco con fuerza: las colecciones crucero.
En el milimetrado y sosegado ecosistema del mundo del lujo, donde cada lanzamiento está enmarcado en una hermética estrategia empresarial y cada novedad debe vibrar al compás de un vetusto legado histórico, un elemento extraño se hace hueco con fuerza: las colecciones crucero.
Este nuevo formato se presenta siempre en los albores de la primavera y en su origen tenía como finalidad proveer con ropa de entretiempo a la aristocracia que, en barco, escapaba del frío invierno europeo en busca de zonas más cálidas.
Louis Vuitton y Chanel acaban de presentar las suyas con tanta pompa y fasto como sus imprescindibles desfiles de París, aunque en Mónaco y Dubái.
Dos destinos que evidencian la intención de estas grandes firmas por agasajar al fiel cliente de mercados emergentes, que tanto le ha ayudado a sortear la crisis, y avanzan un segundo propósito quizá más importante: dar un tímido paso hacia el modelo Inditex.
"Con el avance de internet, las tendencias se queman antes. Cuando la ropa de pasarela llega a las tiendas, la gente ya lo ha visto muchas veces en televisión e internet y ya está cansada", argumenta Luis Lara, experto en internacionalización del ISEM Fashion Business School, en declaraciones a Efe Estilo.
Esta circunstancia unida al auge y el éxito del "fast-fashion", "modelo Zara"para los desconocedores de la jerga o "democratización de la moda"para los intelectuales, y cuya fórmula consiste en ofrecer prendas de diseño, precios asequibles, y renovar cada semana la tienda con diseños nuevos, ha conseguido que "todo se acelere".
Las grandes firmas de moda no quieren perder el compás y han encontrado en estas colecciones una manera de "generar interés"hacia su marca "más veces al año", salirse del atrofiado calendario regido por dos pasarelas al año y, de paso, rescatar parte de su legado -su mayor activo-.
Este tipo de colecciones también permite "aprender"del caprichoso consumidor: aquellas prendas de la colección crucero que se vendan "permanecerán en la siguiente colección y las que no, desaparecerán", argumenta Lara.
Aunque la aristocracia ya no va de crucero, un consumidor cosmopolita y global, que viaja o vive en zonas donde el clima no se corresponde con las endiosadas pasarelas europeas, demanda, según aseguran, este tipo de prendas.
Y es que el mercado de estas marcas ya no es europeo sino global, y si este tipo de nuevas colecciones permite "no quedarse atrás"frente a la pujanza del "fast fashion", en los últimos años "está hablando el lenguaje del lujo"; no hace falta más que entrar en una tienda de Zara y ver cómo ha cambiado.
"El cliente que va por una calle como Serrano (Madrid) y entra en Zara, luego en Bimba y Lola, más tarde en Loewe y en Prada, no nota tanto la diferencia salvo en el precio, todas son tiendas muy cuidadas, en las que se invierte cada vez más", explica Lara.
Aunque hay hueco para todos en el mercado global, las grandes firmas deben moverse ante este tipo de tendencias y lo hacen "con algo que el fast fashion no puede hacer, que es hablar de su historia", apunta.
"Hace años preguntaron a Bernard Arnault -mayor accionista de Louis Vuitton-, qué pensaba sobre Apple y el respondió: 'Es una marca interesante, pero no sé si dentro de 50 años existirá Apple, lo que sí tengo claro es que dentro de 50 años existirá Vuitton'", señala Lara ante la pregunta de cuánto están dispuestas a cambiar las firmas de lujo su estricto modelo.
Mal no les está saliendo, según la consultora Bain and Company, ya que de 2011 a 2013 -los peores años de crisis- el mercado del lujo creció con cifras de hasta dos dígitos y este ejercicio parece que "se estabilizará"con unas números que rondarán entre el 4 y el 6 por ciento gracias, cómo no, a los mercados emergentes.