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Mozambique rima con Macondo

El periodista Javier Brandoli narra en «El Macondo africano» la vida caótica y desquiciante en el continente negro
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Su África es surrealista, trágica, caótica, decepcionante, maravillosa. Le hizo reír y sufrir. La vivió a ras del suelo y la sobrevoló con su cámara de fotos. Ahora, el periodista Javier Brandoli lo narra en «El Macondo africano».
Su África es surrealista, trágica, caótica, decepcionante, maravillosa. Le hizo reír y sufrir. La vivió a ras del suelo y la sobrevoló con su cámara de fotos. Y cuando después de cinco años llegó el momento de partir no supo ver con claridad lo profundo que sería el desgarro por estar lejos de ella. Quizá como un tributo a aquellos años trepidantes Javier Brandoli escribió “El Macondo africano”, editado por Viajes al Pasado, un libro en el que el periodista madrileño narra de una manera personalísima y visceral su visión del continente, tan alejada de la literatura habitual sobre África.
Brandoli repartió su lustro africano entre Suráfrica y Mozambique, con viajes intermitentes por varios países del continente como reportero y organizador de safaris. En el mundo rural de Mozambique conoció a un puñado de nativos formidables y novelescos, a una mujer italiana que hoy es su esposa y a un tipo -el propio autor- que “llegó huyendo de alguna deuda de amor y partió cobrándoselas todas”, como él mismo cuenta en el libro. Ese mosaico humano da forma a “El Macondo africano”, su segundo libro después de haber publicado el año pasado la novela “Dante".
“Adoro África. Todo el mundo debería viajarla, amarla o aunque sea odiarla”, asegura el autor rodeado de amigos, curiosos y seguidores en la presentación del libro en Madrid en la tienda de viajes Pangea. Sentado en el auditorio escucha atento a su admirado Javier Reverte, el gran divulgador del continente africano que ha prologado “El Macondo africano”. “Brandoli -escribe Reverte- nos enseña su África sin rubor, con cierto ánimo crítico, apasionadamente y, al mismo tiempo, sin recias ataduras sentimentales, sin tópicos, sin ocultar su extrañeza ante un continente que nos enamora y nos pervierte, que nos enloquece, que nos resulta extraño e, incluso, en ocasiones nos repugna. ¿Qué es África? Yo no lo sé. Y Brandoli tampoco”.
Si no sabe lo que es, al menos sí sabe cómo es, un lugar exagerado y delirante que a veces se asemeja al Macondo de Gabriel García Márquez, otra de sus debilidades literarias del que toma prestado la mitad del título. Esa constante mágico-realista que se encuentra en la vida ordinaria de Mozambique -el eje del libro-, está presente en numerosas escenas y le sirve de hilo conductor al periodista para contar, por ejemplo, cómo los musulmanes del país agitan colas de hipopótamo para que no llueva o para explicar por qué las mujeres del lugar comen tierra para espantar los males del alma y aliviar los dolores de estómago durante el embarazo. O la macabra conversación entre el personal médico sobre la venta de carne humana en la guerra mientras el paciente Brandoli es operado en un quirófano de Maputo.

Un retrato literario y crudo de África

Escrito en primera persona, con una narración desbocada y dosificada con datos, reflexiones afiladas y honestidad brutal, parafraseando a Calamaro, “El Macondo africano”, dice su autor, no es un diario ni una recolección con las mejores vivencias de sus viajes. El lector encontrará un retrato literario y crudo de una África diseccionada con una mirada humana, tierna y nerviosa en la que Brandoli pasa los días escribiendo para el periódico en el que trabaja, regentando un hotel junto a la playa de Vilanculos o recorriendo países en busca de nuevas sorpresas.
También está el afán por integrarse en el día a día de las gentes con las que convive en el hotel, personas a los él llama “mi gran familia”, desde el cocinero hasta los ancianos que se dedican a barrer las hojas. O el entrañable señor Matsine, un hombre paciente y obstinado, como un Bartleby africano, que vive enamorado de las fotocopias y que acompaña al periodista español en el laberinto de la burocracia africana.
El periodista y realizador de documentales Daniel Landa dijo en la presentación que Brandoli es un gran buscador de historias y que posee una habilidad especial para tirar del hilo y descubrir el potencial que hay detrás de una anécdota. No sólo es un cazador de historias. Le gusta entender todo lo que no comprende y denunciar lo que le indigna. También en África cumplió con esas dos máximas. Así que investiga en Maputo por qué el zoológico de la ciudad es un lugar decrépito donde casi no quedan animales para descubrir que los vecinos matan a las fieras porque no tienen nada que comer.

Hurga en las heridas de un país

El libro no sólo relata la forma de vida de muchos africanos sino que hurga en las heridas abiertas de un país, Mozambique, roto a balazos durante las sucesivas guerras que dejaron un paisaje sembrado de miseria y dolor, lo que el autor llama “el Macondo tétrico y cruel”. Y así se reúne con tres mujeres ex combatientes que fueron raptadas de niñas y sometidas a un régimen de terror. El autor inicia la narración del testimonio de esta manera: “A una le habían robado el respeto, a otra le habían robado una pierna y a la última le habían robado el alma”.
Brandoli también quiso ser solidario en Mozambique y ayudar a una comunidad a mejorar el entorno. El resultado del proyecto que puso en marcha fue un fiasco y el autor reconoce que falló a esas gentes “como tantos otros extranjeros que pasan por allí prometiendo cosas para nunca más volver”. Pero los fracasos como éste y la cercanía pegajosa de la muerte conviven con fogonazos de felicidad y deliciosos hallazgos. Dice que en África no paró de reír y que descubrió una manera diferente de vivir el tiempo, sin ataduras, y que nunca se ha sentido “más millonario que en aquellas noches en las que era dueño sereno y despierto de mis sueños” junto a una hoguera en el mar de Vilanculos.
Después de cinco intensos años que le cambiaron la vida, Brandoli puso rumbo a México, donde ahora trabaja como corresponsal de “El Mundo”, y asegura que no pasa un solo día en el que no piense en África, el lugar donde se sintió el hombre más feliz del mundo. Para los que no pudieron asistir a la presentación de su libro en Madrid, tendrán una nueva oportunidad mañana, 20 de octubre, a las 19 horas en la librería Altaïr en Barcelona.

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